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EL REY SE CONFIESA CON EL "KAISER"

Pelé se declara socialista en reportaje con Beckenbauer

16 de junio de 1986

Hace 16 años las miradas del mundo estaban fijas en él. Lo perseguían los aficionados, lo acechaban los fotógrafos, lo envidiaban sus adversarios, lo consentían sus compañeros. Hace 16 años, por estos mismos días, Edson Arantes Do Nascimento, Pelé, el rey, estaba coronado con anticipación porque con anticipación se sabía que sería la estrella de ese Mundial de México en 1970 y con anticipación se pronosticaba que conduciría al Brasil a la conquista de su tercer campeonato del mundo.
Así fue. Un seleccionado brillante llevado de la mano por la magia de Pelé, logró hace tres torneos la hazaña de apoderarse por siempre de la Jules Rimet y, mucho más que eso, deslumbrar al mundo con un fútbol que nadie olvida, que todos añoran.
Ese hombre, que en octubre llegará a los 46 años, que no ha tenido sucesor en un deporte donde a diario surgen proyectos de ídolos que a veces mueren con la misma rapidez con que nacen, vuelve a ser noticia cada tanto a pesar de su retiro definitivo, de su adiós a los goles, a los aplausos y a las genialidades.
Esta vez, por ejemplo, Pelé saltó desde su anonimato a los primeros titulares de las páginas deportivas por una declaración que pocos tomaron en serio, pero que, en el fondo, todos desearon que fuera verdad: "Si Telé Santana (el director técnico del Brasil) me lo pide, yo jugaría el Mundial de México". La oferta del rey, sin duda más en broma que en serio no fue, sin embargo, la única novedad que lo hizo aparecer en los periódicos en estos días de agitación premundialista. Una visita que Franz Beckenbauer le hizo en su mansión de Santos, Brasil, fue el segundo motivo por el cual O Rey volvió a mostrarse ante su incondicional legión de admiradores.

El "Kaiser" frente al rey
Beckenbauer, uno de los futbolistas mejor dotados físicamente en la historia del balompié, dejó por unos días sus preocupaciones como entrenador de la selección alemana que estará en México 86 y llegó hasta el paraíso que Pelé habita cerca a Santos, la ciudad donde jugó 18 años, con treinta grados de temperatura que se atenúan con un confort de monarca: cinco mil metros de jardín tropical, cancha de tenis, gimnasio, sala de cine, piscina y --por supuesto-- cancha de fútbol.
La primera impresión que el "Kaiser" se llevó del Pelé de hoy, es que es el mismo de siempre. "Parece que en él, el tiempo se hubiera detenido", dice y recuerda que la primera vez que vio al crack fue en 1958, cuando el brasileño iniciaba en Suecia su carrera estelar y el alemán, con 12 años de edad, soñaba con ser futbolista. "Ni un gramo de grasa asoma sobre su vestido de baño; se conserva como en sus mejores días", opina Beckenbauer ante los periodistas alemanes que lo abordaron al término de su encuentro con el ídolo, a quien considera el más grande de todos los tiempos.
Pero la admiración no se circunscribe a lo futbolístico. Ver a Pelé en su palacete de la península de Guaruja, hasta donde llega la brisa del mar es la confirmación de que la vida le ha quedado bien hecha a este hombre que a los ocho años tuvo que ponerse a trabajar para su familia ante una grave lesión que sufrió su padre que era futbolista y que se ganó el primer dinero como lustrabotas y vendedor de periódicos.
La conversación entre los dos ídolos se desarrolla en inglés, que es el ídioma que aprendieron juntos cuando en mayo de 1977 la vida los unió en una misma camiseta: la del Cosmos de Nueva York, equipo al que llegó el brasileño con un contrato por seis millones de dólares. Beckenbauer dice a Pelé que comprende su satisfacción porque la mayoría de los futbolistas viene de estratos sociales humildes y que aquel que llega a la cúspide tiene pánico de echar marcha atrás. "Además --dice el "Kaiser"-- hay que tener en cuenta que en el Brasil viven blancos, negros, mulatos, indios, portugueses, españoles, alemanes y japoneses y que todos los políticos niegan la existencia del racismo pero en la realidad éste existe y se sufre cotidianamente". Pelé, con la misma humildad de todos sus años, mantenida a prueba a pesar de todas sus glorias, ratifica: "Si un hombre es blanco, se mantiene blanco. Si es negro se mantiene negro. Yo tengo una piel oscura, pero quizás sólo la fama y la plata me hacen un poco más claro".
La afirmación de Pelé está desprovista de amargura. Lejos de ella está este hombre jovial que toca guitarra y canta con una voz cálida, que invita a Beckenbauer a jugar un partido de tenis (ganó el alemán, pero el brasileño no quiso reconocer su derrota ante los periodistas), que cuenta que vive solo en esta mansión: sus padres y Zizinho, que es su hermano y su abogado, prefirieron quedarse en Santos. Su compañera, la rubia Xuxa, de 24 años y de profundos ojos azules, es modelo y moderadora de un programa infantil de televisión y por eso vive en Rio de Janeiro. Y su ex esposa, Rosemari, con quien tuvo tres hijos, se quedó viviendo en Nueva York. Pelé, pues, vive en esta casa de no se sabe cuántos cuartos, acompañado de dos guardaespaldas, un ama de llaves y dos parlantes estratégicamente ubicados donde la samba es rey. Pero los fines de semana declara prácticamente puertas abiertas y son muchos los amigos de la "perla negra" que vienen a visitarlo.

