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DESBARATA UN BALIN

¿Cómo hizo un corredor de bolsa de 28 años para acabar con una entidad bancaria con 233 años de tradición?

3 de abril de 1995

HACE APENAS ALGO MAS DE SIGLO Y MEdio, el duque de Richelieu lo resumió todo en una frase: "Existen seis potencias en Europa: Inglaterra, Francia, Rusia, Austria, Rusia y Barings". Sin embargo, aun si el noble francés tuviera todavía la razón, lo cierto es que este año la lista ya se redujo tan solo a cinco. A finales de febrero, la imprudencia de un corredor bancario acabó durante un fin de semana con una entidad creada en 1762 en Londres por un hijo de inmigrantes llamado Francis Baring. Así, de improviso se terminó la historia de una de lo bancos más venerables del Reino Unido. Para la historia quedaron episodios tan famosos como el crédito que Barings le diera a Estados Unidos en 1803 para la compra de Luisiana. O la cuasiquiebra de 1890 cuando un préstamo a la Compañía de Acueducto y Alcantarillado de Buenos Aires salió mal y el Banco de Inglaterra tuvo que darle la mano para evitar que todo el sistema financiero londinense se cayera como un castillo de naipes. Pero nada de eso sirvió. A finales de la semana pasada, la única esperanza que quedaba era que la otrora orgullosa casa bancaria fuera comprada por el Banco ING de Holanda por una suma simbólica: una libra esterlina. Ese por lo menos era el comentario cuando se supo que el ING logró un acuerdo de exclusividad para adelantar la compra de la institución, con todos sus activos y pasivos incluidos. La causa de semejante de debacle fué la imprudencia de un empleado de 28 años, Nick Leeson, quien trabajaba en la sucursal del Banco en Singapur y fue detenido el jueves pasado en Francfort por la Policía alemana. Nacido en un modesto barrio londinense, hasta su derrumbe Leeson era considerado como una de las estrellas ascendentes de Barings. Había entrado a la firma en 1989 para trabajar como asistente en una oscura dependencia, pero su empeño hizo que fuera trasladado a Singapur en 1992. Un año después fue promovido a corredor en el mercado de opciones y futuros lentamente empezó a ganarse la confianza de todos.
La especialidad de Leeson era relativamente sencilla. Hacía inversiones importantes, tratando de aprovecha las diferencias en precios entre instrumentos financieros que se negocian en las bolsas de Singapur y Japón. Cada vez que su computador detectaba esa diferencia, Leeson compraba en un mercado y vendía inmediatamente en el otro, obteniendo utilidades en cuestión de minutos.
Sin embargo, a finales de enero pasado, Leeson decidió cambiar de táctica. En vez de comprar y vender al mismo tiempo, se dedicó tan sólo a lo primero. Sus apuestas fueron dos: la primera consistió en que los precios de las acciones en la bolsa de Tokio iban subir, para lo cual invirtió 7.000 millones de dólares. La otra fue que las tasas de interés en Japón iban también a subir, en lo cual invirtió 22.000 millones de dólares más.
Semejante suma, por supuesto, no se giró en un solo cheque. A medida que las acciones y los intereses disminuían, Leeson iba comprando cada vez más y más, al igual que un jugador de ruleta que espera recuperarse con el siguiente pleno. Como muestra de seriedad pagaba solo el 10 por ciento del valor de la operación, hasta que el dinero se acabó y tuvo que solicitarle más a la casa matriz. Fue entonces cuando un contador enviado de Londres encontró la verdad. Las pérdidas en el primer momento se estimaron en 650 millones de dólares, ocasionadas en un 80 por ciento por cuenta del desplome del mercado accionario. Con el transcurrir de los días, ese total llegó casi a los 1.000 millones de dólares.
Semejante suma arrasó con el capital de Barings, estimado en unos 860 millones de dólares. A pesar de los esfuerzos iniciales del Banco de Inglaterra para darle la mano, con el correr de las horas fue evidente que el saldo en rojo era demasiado grande para poder ser cubierto.
Ahora lo que viene es tratar de salvar lo que se pueda. Si la oferta del ING se acepta, es posible que buena parte de las operaciones existentes se conserven. Hasta la semana pasada Barings tenía tres divisiones con excelente reputación: una encargada de asesorar empresas, otra que administraba dinero de sus clientes, y una última dedicada a la investigación y compra de acciones. Esta precisamente tiene oficinas en Colombia, pues Barings era una de las entidades con mayor conocimiento en los llamados mercados emergentes. No en vano fue la primera firma que llegó al país cuando se autorizaron los fondos extranjeros para compra de acciones. Se estima además que dos terceras partes de las transacciones que hacen estos fondos, cuyo valor se aproxima a los 600 millones de dólares, se han realizado utilizando los servicios de la oficina de Barings en Bogotá.
Toda esta experiencia podría preservarse, dependiendo de lo que pase en los próximos días. Por ahora, lo sucedido va a formar parte de los libros de texto que tratarán de responder cómo hizo una persona para saltarse todos los controles e invertir sin permiso 29.000 millones de dólares.
La respuesta, posiblemente, no sea lo más alentadora. El de Barings es tan solo el caso más reciente de una ena de pérdidas ocasionadas por corredores jóvenes y ambiciosos que se han jugado la camisa de sus instituciones en los mercados financieros internacionales. Y aunque es un hecho que en muchas entidades se va a aumentar la supervisión, es casi seguro que tarde o temprano, alguien va a volver a caer.
En cuanto a Leeson, falta ver si se le extradita de vuelta a Singapur. Peter Baring, hasta la semana pasada presidente del Banco cree que en todo el asunto hubo gato encerrado. " Todas las entidades somos vulnerables al fraude", afirmó. Y porqué no, también a los errores de sus empleados. -