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Bancos en la mira

Revive la polémica por los costos de los créditos que otorgan las entidades financieras. ¿Qué hay en el fondo de este debate para bajar las tasas?

10 de julio de 2005

Hace tres semanas, durante la convención anual de los banqueros en Cartagena, el presidente Álvaro Uribe le hizo un pedido muy especial a la banca: bajar en 3 puntos los intereses de la vivienda de interés social (VIS). Al llamado del Presidente se unieron también constructores, pequeños y medianos empresarios, comerciantes y otros sectores productivos, que solicitaron al sector financiero una mayor reducción de los intereses, no sólo en la financiación de las viviendas de interés social, sino en otras modalidades.

El episodio llamó la atención del país sobre un hecho aritmético muy sencillo pero de grandes implicaciones económicas y políticas. Quien se acerca a un banco a solicitar, por ejemplo, un crédito de consumo, debe pagar una tasa cercana al 20 por ciento anual. Ese mismo banco, sin embargo, a la hora de remunerar los depósitos de los ahorradores, apenas reconoce una tasa que se acerca al 7 por ciento en el caso de un CDT. La diferencia entre una tasa y otra es lo que se conoce como margen de intermediación, que no es otra cosa que la remuneración que reciben los bancos por el servicio que prestan, es decir, la carne de su negocio.

Aunque se podría considerar un tecnicismo financiero reservado para las discusiones de los entendidos, el margen de intermediación se ha convertido en objeto de una acalorada discusión en el país. La queja de muchos usuarios y de algunos miembros del gobierno es que los bancos están cobrando unas tasas excesivamente altas por los créditos que otorgan. Algo que, en opinión de los críticos de los bancos, en nada contribuye al propósito de sacar la economía del estancamiento en el que anda pues es bien sabido que una condición indispensable para que ésta crezca rápidamente es que el crédito fluya a las empresas y a los hogares.

Se trata de un aspecto en el que Colombia está mal parada. A finales de 2004, el crédito de la banca al sector privado, medido como proporción del Producto Interno Bruto, fue del 22 por ciento, muy por debajo del promedio de los países desarrollados, que es del 83 por ciento, y del de América Latina, que es del 28 por ciento. Esta escasez se refleja en los costos del crédito. Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo, el margen de intermediación en Colombia es mayor que en muchos de los países de América Latina, sólo superado entre las grandes economías de la región, por Venezuela y Brasil.

No es la primera vez que el tema está sobre el tapete. De hecho, la tendencia es que cada cierto tiempo alguien llama la atención sobre el margen de los bancos. Muchos colombianos todavía recuerdan cuando, hace unos cinco años, el entonces ministro de Hacienda Juan Camilo Restrepo dijo que si los bancos no bajaban las tasas de sus créditos, él las bajaría a sombrerazos.

En esta ocasión, sin embargo, la discusión es particularmente álgida. En parte por el contexto en el que tiene lugar, que es el de una banca nacional que tuvo utilidades el año pasado por 2,9 billones de pesos, la cifra más alta de toda la historia y que señala la superación definitiva de la crisis financiera de finales de los 90. Muchos no entienden por qué si los bancos socializaron las pérdidas, por allá en el 99, ahora cuando ganaron casi tres billones de pesos, no socializan también las ganancias. "Así como el gobierno hizo esfuerzos para ayudarles a los banqueros a través de los créditos de Fogafín, ahora es el turno de la banca para aportar a la reactivación", es la típica frase que se oía en los corredores del centro de convenciones de Cartagena, durante la pasada convención bancaria.

Pero también porque el tema se presenta en un momento en que los banqueros han manifestado su preocupación por uno de los grandes problemas del país: la pobreza. Hace poco menos de tres meses que Luis Carlos Sarmiento Angulo, el zar de la banca colombiana, lanzó una propuesta para hacer un gran pacto nacional para combatir la pobreza en Colombia, que supera el 50 por ciento. ¿Por qué si a los banqueros les preocupa tanto la pobreza, no bajan entonces las tasas que cobran por los préstamos?

Un debate de fondo

Pero bajar las tasas no es tan fácil como parece. Según el propio análisis del BID, el tamaño del margen de intermediación depende de varios elementos. Uno es el riesgo de incumplimiento en el pago de los préstamos, pues no toda la plata que se presta se recupera. Y la que sí se recupera, tiene un costo asociado muy alto. En Colombia el tiempo estimado para hacer efectiva una garantía es de 363 días y el número de trámites que se tienen que surtir es de 37, cifras que internacionalmente colocan al país entre los más atrasados.

Otro obstáculo es el nivel de inversiones forzosas, que pasaron de presentar el 4,5 por ciento de los depósitos hace 10 años, al 7,3 por ciento al final de 2004. En general, los costos asociados a la reglamentación del sector, como el crédito dirigido, los topes a las tasas de interés y los encajes son costos que impiden mayores recortes en los márgenes.

Ni hablar de los impuestos. Según cálculos de Asobancaria, los bancos pagan una tasa efectiva del 52 por ciento en impuestos, lo que los convierte en el segundo sector de la economía que más tributos paga después del petrolero. Pero de todos, el impuesto del cuatro por mil ha sido el más nefasto, porque ha generado una desintermediación de casi el 30 por ciento, pues la gente prefiere tener la plata en el bolsillo en lugar de meterla en un banco.

Por todo lo anterior, argumentan los banqueros, el margen de intermediación no se puede calcular como la simple resta de las tasas entre lo que prestan por los créditos y lo que pagan por los depósitos. "Los tasas de los créditos no responden a un capricho de los bancos", dice la presidenta de Asobancaria, Patricia Cárdenas, al tiempo que asegura que el costo de los créditos se ha reducido sustancialmente en los últimos años, entre otras cosas, gracias a la mayor competencia.

El otro punto en discusión es el cobro que hacen los bancos por el uso de los servicios financieros. Mientras que en el mundo la mayoría de instituciones financieras ya no cobran por estos movimientos, en Colombia hay tarifas para todo: uso de cajeros, transacciones telefónicas, cuotas de manejo, retiro con volante, retiro sin volante y un etcétera de sobrecostos que se han convertido en una atractiva fuente de ingresos para los bancos. Hasta los comerciantes, agrupados en Fenalco, llevan años peleando con los bancos para que éstos reduzcan las comisiones que cobran a los establecimientos por el uso del dinero plástico, que hasta hace poco estaban en promedio en 4,6 por ciento, una de las más altas de América Latina.

Más allá de todas las discusiones, lo cierto es que el crédito en Colombia sigue siendo escaso y caro. No sorprende, así, que ésta sea una de las principales preo-cupaciones del gobierno, comerciantes y empresarios, a quienes en muchas ocasiones se les convierte en un obstáculo insalvable para crecer. Queda mucho por hacer y es urgente hacerlo. Ni la economía ni el sector financiero podrán salir adelante si el uno no se apoya en el otro. Obras son amores y no buenas razones.

¿Los bancos abusan de su poder?
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