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Emilia Saiz Carrancedo

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Ciudades inclusivas que cuidan: un nuevo contrato social hacia la igualdad de género

El último año ha evidenciado más que nunca que es momento de actuar para que las mujeres ocupen su legítimo lugar ahora y en el futuro

Emilia Saiz Carrancedo
10 de agosto de 2021

Bogotá, la Ciudad de México, Barcelona y Montevideo son ciudades reconocidas mundialmente por su diversidad y dinamismo. Hoy dichas ciudades comparten en sus agendas la prioridad de las políticas de cuidados: todas son gobernadas por mujeres progresistas preocupadas por la justicia social. Y es que el inicio de la recuperación de la pandemia se presenta como una oportunidad para repensar las necesidades que deben estar al centro de la política y sociedad. En este contexto, resulta fundamental establecer prioridades con foco en la igualdad de género para no volver a la normalidad de antes. Para esto, necesitamos un nuevo contrato social y más mujeres como las alcaldesas de estas ciudades en el poder.

Una de estas urbes, la Ciudad de México, recientemente fue sede del primer Foro Generación Igualdad, un evento global que reunió a múltiples voces a favor de la acción por la igualdad de género, y que tendrá continuación este verano en París. La reunión de Ciudad de México puso sobre la mesa los temas más relevantes de la agenda feminista, entre los que se destacan la justicia económica, los derechos de las mujeres y su participación en la vida pública y en la toma de decisiones. Asimismo, buscó establecer un mandato para integrar una perspectiva de género como la base de las nuevas políticas con miras a romper los ciclos que perpetúan las desventajas estructurales contra las mujeres.

El último año ha evidenciado más que nunca que es momento de actuar para que las mujeres ocupen su legítimo lugar ahora y en el futuro. La pandemia ha evidenciado la necesidad de valorar el cuidado que, en muchos casos, ejercen las mujeres. Un lugar en casa donde la repartición de labores sea equitativa, no un mandato asignado por género; un lugar donde existan oportunidades laborales y de desarrollo profesional iguales y basadas en una verdadera integración; un lugar donde la agenda pública se escriba con y por las mujeres. La meta es consolidar comunidades donde la igualdad sea la norma y el ejercicio cotidiano de todos. En nuestro llamamiento a la acción sobre “El liderazgo de las mujeres para la era del COVID-19” ya hablamos de la necesidad de fomentar la inclusión de mujeres para establecer una agenda pública feminista que garantice una administración pública imparcial, mayor transparencia legislativa y confianza en el gobierno.

Una de las primeras acciones clave para construir políticas de igualdad sostenibles es incluir mujeres y poblaciones diversas en la toma de decisiones. Adicionalmente, los gobiernos locales deben contar con equipos de trabajo especializados en asuntos de género para que la planeación y el presupuesto combatan la discriminación desde la raíz. Paralelamente, debemos fomentar un vínculo estrecho entre la vida pública y privada, pues esta conexión visibiliza las necesidades de ciudadanos a nivel individual, lo que se traduce en estrategias de inclusión creadas con cimientos de empatía y justicia de género.

Desde el foro se emitió un nuevo llamado a personas de todas las edades para impulsar un esfuerzo de unidad donde velemos por el bienestar de todas las esferas de nuestra comunidad. En esto, es deber de todos lograr diferencias grandes y pequeñas desde nuestros círculos de influencia para trabajar a favor de la igualdad, para lo cual resulta fundamental establecer mecanismos de comunicación con las nuevas generaciones.

El camino hacia una verdadera integración de las mujeres no es una vía única, sino que en él confluyen todos los recorridos que se han hecho en lo individual y lo colectivo. Los espacios como el foro son precisamente puntos de reunión para conectar a generadores del cambio de diversas latitudes con la finalidad de conocer sus trayectorias y compartir los aprendizajes que puedan informar una transformación feminista a nivel mundial.

Ahora, mientras nos encaminamos como sociedad global rumbo a la recuperación tras la pandemia, debemos tener presente que hay un llamado universal para sobrescribir las viejas tradiciones y no volver a la normalidad que conocíamos. Esto incluye, también, repensar quienes están sentadas en las mesas donde se toman las decisiones, y entender que el mundo no se recuperará de la pandemia si no es a través de la inclusión de las mujeres y de todas las poblaciones en las decisiones y políticas que transformarán el mundo.

Nuestro movimiento feminista mundial busca alcanzar un nuevo contrato social que esté afianzado en la colaboración y la solidaridad en beneficio de todas las comunidades y que celebre aquello que las hace únicas, así como a cada uno de los miembros que constituyen el tejido social para no dejar a ninguna persona atrás en la marcha hacia una nueva normalidad de igualdad.

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