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¿DE QUIEN FUE LA CULPA?

APAGADO EL INCENDIO EN PUENTE ARANDA SE INICIA EL JUICIO DE RESPONSABILIDADES

17 de enero de 1983

En la página y media que la Empresa Colombiana de Petróleos ocupa dentro del directorio telefónico, existe un pequeño lingote que figura hace dos años, perdido entre una maraña de divisiones técnicas y administrativas: dice "proyecto terminal de combustibles de la Sabana".
Tras él se esconde un grupo de hombres que adelantan la construcción de nuevos depósitos lejos de la ciudad, en terrenos cercanos a Facatativá, treinta kilómetros al occidente de la capital, donde almacenarán el gas, la gasolina, el "cocinol" y demás combustibles que fluyen diariamente por el oleoducto de Barrancabermeja para nutrir el consumo descomunal de Bogotá.
Pero el acontecimiento que trataron de prever se les adelantó: el viejo terminal de Puente Aranda, enclavado en el corazón industrial de la ciudad estuvo a punto de desaparecer y el fuego que se desató en tres de sus veinte tanques ardió salvajamente cuatro días después de iniciado, desafiando todos los cálculos y previsiones de los técnicos. En efecto, cada vez que se le consideraba dominado y en vía de inminente extinción, tomaba nueva fuerza, burlando los esfuerzos de 150 bomberos, un cuerpo técnico de ingenieros de seguridad, 200 hombres de la defensa civil y 200 carrotanques que trabajaron casi sin relevarse en el interior de una santabárbara que podía volar con todos ellos en cualquier momento. El fuego contrarió todos los cálculos, desde las predicciones que se hicieron sobre la hora exacta de su extinción mediante estudios termográficos, hasta los presagios sobre la ayuda que prestaría la lluvia.
Puente Aranda, terminal situada en los terrenos de una antigua hacienda colonial, contradice todas las normas mundiales de seguridad para almacenaje de combustibles. Sus tanques rodean, a menos de cincuenta metros de distancia, las instalaciones militares del batallón de artillería número uno del Ejército, la guarnición más grande de la ciudad, con miles de hombres en su interior. Cruzando una calle, los muros de la cárcel Modelo, que agrupa a casi seis mil presos colindan con las cercas de alambre de la terminal, cuyo otro costado limita con uno de los barrios más populosos de la ciudad, el de Cundinamarca. Las estrictas normas de seguridad observadas en la construcción de los tanques evitaron que se produjera una tragedia, ya que de haber volado los depósitos de gas cercanos al fuego, muy poco habría quedado en cinco kilómetros a la redonda.
Desde entonces, el anuncio del desastre inminente se ha repetido muchas veces, especialmente durante los últimos cinco años. Artículos periodísticos y advertencias de ingenieros expertos en seguridad predijeron claramente lo que iba a suceder. Sin embargo, la ciudad, necesitada de un lugar donde albergar el combustible que se consume durante una semana, sobreutilizó a Puente Aranda, sin hacer un traslado que a todas luces era obligado y urgente.
El saldo en víctimas fué de una persona muerta y doce heridas, bajo en comparación a los miles que hubieran podido morir si el estallido se hubiera extendido hasta las últimas consecuencias, pero demasiado alto se se tiene en cuenta que la tragedia se previó y se hubiera podido evitar, pero no se hizo.
El hecho de que no haya habido más muertos en la zona no quiere decir que los habitantes de Puente Aranda y los alrededores no se hubieran visto seriamente afectados. Túvieron que abandonar sus casas para evacuar el lugar, y los casos de asfixia fueron frecuentes.
Los miles de usuarios de los combustibles que se quemaron ignoraban que la estructura diseñada para satisfacer sus necesidades, fuera una bomba de tiempo enclavada en el corazón de la ciudad. Lo que aún está por establecerse es el grado de responsabilidad que recae sobre la compañía Esso Colombiana por mantener en funcionamiento una planta que violaba todas las normas de seguridad, y de las autoridades que permitieron tal anomalía.
LA CHISPA
Muchas teorías esbozadas durante los días del incendio, para determinar sus causas. Uno de los primeros en lanzar una hipótesis fue el general Bernardó Lema Henao, uno de los más altos comandantes del Ejército, quien dejó entrever, en declaraciones a periodistas radiales minutos después de iniciado el fuego que podría tratarse de un "atentado" contra las instalaciones militares del batallón número uno. Se habló de una bomba e incluso llegaron a mencionarse supuestos disparos efectuados desde un vehículo en movimiento. Sin embargo, esta apresurada hipótesis fue desfigurándose poco a poco, hasta caer en el olvido.
Se habló entonces de un posible escape de combustible en las tuberías subterráneas que intercomunican los tanques entre sí, el cual habría sido inflamado por alguna chispa. Fue mencionado un carrotanque que a esa hora se encontraba llenando su depósito con cocinol, cuyo tubo de escape habría sido la causa inicial del fuego.