Declaración socialista
Dentro de esos visitantes de fin de semana estuvo Beckenbauer y Pelé lo invita a pasar en su casa todo el tiempo que quiera. Pero el ex capitán de la selección alemana de fútbol tiene el compromiso de preparar al combinado de su país a la competencia de México y por eso no puede quedarse más allá de lo necesario para visitar a su amigo.

--¿He oído que te empujan a la política?, pregunta el "Kaiser".
"La política es un negocio muy difícil, sobre todo en Brasil. Nuestra tierra tiene que hacer su propio camino. No tomar el rumbo de Estados Unidos, ni de Rusia, ni de China como modelo. Yo puedo decir que soy un socialista, un demócrata. No soy un radical, porque considero que debemos ser cautelosos y hábiles. Si algo puedo cambiar o si puedo ayudar, allí estaré".
La pregunta de Beckenbauer sobre política se desprende de una observación que después expresa: el interés que el fútbol despierta en Brasil donde Pelé es más importante que los políticos. Recuerda el alemán que en el estadio Maracaná ha visto verdaderos delirios y gigantescas manifestaciones, que nunca se dan en política.
"Fue en ese estadio --recuerda Beckenbauer-- donde Pelé me pasó un balón por entre las piernas en un partido en 1968, como si yo fuera un principiante. Allí, un año después, anotó su gol número mil y sonaron todas las campanas del Brasil. Allí también jugó en 1971 su último partido para Brasil y a pesar de que 140 mil personas le gritaban ¡quédate, quédate!, se despojó de su camiseta número 10 y se la regaló a un recogebolas negro que se perdió entre la multitud. Por eso es que Pelé podría incursionar con éxito en la política".
La charla del "Kaiser" con el rey alimentada de anécdotas y de opiniones y con marco envidiable de una piscina asoleada y una mesa servida de jugos de frutas y una papaya gigantesca, se encamina luego por averiguar qué hace hoy Pelé. Sus negocios son manejados a través de una empresa llamada Commerce and Enterprises, a través de la cual hace propagandas para numerosos productos. La gerencia la comparten entre él y su hermano, que administran a cientos de trabajadores en San Pablo, Rio y Nueva York, donde tienen oficinas.
Pero a lo que más está dedicado Pelé en estas últimas épocas es al cine. Ha participado, como actor, en seis películas, entre ellas en Victory, con Sylvester Stallone. Acaba de invertir con su amigo Alfredo Saad medio millón de dólares en el filme "Pedro mico", rodado en la zona tugurial de Rio. En él el ex futbolista hace el papel de un rufián de buen corazón. "Me siento satisfecho, pues aunque el éxito no ha sido abrumador, tampoco ha sido un fracaso ", dice.
--¿Y México 86?, pregunta Beckenbauer.
"Admiro mucho tu trabajo, Franz. Creo que Alemania va a ser un buen papel, pero en cambio Brasil no. Los buenos jugadores se acabaron", responde Pelé, que esta semana viajará a México como observador y reportero de cadenas de televisión. Y allí volverá a ganar las miradas del mundo, ya no hacia la cancha donde su número 10 no estará, sino hacia las cabinas de comunicación donde su figura hará recordar lo que fue ese Brasil del 70 que todos en el mundo añoran.--