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EL CIELO PUEDE ESPERAR

Totalmente recuperado de un grave accidente, Roberto José Guerrero regresa a las pistas americanas

16 de mayo de 1988

Hace seis meses, nadie daba un centavo por su carrera deportiva. Luego del accidente ocurrido durante una prueba de neumáticos en la pista de Indianápolis, las posibilidades de conducción del piloto colombiano Roberto José Guerrero se limitaban al auto casero, en el mejor de los casos. Ese 10 de septiembre, mientras le daba la última vuelta al autódromo antes de dar por finalizada la jornada, al entrar en una de las curvas del óvalo se rompió uno de los componentes de la suspensión del carro. Esto le hizo perder el control y lo llevó a estrellarse contra el muro de contención. El impacto, a más de 250 kilómetros por hora, hizo desprender una de las llantas delanteras que golpeó la cabeza del piloto. Guerrero fue retirado inconsciente del auto y llevado al hospital Metodista a donde llegó en estado de coma, que se prolongó por varias semanas.
Sin embargo, y a pesar de los malos augurios, el pasado 10 de abril Guerrero reapareció en la primera carrera del campeonato Indy de los Estados Unidos, en la pista de Phoenix, Arizona. Y el regreso fue triunfal. Desde un comienzo, Guerrero dejó la impresión de estar en condiciones inmejorables. En la primera vuelta peleó codo a codo con el veterano Rick Mears el primer puesto y no lo alcanzó por culpa de algunos problemas que presentó su coche.
De ahí en adelante, la carrera de Roberto José fue una lucha contra su pasado y contra su mala suerte. Poco tiempo después del inicio de la competencia, Mears, al intentar rebasar a un grupo de coleros, colisionó con otro auto, hizo un trompo y creó una situación de emergencia en la pista en la que por poco se ve involucrado el colombiano. Luego de la suspensión decretada por el accidente, Guerrero quedó encabezando la carrera. Pero su carro, con problemas de adherencia y con un notorio déficit de potencia, debió ceder ante la embestida de Mario Andretti, un viejo zorro de las pistas.
Y si de dramatismo se trata, lo mejor estaba por venir. Más allá de la mitad de la carrera, Guerrero ingresó por segunda vez a los garajes para cargar combustible, cambiar llantas ajustar los reglajes de suspensión. La maniobra fue perfecta. Sus mecánicos realizaron la labor en tiempo récord y Guerrero, que ya tenía una vuelta perdida frente a Andretti, aceleró a fondo para dejar los pits y conservar su segunda posición. En ese momento, cuando su coche estaba en plena aceleración, otro piloto que también salía del área de garajes imprudentemente se le atravesó al colombiano quien, pese a los esfuerzos, no pudo evitar que sus llantas chocaran con las del otro carro, afortunadamente sin consecuencias para ninguno de los dos.
A partir de ese momento, Roberto José se enfrascó en una dura pelea con Michael Andretti, hijo de Mario, quien venía en tercera posición dispuesto a desbancar al colombiano quien no pudo ocultar los problemas de su máquina. Las últimas vueltas fueron de infarto. Andretti comenzó a presionar a Guerrero de tal forma, que lo hizo rebasar el auto del ganador, en una maniobra que puso de pie a los casi 70 mil aficionados que rodeaban la pista. Fue así como comenzó a acortar las trayectorias en las curvas, a hacer sobrepasos por los lugares menos esperados y a cerrarle el paso hábilmente a su perseguidor. Finalmente, Guerrero entró en segundo lugar, precedido por Andretti padre y seguido por Andretti hijo. Este, sin duda, fue uno de los momentos más importantes en la vida deportiva del antioqueño.
El regreso a las pistas es un premio a su valentía y su tesón. Luego de salir del estado de coma en que estuvo postrado por varios días, las condiciones de Roberto José eran precarias. Sus reflejos no alcanzaban al 20 por ciento de lo necesario, su poder de concentración era minimo y su estado físico iba a necesitar de mucho trabajo para ser recuperado. Fue entonces cuando el antioqueño, conciente de que su vida son las carreras, comenzó una serie de ejercicios para recuperar la forma. Gracias a la colaboración de un amigo experto en el tema, hizo sesiones de cinco horas diarias frente a un computador para recuperar reflejos y concentración. El resto del día lo dedicaba a trotar y a hacer ejercicios de gimnasio. Los resultados saltan a la vista. Su entereza y su dedicación llegaron a tal punto que, a pesar de las sombras que empañaban su futuro profesional, Vince Granatelli, dueño del equipo en que corre, nunca perdió las esperanzas de verlo correr nuevamente y le guardó un carro todo el tiempo que fuera necesario, en un gesto poco acostumbrado en un mundo en donde quien no va a 300 por hora lo pierde todo.
Ahora, Guerrero tiene otra dura prueba. Durante todo este mes y hasta mediados de diciembre, estará en la pista de Indianápolis, la del accidente, preparándose para las 500 millas, la carrera más importante del calendario. El reto es doble. Roberto José, no sólo buscará vencer a sus contrincantes sino que deberá vencer los temores que se le presenten al entrar a la curva número dos, en la que el año pasado casi deja la vida.--