david malpass Presidente del Banco Mundial
David Malpass, presidente del Banco Mundial, considera que algunos países en desarrollo enfrentan dificultades en la gobernanza y el Estado de derecho, la sostenibilidad de la deuda, la adaptación al cambio climático y el carácter limitado de los presupuestos fiscales. | Foto: getty images

Economía

Crisis: ¿más allá de 2023? Preocupante visión del Banco Mundial

Una recesión parece inevitable el año entrante. Sin embargo, el Banco Mundial hizo una advertencia adicional: si persisten tendencias como la alta inflación, bajo crecimiento y tasas altas, los países en desarrollo, como Colombia, tendrán problemas y las dificultades pueden mantenerse después de 2023, ¿por qué?

17 de octubre de 2022

Primero fue el Fondo Monetario Internacional (FMI) que encendió las alarmas. En su más reciente informe de perspectivas económicas, recortó las expectativas de crecimiento en el mundo y las llevó a 2,7 por ciento para 2023, tras una expansión en 2021 de 6 por ciento y de este año de 3,2 por ciento. Señaló, además, que para unos 143 países la perspectiva para el año entrante es más débil que hace seis meses. Y fue más allá: advirtió que el peor año está por venir. También dejó abierta la posibilidad de que el crecimiento mundial en un año caiga por debajo de 2 por ciento y en el escenario más pesimista que apenas crezca 1 por ciento.

Los riesgos siguen siendo grandes: la inflación sin control, el aumento de tasas de los bancos centrales de los países en el mundo, una mayor apreciación del dólar, las tensiones geopolíticas que genera la guerra entre Rusia y Ucrania, además del impacto en los precios y distribución de la energía y de los alimentos que impulsaran los costos por más tiempo. Y parece inevitable que los vientos de recesión se van a materializar, en Estados Unidos y algunos países europeos.

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Ahora el turno es para el Banco Mundial. Su presidente, David Malpass, compartió las preocupaciones por la recesión inminente, pero amplió la preocupación, en especial para las economías en desarrollo, como Colombia.

“Más allá de esta marcada desaceleración cíclica, los países en desarrollo se enfrentan al riesgo de que estas tendencias de las economías avanzadas —inflación, crecimiento lento, menor productividad, uso excesivo de los recursos energéticos a nivel mundial y tasas de interés más altas— continúen después de 2023. Si las políticas fiscales y monetarias actuales se convierten en la nueva “normalidad”, los gobiernos avanzados absorberán gran parte del capital mundial, lo que contribuirá a que se perpetúe la falta de inversión en los países en desarrollo y obstaculizará el crecimiento futuro”, dijo Malpass en una presentación durante las reuniones que sostuvo la organización con otras firmas globales y gobiernos de distintos países.

Dijo también que un peligro para el mundo en desarrollo es que la fuerte desaceleración del crecimiento mundial se profundice y se convierta en una recesión mundial. “Si bien en 2021 el producto interno bruto (PIB) per cápita mundial apenas superó el nivel prepandemia, muchos países en desarrollo aún no han alcanzado los niveles de ingreso per cápita anteriores a la pandemia. El PIB de Estados Unidos ha experimentado contracciones en los primeros dos trimestres de 2022. La abrupta caída de los precios de los activos en todo el mundo repercute en los debilitados balances generales de las empresas y los fondos de jubilaciones y pensiones, y podría frenar las nuevas inversiones”, advirtió Malpass.

El impacto negativo en el crecimiento ya es evidente. Al mismo tiempo, esta nueva crisis que sigue a la pandemia encuentra a los países en desarrollo con una posición fiscal deteriorada, por ejemplo, con un nivel de deuda elevado o ingresos para sus presupuestos reducidos. “Los países –sentencia Malpass- no cuentan con suficientes mecanismos de amortiguación fiscal para sufragar gastos clave en favor del crecimiento y el desarrollo”.

Los cálculos del Banco Mundial prevén que el crecimiento en América Latina se desacelerará hasta llegar al 2,5 % en 2022, luego de un repunte posterior a la pandemia del 6,7 % en 2021. El crecimiento se desacelerará aún más en 2023, a solo un 1,9 %, y plantea un pequeño repunte a 2,4 % en 2024.

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“La desaceleración regional refleja el endurecimiento de la situación financiera, el debilitamiento del crecimiento de la demanda externa, la rápida inflación y la gran incertidumbre en materia de políticas en algunos países. Se espera que el PIB per cápita de toda la región aumente solo un 0,6 % entre 2019 y 2023″, señala el Banco Mundial en su documento de perspectivas publicado en junio.

Aunque los precios de las principales exportaciones de América Latina y el Caribe serán sustancialmente más altos en 2022, los beneficios para el crecimiento se verán limitados por una respuesta lenta de la producción de algunos productos básicos y por el aumento de los costos de los insumos, incluidos la energía y los fertilizantes, y por la recesión en mercados externos clave en su comercio internacional. “Las políticas fiscales y monetarias se basarán ampliamente en el crecimiento a corto plazo, a medida que las autoridades monetarias restringen las políticas para combatir la inflación y continúa la retirada del apoyo fiscal relacionado con la pandemia”, anticipa este organismo.

Incluso, Malpass hizo referencias al pasado cercano en los países en desarrollo. Según él, los avances en materia de desarrollo comenzaron a revertirse mucho antes de la pandemia. La pobreza había venido disminuyendo a un ritmo constante durante las décadas de 1990 y de 2000, pero los avances se habían desacelerado para 2015. “Cuando se desató la pandemia había unos 70 millones de personas más en la pobreza extrema. Asimismo, muestra que la mediana de los ingresos mundiales registró una disminución del 4 %, la primera desde que comenzamos a medir el ingreso medio en 1990″, señaló Malpass.

De acuerdo con su análisis, el mundo en desarrollo se enfrenta a una perspectiva a corto plazo “extremadamente difícil”, caracterizada por la fuerte subida de los precios de los alimentos, los fertilizantes y la energía, el aumento de las tasas de interés y los diferenciales crediticios, la depreciación de sus monedas y las salidas de capital. En el marco de las políticas actuales, diversificar la producción mundial de energía para no depender de Rusia podría llevar años, lo que prolongaría el riesgo de estanflación. Es decir, bajo o nulo crecimiento económico, pero en medio de una alta inflación.

Estas perturbaciones no son las únicas. Para el presidente del Banco Mundial, muchos países en desarrollo también enfrentan dificultades en otras esferas: la gobernanza y el Estado de derecho; la sostenibilidad de la deuda; la adaptación al cambio climático y la mitigación de sus efectos, y el carácter limitado de los presupuestos fiscales a la hora de contrarrestar los graves retrocesos en materia de desarrollo producto de la pandemia, sobre todo en salud y educación.

Aunque el Grupo Banco Mundial no financia nuevos proyectos de carbón desde 2010 y viene trabajando activamente con países en desarrollo y asociados de la comunidad internacional para revertir la tendencia al aumento del uso de combustibles con altas emisiones de carbono, Malpass reconoce que debido a la invasión de Rusia a Ucrania y a la limitada y costosa oferta de gas natural, “los cierres de las centrales eléctricas alimentadas a carbón se están postergando en todo el mundo, y la minería de carbón se ha acelerado”.