Milagro: la tragicómica mezcla de cerdos y poscomunismo agridulce

Título original: Stebuklas

País: Lituania

Año: 2017

Director: Egle Vertelyte

Guion: Egle Vertelyte

Actores: Egle Mikulionyte y Vyto Ruginis

Duración: 91 min.

Calificación: 3 estrellas.

Que llegue un filme lituano a salas es una rareza y, en una semana de estrenos aún más regulares que de costumbre – aunque no he visto la nueva de Rápidos y furiosos, me arriesgo a pronosticar que incluirá historias de amistad, autos rápidos y persecuciones espectaculares–, resulta una especie de bálsamo, al menos por lo inesperado.

El tono acá es melancólico y humorístico; pero es un humor negro y desesperanzado, perfectamente sintonizado con su escenario principal: una granja porcina en decadencia poco después de la disolución de la Unión Soviética, que en su gris portada tiene el lema “el bien en la tierra se crea con el trabajo”.

Sin embargo, el asunto es que no hay mucho trabajo a la vista y, claro, tampoco suficiente bien. La primera imagen es la de un cielo azul en el que vuela majestuosamente un ave negra. No obstante, luego aterrizamos en el lodo, con una mujer que carga un cerdo inmenso y muerto en una carretilla, para enterrarlo en una montaña de escombros.

Se trata de Irina (Egle Mikulionyte), la gerente de la granja quien, tras colapsar en el suelo, recibe una visita celestial, con rayo de luz en el rostro y música etérea incluidos, que le anuncia que será visitada por el espíritu santo y que concebirá un hijo. Después, la película salta al pasado para entender cómo llegó hasta ahí.

La cámara muestra lo que sucede con una distancia que equilibra lo patético y lo cómico, y que recuerda un poco a Aki Kaurismaki y a sus queribles perdedores. Uno de los logros de tal aproximación es que uno no termina de saber cómo evaluar lo que está viendo, si llorar o reír por estas cosas entre absurdas y tristes que se desarrollan con cierta distancia.

La situación en la granja es crítica. Hace un par de meses que no le pagan a nadie y, aunque se supone que es de propiedad colectiva, nadie se siente muy comprometido con ella. Solo Irina tiene algo de esperanza, pero no está claro de qué, porque el mercado para sus cerdos también desapareció con el derrumbe de la Unión Soviética.

Ahí llega Bernardas (Vyto Ruginis), un lituano-estadounidense en un enorme Cadillac rojo, dispuesto a comprarle la granja porcina a sus copropietarios, supuestamente para renovarla. “Creo que puedo ayudar a que florezca nuevamente”, le dice a Irina, que no confía del todo.

Es en este punto en que está el tono agridulce del humor del filme: es el humor de quien alguna vez se permitió la debilidad de creer y que fue decepcionado de una manera tan absoluta que agotó de por vida sus reservas de fe y esperanza. Eso ocurre con Irina en todas las esferas de la vida: desde lo personal (con un esposo borracho y abusivo), lo profesional (esta granja a medio colapsar), pasando por lo histórico (el desplome de un sistema económico) y llegando a lo divino (el anuncio angelical del comienzo).

Es un escepticismo totalmente comprensible que tiene un efecto depresivo, pero que no llega a ser asfixiante quizás por ofrecer la revelación, tan cómica como dramática, de que, al fin y al cabo, nada tiene sentido.

CARTELERA

Rey de ladrones - 1 estrella

Película que desaprovecha un elenco de actores reconocidos para reconstruir la historia verdadera de un robo a una joyería.

Un hombre en apuros - 2 estrellas

Cinta esquemática francesa sobre un ejecutivo exitoso que se ve obligado a reconsiderar sus prioridades tras un derrame cerebral.

El bosque maldito - 3 estrellas

Filme irlandés de terror situado en un ambiente sugestivo y rural, centrado en la extrañeza que siente una madre hacia su hijo.

Cyrano, mon amour - 2½ estrellas

Fantasía que imagina los sucesos que rodearon la escritura y el estreno de la obra de teatro Cyrano de Bergerac en 1897.