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Con ‘El país de la Canela’, William Ospina continuó su saga de novelas históricas basadas en la conquista española de América

LITERATURA

Un año de novelas

Los libros de testimonios de liberados y narcos acapararon la atención. Pero en 2008 la producción narrativa fue brillante.

6 de diciembre de 2008

Con toda seguridad se recordará 2008 como el año de los libros escritos por ex secuestrados que lograron la libertad, ex guerrilleros, reportajes acerca de la Operación Jaque, así como testimonios que cuentan cómo es la vida secreta de los mafiosos. Títulos como Mi fuga hacia la libertad, de John Pinchao; Siete años secuestrado por las Farc, de Luis Eladio Pérez; El trapecista, de Fernando Araújo; Operación Jaque - Secretos no revelados, publicado por Editorial Oveja Negra, y El cartel de los sapos, de Andrés López alias 'Florecita', acapararon los listados de ventas y buena parte de la atención de los medios.

Estas publicaciones, más allá de los buenos dividendos que les dieron a las editoriales y a los piratas, tuvieron un efecto secundario: eclipsaron, en gran medida, varios lanzamientos de libros de ficción (ante todo novela, algunos pocos de cuentos) de autores colombianos.

Editorial Planeta publicó El hombre de diamante, de Enrique Serrano, quien sigue dedicado a la novela histórica. Esta vez recrea el final del imperio romano y el fortalecimiento del cristianismo. Santiago Gamboa, uno de los autores más reconocidos de esa casa editorial, lanzó Hotel Pekín, que no tuvo el despliegue esperado en un autor con tanta trayectoria. Por su parte, Héctor Abad publicó El amanecer de un marido, un libro de cuentos sobre el tedio que se instala en las relaciones matrimoniales con el paso de los años, que también habría merecido un mayor esfuerzo de divulgación. Fernando Quiroz lanzó Justos por pecadores, una novela con tintes autobiográficos en la que denuncia el daño que provoca en los adolescentes el Opus Dei. Esta misma editorial, en su sello Seix Barral, publicó Mortajas cruzadas, de Lina María Pérez. Esta obra entusiasmó mucho a Alba Inés Arias, de la Librería Lerner. "Es un intento bien logrado de armar una especie de caja china, de historias dentro de la historia, esos doblajes del yo, del alter ego, del super yo. Además tiene humor y lo maneja muy bien".

Por su parte, Alfaguara publicó dos novelas a mitad de camino entre la ficción y el periodismo: Líbranos del bien, de Alonso Sánchez Baute, que traza las vidas paralelas de Ricardo Palmera (alias 'Simón Trinidad') y Rodrigo Tovar (alias 'Jorge 40'), y Lara, de Nahum Montt, que novela los últimos meses de la vida de Rodrigo Lara Bonilla y su asesinato, en 1984.

Otros lanzamientos de esta editorial fueron Mudanza, de Andrés Burgos, una novela que cuenta la historia de una mujer que vive encerrada en un apartamento en una ciudad de Estados Unidos. Para el escritor Ricardo Silva, se trata de "una novela contenida, corta, muy conmovedora". De esa misma editorial, en su línea juvenil, Silva también destaca Las primas del primíparo Juan, de Francisco Montaña. Juan Diego Mejía publicó Era lunes cuando cayó del cielo, una novela que gira en torno al amor de un publicista y una modelo de un barrio popular, en la Medellín de los tiempos de Pablo Escobar. Sin título (1977), de Margarita Posada, narra, en tres voces simultáneas, la relación de una pintora con su padre que sufre de alzheimer.

Editorial Norma lanzó El país de la Canela, de William Ospina, que forma parte de su trilogía de novelas históricas sobre la conquista española de América. Tres años atrás había publicado Ursúa. En esta obra Ospina recrea la búsqueda de especias, un tesoro casi tan valioso como el oro para los europeos. La travesía, llena de problemas, los lleva nada menos que al río Amazonas. Gracias a los buenos oficios del escritor chileno Alberto Fuguet, Norma publicó textos autobiográficos (varios de ellos inéditos) de Andrés Caicedo bajo el título de Mi cuerpo es una celda, que ayuda a mostrar cómo era en realidad el autor de ¡Que viva la música! y, como señala Ricardo Silva, "revela un ser muy frágil que buscaba aferrarse a algo para sobrevivir y nunca lo logró".

Random House Mon-dadori, publicó Hábitos nocturnos, de Alfonso Carvajal, y El viento agitando las cortinas, de Juan Carlos Rodríguez. Juan David Correa, editor de la revista cultural Arcadia, lo destaca: "Son tres cuentos muy bien escritos, cotidianos, bogotanos, entrañables". Editorial Panamericana publicó Tres pisos más arriba, colección de cuentos del también poeta Ramón Cote, quien ha sido una revelación en su nuevo oficio de narrador.

Villegas Editores, además de reeditar la novela de época Nada importa, de Álvaro Robledo, publicó Tácticas contra el tedio, de Mauricio Bernal. En opinión de Correa, "entre los autores colombianos puede ser la novela del año. Bernal es uno de los escritores más serios e interesantes que hay hoy día". Para la poeta y narradora Piedad Bonnett, se trata de "un libro original e interesante, de raigambre kafkiana, con humor negro y un fondo muy desolador". Ella también destaca dos lanzamientos en el campo de la poesía: De una a otra montaña, (Obra reunida), de Horacio Benavides, "un poeta caleño no muy conocido, pero muy bueno", y la reedición de Retrato de artistas, del poeta antioqueño Elkin Restrepo, publicado en 1983 y que había desaparecido de las librerías. Ambos libros fueron publicados por la Universidad Nacional.

Pero tal vez la gran figura del año literario en Colombia fue Juan Gabriel Vásquez. Además de reeditar con Alfaguara su libro de cuentos Los amantes de todos los santos (con un par de textos nuevos), su novela Los informantes fue traducida al inglés por la editorial Bloomsbury y publicada en mayo bajo el título de The informers, lo que trajo como resultado que haya sido nominado al Premio Warwick, que estableció la universidad de esa ciudad británica. Vásquez ha recibido grandes elogios de la crítica especializada no sólo en el Reino Unido sino también en España, donde sus novelas Historia secreta de Costaguana, y Los informantes, han sido celebradas por voces tan prestigiosas como las de Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique y Javier Cercas.

Varias de estas novelas, como se dice en el habla popular, pasaron de agache y en estas vacaciones de fin de año merecen una segunda oportunidad.