Tal vehículo se encuentra, efectivamente, convertido en un montón de escombros cerca de los tanques incendiados. Existe una segunda teoría que habla de un posible rebosamiento del combustible del tanque 17, el primero que ardió, debido a un descuido por parte de los técnicos responsables de su manejo. El exceso de combustible, entonces, habría salido al exterior por los sumideros correspondientes, y una chispa cualquiera, inclusive un simple contacto eléctrico, habría inflamado el combustible.
Semanas antes del suceso, el tanque principal, el primero en prenderse, fué desocupado para hacerle una serie de reparaciones. Tras reforzarlo, volvieron a llenarlo mediante un bombeo muy intenso que duró días enteros. Toda esta operación debió producir un alto grado de contaminación de vapores inflamables, que pudieron producir el incendio, o agravarlo una vez iniciado.
Según fuentes de la Esso, es cierto uno de los rumores según el cual el teniente del Ejército Marco Quintero Torres, gravemente quemado durante el principio de la conflagración, se encontraba accionando el encendido de una motocicleta cuyo exhosto estaba dañado, a alguna distancia de los tanques de gasolina. Al parecer, su acción coincidió con el momento en que los vapores del combustible escapaban del tanque, y el oficial voló despedido por la fuerte explosión con la que se inició el incendio, a las 10:30 de la noche del lunes trece de diciembre.
Técnicos especializados del Consejo de Seguridad Industrial explicaron a SEMANA que los vapores producidos por la gasolina son muchas veces más pesados que el aire, y por ello tienden a depositarse a nivel del suelo y a extenderse a notable distancia del lugar donde se encuentre el combustible líquido. Ello puede ser causa de que un depósito se incendie por una chispa producida a decenas de metros de él sin que medie necesariamente un derrame de líquido. El oficial no tenía por qué saber que las chispas de su motocicleta podrían iniciar un incendio en el aparente seguro depósito.
En realidad, la culpa, si hubiera que buscarla, recaería en el desacato a las normas internacionales de seguridad sobre depósitos de combustibles, que especifican claramente las distancias que debe haber entre ellos y las calles (mucho mayores que las que hay en el caso de Puente Aranda) y las distancias exigidas entre los depósitos y edificios densamente poblados. En este caso, en un radio de menos de mil metros, se reúnen más de diez mil presos y militares, en cercanías de uno de los barrios más populosos de la ciudad. De manera que, de acuerdo con las normas internacionalmente aceptadas que emitió hace algunos años la National Fire Protection Association, en Puente Aranda se daban todas las condiciones para que se produjera una tragedia, la cual fue milagrosamente evitada por un cuerpo de bomberos que, como el colombiano, carece de equipos adecuados y formación técnica completa para este tipo de emergencias, pero que logró mantener el fuego controlado a punta de coraje, hombres quemados, asfixias, riesgo personal y buena estrella.
"FOAM" DESPERDICIADO
Ante la emergencia, debió prestar ayuda el cuerpo de bomberos del aeropuerto Eldorado, cuatro de cuyos hombres resultaron gravemente heridos durante una de las últimas explosiones. Los bomberos de la Aerocivil pusieron a disposición del puesto de comando que se formó para el incendio, tres de las más modernas máquinas que existen actualmente para combatir incendios. Aunque diseñadas para fuegos breves e intensos como los que se pueden presentar tras accidentes aéreos, las máquinas prestaron un servicio invaluable durante la emergencia. La Aerocivil registra, sin embrgo, una pérdida de aproximadamente un millón de pesos porque uno de los aparatos, el T-6 resultó practicamente inutilizado durante la misma explosión. Sin embargo, durante las primeras horas del incendio se produjo una total descoordonación entre los bomberos, los jefes de seguridad de las empresas comprometidas en la conflagración y los ingenieros especializados en el manejo de este tipo de emergencias.
Así, la espuma antiincendio ("foam") que logró reunirse fue lamentablemente desperdiciada al no aplicarse con la concentración e intensidad necesarias, y fue necesario dejar que el fuego se extinguiera por sí solo, limitándose únicamente a evitar su propagación a otros tanques o a las bombas de gas.

LOS ULTIMOS MINUTOS
A las 10:30 de la noche del lunes, el celador de turno de la planta de Puente Aranda sintió un fuerte olor a gasolina. Inmediatamente llamó a Armando Barrero, supervisor de bodega de Intercol (Esso), y le comunicó que debía haber algún derrame. Barrero, que estaba en su casa, buscó al supervisor de operaciones de la empresa, que era la persona que podía atender una emergencia de ese tipo. Duró media hora buscándolo, y como no lo encontró, telefoneó de nuevo a la planta. Le contestó una voz que no era la del mismo celador y que le gritó, antes de que el pudiera preguntar nada: "Llame a los bomberos, que ésto se incendió!" .
Fue así como cuatro décadas después de ver arder, un 9 de Abril, el centro de la ciudad, y una década después del trágico incendio del edificio de Avianca, Bogotá volvía a presenciar las llamas, atónita e impotente.
