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Resulta muy diciente que un jugador de 45 años, como Anthony de Ávila juegue un partido entero, no desentone y además anote un gol. Sucedió en el encuentro del domingo pasado en Cali entre América y Santa Fe

DECADENCIA

La mala racha

Con sus equipos eliminados de los torneos internacionales, la clasificación al Mundial en problemas y un torneo con más veteranos que jóvenes, el fútbol colombiano vive su peor momento. ¿Qué hacer para retomar la senda ganadora?, 107062

5 de septiembre de 2009

Parecía una postal familiar. En compañía de unos jóvenes que podrían ser sus hijos, Anthony el 'Pitufo' de Ávila, a sus 45 años, celebraba emocionado la conquista de un gol. Pero no. No era una foto del álbum familiar ni fue en un partido homenaje. Era un encuentro válido entre América y Santa Fe por la octava fecha del torneo local en el que De Ávila jugó 90 minutos sin desentonar con el resto de jugadores.

Este hecho se sumó a la eliminación en primera ronda de la Copa Suramericana de La Equidad y Cali y a las críticas que hizo el técnico de Nacional Ramón Cabrero sobre el atraso en materia táctica del fútbol colombiano. Con clubes en la ruina y ligas que hace rato dejaron de formar talentos, ese deporte parece estar viviendo su peor momento en los últimos 30 años. ¿Qué está sucediendo?

Lo primero es remitirse a la formación de los jóvenes valores que durante décadas correspondió a las ligas. "Durante años estas fueron el soporte del fútbol colombiano y de los torneos aficionados salían los mejores, pero hoy se está trabajando mal. El trabajo de la Difútbol es malísimo", asegura Iván Mejía, periodista de Caracol Radio. "El trabajo que les corresponde a las ligas ahora lo cumplen los clubes profesionales y en la mayoría no hay recursos para tener unas inferiores sólidas".

Lo cierto es que hoy los clubes se concentran más en buscar talentos para ubicarlos tan pronto como sea posible en el exterior que en conformar equipos. A esto se suma que buena parte de los futbolistas que se transfieren son propiedad de particulares, lo que impide que a los equipos lleguen recursos para contrataciones o infraestructura. Así también es difícil que los entrenadores se capaciten y se actualicen. "Los técnicos no viajan, no se renuevan. Se quedaron en una o dos ideas", asegura Mejía.

Sin la formación necesaria para triunfar en ligas de altísimo nivel, es común que los futbolistas criollos fracasen en el exterior, lo que no siempre logran superar. Y tanto afán por exportar deja al torneo local sin figuras. Hoy, las nóminas son una combinación de jugadores de regular nivel con otros que vienen a quemar sus últimos cartuchos.

Otro tema es el del sistema de campeonato, que sacrifica calidad por emoción. Para el comentarista Hernán Peláez, "los grandes se dieron cuenta de que los equipos chicos no hacen inversiones grandes y ganan... Ese conformismo sólo desaparecerá cuando se hagan torneos más extensos". Tal y como se vio el semestre pasado con el Once Caldas, hoy un equipo puede hacer una campaña irregular, clasificarse en el último suspiro entre los ocho mejores para luego inspirarse y conseguir el título. La urgencia por clasificar entre los ocho y así salvar el año en materia económica es un obstáculo para los técnicos. "Es muy difícil que en 18 partidos haya nivel, estructura y trabajo. A la quinta fecha ya están despidiendo técnicos", opina el ex futbolista y abogado Carlos González Puche, representante del gremio.

Algo similar ocurre con la Selección Colombia, perjudicada por falta de confianza en el trabajo de los técnicos, sacrificados cada que se da una seguidilla de derrotas. Tantos afanes por ver rodar cabezas han impedido que se consolide un proceso. Sea a nivel de selección o de clubes tener un estilo de juego propio es un elemento clave a la hora de atraer aficionados que, además, ya no tragan entero gracias al fácil acceso que hoy tienen a otras ligas de nivel superior.

Con este panorama son tres los desafíos. Primero: encontrar un lugar en un fútbol globalizado aceptando como algo irreversible que Colombia es un país exportador de jugadores. El segundo: arreglar la casa con normas que reestructuren los clubes y regulen su funcionamiento. Por último, apostarle de nuevo a nivel de selección a un proceso a largo plazo que, de paso, sirva para recuperar esa identidad en la cancha que hace rato se extravió.