Patrocinio
¿Dependencia financiera? El rol de las apuestas en la economía de clubes, ligas y torneos en el fútbol profesional
El crecimiento de las casas de apuestas como principales patrocinadores del fútbol plantea un choque entre la necesidad económica de los clubes y la transparencia en la competencia.
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La presencia masiva de casas de apuestas en camisetas, estadios y transmisiones deportivas se ha convertido en un fenómeno global. Si bien estos contratos representan un alivio financiero para ligas y equipos, también exponen una contradicción estructural: mientras a jugadores, árbitros y técnicos se les tiene prohibido apostar para evitar conflictos de interés, las instituciones que regulan y organizan los torneos reciben millones de dólares provenientes de ese mismo sector.

Las casas de apuestas encontraron en el deporte -en especial en el fútbol- el escenario perfecto para expandir su negocio. Al patrocinar ligas, clubes y torneos, no solo ganan visibilidad masiva ante millones de aficionados, sino que también logran vincular directamente el consumo de sus plataformas con la emoción de la competencia. Esto último haciendo referencia al amplio mercado que presentan las casas de apuestas a sus clientes.
La gran dependencia económica del fútbol colombiano
En el país, patrocinadores como Betplay -patrocinador principal de la liga colombiana de fútbol- , Wplay, Betsson, entre otros, han sido fundamentales para sostener campeonatos, especialmente en un contexto donde varios clubes atraviesan debilidades en su parte financiera. La falta de asistencia a los estadios, la poca consolidación de la hinchada y la baja visibilidad por televisión de estos equipos-en términos de atractivo comercial- han limitado sus ingresos propios. Y es por eso que esta situación ha derivado en una fuerte dependencia del dinero de las casas de apuestas, lo que abre el debate sobre la autonomía de las instituciones deportivas frente a un único sector económico que hoy concentra gran parte de los recursos.

El caso Flamengo-Betano
En Brasil, recientemente Flamengo -uno de los clubes más importantes del continente y Brasil- firmó con Betano (patrocinador oficial del Brasileirao), el patrocinio más lucrativo en la historia del fútbol sudamericano: 46 millones de dólares por temporada. Esta cifra supera con creces a la de apoyos tradicionales y marca un hito en la forma en que el dinero de las apuestas se posiciona como el gran motor financiero del deporte.
Pero este tipo de acuerdos también genera inconformidades. La magnitud de este negocio se evidencia al compararlo con River Plate, que también luce la marca Betano en su camiseta, pero recibe un monto hasta siete veces menor, lo que afecta el equilibrio financiero entre clubes y ligas. Esto también conlleva otra discrepancia, y es que varios hinchas de clubes en Sudamérica ven imposible competir mano a mano frente a los equipos brasileños, que reciben grandes cantidades de dinero y siguen trayendo grandes estrellas del fútbol europeo y dominando los torneos internacionales.
La integridad deportiva tiene que ser el camino
Precisamente la Premier League de Inglaterra y la Comisión de juego del Reino Unido, en el año 2023 anunciaron que prohibirán los patrocinios de casas de apuestas en la parte frontal de las camisetas a partir de la temporada 2026-27, como una medida voluntaria para reducir la exposición a la publicidad de apuestas. Esto solo se aplicará a los clubes que la tengan como patrocinador principal.

A pesar de todo esto, la pregunta de fondo es: ¿Cómo garantizar que la competencia sea sana, justa y transparente si los principales recursos provienen de un sector que, en teoría, puede representar un riesgo para la integridad deportiva? La dependencia de estos patrocinios no solo plantea un dilema ético, sino que también la posibilidad de que el deporte pierda independencia frente a intereses externos que, aunque legítimos en el mercado, generan tensiones con los valores que son fundamentales a la hora de competir de forma justa y sin amaños.