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Con el ciclo completo de las sinfonías de Mahler, la Filarmónica de Bogotá vive su mejor época.

9 de octubre de 1989

Veintiún años largos han transcurrido desde el día en que nació la Orquesta Filarmónica de Bogotá, agrupación que se impuso desde sus inicios -entre otras muchas metas -conquistar a la juventud con programas específicamente diseñados para ella y, con base en desplazamientos a remotos lugares de la ciudad, llegar a un amplio sector de la sociedad marginado por años de todo programa cultural.
El escenario escogido como base de trabajo, tras un largo y penoso peregrinaje, fue el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional.
Tardes aciagas se vivieron por espacio de años, cuando escuchar un concierto sin desplantes era una real proeza.
Consignas políticas, bombas, petardos, gritería y toda suerte de desmanes y violencia soportó el recinto y la mayoría de sus pacíficos ocupantes.
Sin embargo, la Orquesta, contra viento, marea y cierres a veces prolongados de la universidad, mantuvo firme su política sin dejarse amedrentar por ninguna situación. El objetivo que se perseguía, se sabía, llegaría a largo plazo y, gracias a la perseverancia y a un proyecto elaborado sobre realidades, se consiguió.
Hoy cualquiera puede constatar cómo sábado tras sabado centenares de jovenes, no solo de la Nacional sino de otros centros docentes, sin distingos de credos políticos ni clases sociales, se reunen en un ambiente respetuoso y de abierta confraternidad a escuchar un mensaje musical. Poco a poco la Orquesta Filarmónica de Bogotá, viendo la respuesta de un publico cada vez más numeroso y entusiasta, se fue embarcando en compromisos más exigentes, hasta presentar en la actualidad uno de los programas más ambiciosos que haya alcanzado agrupación en Colombia: el ciclo completo de las sinfonías del compositor austriaco Gustav Mahler.
El ciclo se inicio el pasado 26 de agosto con la segunda sinfonia, llamada "Resurrección". Para presentar la obra se requirió trabajar antes mucha música y contar con una orquesta que artísticamente estuviera preparada para enfrentarse a tamaño compromiso. Fue necesario, por exigencias de la partitura, recurrir a un buen numero de instrumentistas de otras instituciones colombianas, algunas de fuera de Bogotá, y preparar tres agrupaciones corales, ya que Mahler concibió para algunas de sus sinfonías un superconjunto musical.
El resultado de la primera obra de este gran proyecto fue un éxito apoteósico tanto de publico como desde el punto de vista musical. Una versión de impecable factura, dirigida por el musico bulgaro Dimitri Manolov, y el trabajo adelantado se recordarán como una de las cotas musicales más altas que se hayan escuchado por mucho tiempo en el país.
Lo que se vio y escuchó el día de la iniciación del ciclo Mahler -que se ha repetido centenares de veces en el auditorio universitario en programas con la orquesta -fue un espectáculo grandioso: más de 2.500 personas -estudiantes en su gran mayoría- que coparon escaleras, pasillos, rincones, recodos, y. quienes no encontraron ubicación permanecieron de pie bordeando las paredes del recinto, para escuchar durante hora y media, sin interrupción, sólo musica.
Gente ávida de recrearse con el arte, necesitada de escapar de la violencia que cada día empaña más los ánimos de todos, en busca de distraer las crueles realidades que hoy por hoy el país ofrece.
Esto permite recordar las frases pronunciadas por Claudio Arrau cuando Alemania quedó destruida por la guerra. El pueblo, como escapismo al hambre, a la miseria y a la tragedia, como pudo reconstruyó espacios para escuchar musica... "Todo resultaba tan dificil -decía Arrau -que la gente se volcó a buscar una forma mejor de vida en la cultura".
Y no menos significativos eran los recuerdos del maestro Olav Roots quien anotaba cómo en su natal Estonia, en plena Segunda Guerra Mundial, la gente, esquivando bombas, acudía masivamente a refugios subterráneos para hacer musica. Era la unica actividad que hablaba de paz.
Por todo lo anterior, cobra más fuerza que nunca el movimiento musical que ha creado en torno suyo la Orquesta Filarmónica de Bogotá, institución que es capaz de reunir sin esfuerzo alguno, sábado tras sábado, a miles de jovenes y gentes de toda edad y condición, para escuchar el único lenguaje universal que sabe hablar de paz: la música.
María Teresa del Castillo