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SI FUTURO?

POETAS, CRITICOS Y ENSAYISTAS DE HISPANOAMERICA DELIBERARON DURANTE CINCO DIAS EN LA HACIENDA YERBABUENA, DE BOGOTA, SOBRE EL DESTINO DE LA POESIA EN EL SIGLO XXI. MARIA MERCEDES CARRANZA COMENTA EL ENCUENTRO Y PRESENTA LAS CONCLUSIONES DEL FORO.

6 de mayo de 1996

Parecían seres normales e, incluso, había varios conocidos y amigos, como Nicolás Suescún, Mario Rivero, Martha Canfield o Samuel Jaramillo. Por eso nadie habría podido decir que tales personajes, que se pasearon por Bogotáy sus alrededores sin llamar la atención, pertenecen para muchos a una especie muy rara, próxima a su extinción total, como los chigüiros y los cóndores. Tal vez por esa causa resolvieron reunirse en un congreso varios de ellos, venidos de todos los países de Hispanoamérica: con los participantes colombianos sumaron alrededor de 50.Durante cinco días se encerraron en la hacienda Yerbabuena a deliberar, con la mano en el mentón, sobre su futuro. Y a valorar y sopesar las apocalípticas especulaciones que quieren mandarlos al cementerio de los dinosaurios. Ignacio Chaves y Nubia Cubillos oficiaron de anfitriones con suculentos almuerzos y mucho pandeyuca caliente.Poesía con mayúsculaEllas y ellos eran los invitados al Primer Congreso de Poesía Escrita en Lengua Española, convocado, auspiciado y organizado por el Instituto Caro y Cuervo, la Unesco y el Ministerio de Educación Nacional. Poetas, ensayistas, profesores, críticos, editores, invocaron a sus grandes divinidades, en este caso conocidas con los nombres de Dante, Rimbaud, Borges, Quevedo... y se preguntaron por el futuro de su oficio, la Poesía _así con mayúscula_ en el siglo XXI.La pregunta y la inquietud no son de poca monta pues, como alguien señaló, llevan a plantearse dos grandes temas: cómo será la poesía del futuro y, más allá, cuál es el futuro de la poesía. El pretexto para tales especulaciones se basa en una simple convención matemática: el fin de un siglo, que coincide con el final de un milenio. Y a ello súmense los temores oscuros y seculares que acompañan a esas efemérides. Así lo planteó el cubano José Luis Arcos, quien también citó a Octavio Paz cuando advierte que ni siquiera sabemos si vivimos un alba o un crepúsculo, una muerte o un nuevo nacimiento.Sin embargo, nada de lo anterior contesta las preguntas: ¿qué papel desempeñará la poesía? ¿cuáles serán sus formas y temas? ¿cuáles sus dilemas? ¿cómo se conocerá y divulgará: con videos, computadores, sistemas de audio o los libros de siempre? ¿se reducirán sus adeptos o seguirá la tendencia de convertirse en un fenómeno de masas? Estas y muchas cuestiones más se debatieron en las ponencias y en las intervenciones de los asistentes.Un buen menúLa verdad sea dicha, nadie planteó la extinción de la poesía, pues seguramente se dio por sentado que ella se produciría con la extinción de la especie humana: el argentino Saúl Yurkievick con gran tino habló de la poesía como de una "constante antropológica". En cambio se avizoraron varias posibilidades muy interesantes. Por ejemplo, el boliviano Leonardo García Pabón previó una nueva lectura del mundo por parte de la poesía, encaminada a cambiar la forma de pensar, gracias a la búsqueda de una imagen nueva de las relaciones entre los seres humanos. Y sobre todo, utilizándola para "hablar de nosotros mismos, con nosotros mismos pero sin repetir los clisés".Para varios, como el peruano Carlos Germán Belli y el chileno Eduardo Llanos, el meollo está en el tránsito de la modernidad a la posmodernidad, de la Historia al final de la Historia, de la utopía a la contrautopía. Ello, en materia poética, se traduce como el tránsito de la aventura al orden, de la ruptura a la tradición, de la novedad a la imitación, de la vanguardia al sincretismo. El colombiano William Ospina fue sin duda el más realista. En una ponencia _muy bien escrita, por cierto_ se negó a desempeñarse como profeta, alegando que si un poeta ni siquiera puede saber cómo será su próximo poema, menos puede predecir el destino de la poesía en todo un continente, a lo largo de un largo siglo. A lo sumo, dijo, se atrevería a hacer una "propuesta para el próximo minuto".Vivita y coleandoAlrededor de estos planteamientos centrales se oyeron y se saborearon muchos versos y, sobre todo, muchas frases inteligentes y hermosas sobre la poesía y el oficio de poeta: "La poesía es conocimiento del instante y a la vez instante del conocimiento", dijo el uruguayo Rafael Courtoisie. Y Saúl Yurkievich: "Atribuyo a la poesía una función gnómica: preserva el trato con lo oscuro, lo absurdo, lo informe, lo azaroso, lo gratuito, lo nómada". Y el uruguayo Hugo Achúgar: "Quizás la poesía no sea necesariamente una colección de palabras sino una experiencia".De Yerbabuen salieron todos los días en la tarde para leer sus poemas en diferentes sitios de Bogotá: las universidades Central, Externado y Pedagógica, la Casa Silva, el Planetario Distrital, la Casa de Citas. Poetas de otros países no muy conocidos para el gran público colombiano, pero maestros reconocidos por los expertos: Gonzalo Millán, Alicia Torres, Antón Arrufat, Juan Calzadilla, Jesús Munárriz, Jorge Enrique Adoum, Blanca Streponi...Sin embargo, las salas estuvieron siempre llenas hasta los topes. Y los asistentes eran en su mayoría personas jóvenes, ávidas de oír y de conversar con los poetas, a quienes atropellaban para saludarlos y arrancarles un verso escrito con su letra en un cuaderno o en una simple hoja. ¿Buen o mal síntoma para el futuro de ese arte?, se preguntarán los agoreros.Por lo pronto, gracias a la lucidez de los poetas y gracias a la respuesta de su público, todo parece indicar que el entierro de la Poesía _así con mayúscula_ quedó para más tarde.