TIPOS DE TANQUES
Los tipos de tanques de almacenamiento de combustible son muchos.
Los más comunes sin embargo, son los "ordinarios dé techo cónico", que se limitan a ser depósito metálico o de concreto cuyas paredes pueden llegar a tener hasta 12 centímetros. Existen modificaciones en las tapas de estos depósitos, que permiten controlar la acumulación de gases en su interior. Hay, por ejemplo, depósitos de techo elevador, que se mueve hacia arriba y hacia abajo, hidráulicamente, cuando hay cambios de presión.
Existen, también, depósitos con cúpula de vapor, en cuyo techo hay un diafragma flexible que se mueve de acuerdo con los cambios de volumen del vapor.
El tanque 17, en donde comenzó el incendio de Puente Aranda, es de los llamados "de techo flotante", cuya plancha de cubierta descansa sobre el líquido y se mueva con él al variar el nivel, evitando la acumulación de gases. Gracias a ello, el tanque no explotó y se produjo la extinción del fuego al bajar el nivel del combustible, pero la tapa flotante impidió también una solución rápida del problema.
Estos aparatos cuentan con sistemas internos de ventilación, agujeros de drenaje y dobles paredes que garantizan la conservación de la temperatura a pesar de los cambios de ambiente. Aceptan la dilatación y resisten las altas temperaturas de un incendio. Además, están rodeados por fosos que impiden la dispersión del combustible en caso de rotura, cuentan con manómetros que permiten saber a qué presión se encuentran en todo momento y son revisados periódicamente para establecer qué niveles ha alcanzado la corrosión dentro de ellos. Están pintados de blanco para refractar el calor y sus materiales tienen altos puntos de fusión. Las normas y especificaciones sobre su construcción son dictadas por la API (American Peteroleum Institute) y generalmente son construídos por Underwriters Laboratories.
Existen fórmulas especiales para determinar el espesor exacto de un tanque de acuerdo con el combustible que vaya a contener. La especial fortaleza del tanque 17, que nunca perdió su tapa --sólo sufrió una rotura por la explosión inicial y no perdió sus formas- evitó una dispersión del combustible que contenía. De otra forma, el fuego se habría extendido inevitablemente al resto de tanques y edificios.
CRONOLOGIA DEL INCENDIO
Lunes 13 de diciembre
10:30 p.m.: Estalla el tanque de gasolina número 17, de cien mil barriles de capacidad, que pertenecía a la Esso Colombiana, dentro del terminal de combustibles de la carrera 50 con Calle 18 de Bogotá. Ocho personas resultan heridas y ocho vehículos quedan destrozados.
12:00 p.m.: La radio anuncia que el fuego está controlado. Sin embargo, se ha propagado al tanque 15, contiguo y notablemente más pequeño, y lame los costados del 16, repleto de kerosene. En realidad, lo que los hombres han logrado aislar un fuego incontrolable del resto del complejo. Las llamas alcanzan cien metros.
Martes 14
10:30 a.m.: Doce horas después de iniciado, el incendio parece incontrolable. El tanque pequeño pierde su tapa en una moderada explosión y empieza a fundirse contra el piso. Se anuncia la llegada del técnico norteamericano Jimmy Digs.
12:00 a.m.: Digs gira en un helicóptero alrededor del fuego y llega a la misma conclusión de los bomberos colombianos: dejar apagar el incendio por sí mismo. Pero determina la cantidad exacta de agua que será necesaria para refrigerar los demás tanques 6.000 galones por minuto.
3:00 p.m.: El viento acuesta las llamas en dirección a los tanques de propano y se produce uno de los momentos de mayor crisis en la tragedia, cuando todo parece salirse de control.
10:30 p.m.: Al cumplir 24 horas el incendio parece más fuerte que nunca. Se inicia el montaje de cortinas de agua permanentes para aislar del calor de los demás tanques.
Miércoles 15
11:00 a.m.: Falla el primero de los cálculos sobre la extinción del fuego.
3:00 p.m.: Sube la temperatura del tanque de kerosene mientras disminuye la intensidad del fuego de gasolina. El tanque pequeño se funde contra el suelo.
Jueves 16
12:00 a.m.: Con la gasolina prácticamente extinguida, explota el tanque de kerosene. Hay cuatro heridos y un violento recrudecimiento del fuego. Muere uno de los heridos, el celador José Antonio García Medina, que sufrió quemaduras de tercer grado.
3:00 p.m.: El cambio en el color del humo parece anunciar el final del drama. Sin embargo las llamas del kerosene aumentan.
12:00 p.m.: En un último alarde, el incendio vuelve a su intensidad inicial en medio de un aguacero torrencial. Hay desaliento en las filas de bomberos.
Viernes 1 7
A la madrugada, el fuego se extingue, tras la lluvia. Pero nadie puede acercarse a su centro, donde la temperatura aún es de cientos de grados.