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EL ASESINO DEL TELEVISOR

El caso del ex marino que mató a una anciana y un menor, el más terrible pero no el único de la ola de inseguridad

9 de junio de 1986

Vuelve y juega. Como el invierno, la inseguridad aparece por temporadas y se gana las primeras páginas de los periódicos cada cierto tiempo, desatando campañas civicas, mensajes institucionales en radio y televisión y toda clase de recomendaciones de las autoridades. En los últimos días, el país se ha visto afectado por una de estas epidemias que, en esta oportunidad, se ha caracterizado no tanto por la cantidad de crimenes cometidos en ciudades y zonas rurales, como por la variedad de las modalidades y el horror que algunas de ellas han causado entre la gente. Se puede decir que en esta ocasión, en materia de inseguridad, ha habido de todo como en botica.
Sin duda alguna, el más espantoso de los crímenes fue el cometido supuestamente por un desertor de la Infantería de Marina, Gabriel Enrique Sánchez Villalobos, de 20 años, natural de Bucaramanga, quien habría asesinado el lunes 5, hacia las 12 del día, a una anciana de 81 años, Ninfa Quinchanegua viuda de Huertas, y a su nieto Héctor Bayona Huertas, de apenas 5 años. La estupefacción ante este crimen crece si se tiene en cuenta que el asesino fue llevado a la casa por el hijo de la anciana, José Huertas, quien lo había conocido tiempo atrás y la víspera del crimen le ofreció hospedaje en el apartamento en el que vivía con su madre.
Según lo establecido por las autoridades, el asesino regresó el lunes hacia las 10 de la mañana al apartamento después de haberlo abandonado al amanecer en compañía de su amigo.
Todo indica que el menor Héctor Bayona le abrió la puerta y que el criminal salió después del mediodía, tras haber colgado a la anciana y a su nieto de sendos cables eléctricos y haberse robado un televisor. Sánchez Villalobos fue capturado el jueves en San Gil, Santander. Según estableció SEMANA con las autoridades de ese municipio, el detenido confesó plenamente y, con gran tranquilidad, reveló que había asesinado a la anciana y al menor "porque necesitaba 5 mil pesos y para eso robé el televisor". Al ser capturado, Sánchez aún no había podido vender el aparato electrodoméstico.
Pero lo que ha llevado a muchos medios de comunicación a iniciar una cruzada contra la inseguridad es que el anterior no ha sido un hecho aislado. El lunes en la noche, en el corregimiento de El Brasil, municipio de Ebéjico cerca a Medellín, un sacerdote de 71 años,Alonso Velásquez Londoño, fue asesinado a machetazos por una pareja que al parecer entró a robar en la casa cural. La Policía capturó horas después a Nebardo Marin como sospechoso y buscaba a una mujer que habría actuado con él. El mismo lunes, Marin estuvo a punto de ser linchado por los habitantes de El Brasil.
Pero además de este asesinato, en Cambao, Cundinamarca, a orillas del rio Magdalena, a principios de la semana desapareció una imagen de la Virgen que, según declaraciones del párroco del lugar, era una de las pocas cosas que tenía esa población. Se trata de un cuadro sin mayor valor comercial.
Mientras esto sucedía, funcionarios de Ingeominas denunciaban que, por segunda vez en menos de cuatro meses, algunos equipos de medición de los niveles de sismicidad de la zona del cráter Arenas del volcán Nevado del Ruiz habían sido robados. En este caso, la sorpresa de la gente surgía del hecho de que nadie entendía para qué podían servir esos equipos a quienes los habían robado.
Entre las modalidades de robo que parecen no tener precedente hay una que se ha impuesto bajo los puentes de la calle 26 en Bogotá. Se trata de una novedosa forma de robar carros.
Bajo los puentes, sobre los andenes peatonales, se ubican los asaltantes y lanzan un ladrillo contra el vidrio panorámico del carro que desean robarse. El susto del conductor es tan grande que frena en seco y en ese momento, los pandilleros lo bajan del carro amenazándolo con arma blanca. Sólo que algunas veces el robo se frustra porque el frenazo en seco del conductor produce un múltiple estrellón que impide la actuación de los ladrones.
Las historias no terminan. Hasta elementos de las Fuerzas Militares han sido acusados, como en el caso de un oyente que llamó el jueves en la mañana a RCN y denunció que un cabo de la Policía había intentado robarle, tras engañarlo diciéndole que deseaba venderle 3 mil dólares. El cabo fue detenido por las autoridades y se esperaba, según palabras del oyente, "que sea castigado ejemplarmente".
Para el general Gustavo González Puerto, comandante de la Policía de Bogotá, el fenómeno de la inseguridad no es nuevo. Y en eso tiene mucha razón. "Es muy respetable --dijo a SEMANA--la posición de los medios de comunicación que están adelantando campanas, pero creo que a algunos les ha faltado madurez y sensatez". ¿Se está exagerando? Es posible, ya que la inseguridad, aparte de aterrorizar permanentemente a muchos colombianos, es también algo que de pronto se pone de moda y que luego, con la misma rapidez, pasa de moda. En Bogotá solamente, han sido detenidos 3.500 sospechosos, entre raponeros, homosexuales, prostitutas y simples indocumentados, muchos de ellos con antecedentes criminales. Pero está claro que la inseguridad no puede combatirse sólo con campañas de solidaridad, llamados a que la gente denuncie y detenciones masivas. Algo muy grave tiene que estar pasando en los estratos sociales más bajos para que los niveles de desesperación estén rebasando todos los límites conocidos. --