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Fin de un monopolio

Un moderno "David" de sólo 37 años desafía a Emilio Azcárraga, el "Goliat" mexicano de las comunicaciones.

23 de agosto de 1993

POCOS HUBIERAN PODIDO predecir hace algunos meses que el monopolio privado de la televisión mexicana llegaría a su fin. Pero menos aun podrían haber adivinado que quien se atrevería a entrar en los terrenos de Emilio el "Tigre" Azcárraga, el zar de las comunicaciones en México, sería un joven comerciante, practicamente desconocido en el mundo de la televisión. Se trata de Ricardo Salinas Pliego, un joven comerciante miembro de una acaudalada familia de Monterrey que, hasta hace poco, se dedicaba exclusivamente a Elektra, una cadena de mas de 280 almacenes de muebles y electrodomésticos.
Hace poco, Salinas Pliego y su grupo de inversionistas decidieron ampliar sus negocios y apostarle a la televisión. Tras meses de estudio presentaron una atractiva propuesta al Gobierno mexicano, el cual había decidido privatizar los dos canales de televisión de propiedad del Estado, presionado en parte por el gran descontento político existente en ese país por el hecho de que tan poderoso medio de comunicación estuviera en manos de una sola persona.
Y aunque nadie creía que Salinas Pliego -que no tiene ningún parentesco familiar con el Presidente de su país- pudiera hacerle frente a dos de los industriales más poderosos de México -Adrian Sada y Clemente Serna- y mucho menos al grupo compuesto por la Paramount y Capital Cities, propietaria de la cadena de televisión norteamericana ABC, la oferta de 641 millones de dólares que propuso el grupo del joven Salinas resultó muy superior a la de sus rivales.
Aunque habían sido catalogados como los más débiles de la subasta, todo parece indicar, sin embargo, que la que acaban de superar era la más fácil de las pruebas para Salinas y su grupo. Los nuevos propietarios de los canales 7 y 13 tienen ahora que remontar la parte mas difícil: enfrentar solos al monstruo de Televisa, el conglomerado de comunicaciones más importante de América Latina. El Grupo de Azcárraga no es propiamente un contrincante menor: cuenta con estaciones de radio, cuatro cadenas de televisión y 181 canales locales, diarios, revistas, salas de cine y un satelite de comunicación; vende anualmente más de 1.300 millones de dó1ares y acapara el 90 por ciento de la teleaudiencia mexicana y más de las tres cuartas partes del total de la inversión publicitaria. Y la cosa no para ahí. Azcárraga compró hace poco tiempo, en sociedad con el Grupo Cisneros, de Venezuela, la cadena Univisión de los Estados Unidos.
Queda por ver la estrategia de Salinas para competir con Azcárraga. En un país donde la televisión ha sido tradicionalmente controlada por grupos cercanos al gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), y donde la televisión, incluyendo por supuesto a la propia Televisa, ha sido tachada -no sin cierta razón- de subjetiva y gobiernista, todo el mundo sabía que las posibilidades de que las cadenas estatales quedaran en manos de personas poco afectas al Gobierno eran nulas. Y aunque una programación independiente podría llegar a ser la clave de la competencia contra Televisa, todo parece indicar que el Gobierno mexicano encontró en Ricardo Salinas y su grupo de inversionistas, un aliado firme.
Salinas Pliego no solamente ha manifestado creer firmemente en el programa político del Presidente de México, sino que. a pesar de las duras críticas que se han hecho en los últimos meses a la administración de los canales estatales, ha prometido conservar al personal actual.
Por eso, aquellos que esperaban ver por fin en México una televisión independiente quedaron algo decepcionados. Pero aún asi, para quienes consideran que el poder de Televisa se ha consolidado gracias a la falta de competencia, los dos nuevos canales privados han sido más que bienvenidos.