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GUILLERMO VALENCIA

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Ojo con su salud visual

No resulta raro encontrarse con personas que saben y reconocen la necesidad de usar gafas o lentes de contacto para cuidar su vista y que, a pesar de ello, desestiman su importancia. Lo preocupante es que son muchas las personas con esta percepción y la situación puede llegar a ser crítica si se sigue subestimando el cuidado de la salud visual.

26 de septiembre de 2022

Con el paso de los años parece ser que la salud visual de las personas se deteriora más. Y es aún más preocupante que, a pesar de los diagnósticos, muchos optan por hacerse los de la vista gorda y no usan gafas o lentes de contacto porque no gustan de ellos, no están acostumbrados, o hasta priorizan otro tipo de inversiones que, en varias ocasiones, resultan ser trivialidades, pero sirven de excusa para argumentar que no hay dinero para ello.

De una entrevista realizada en época prepandemia en inicios de 2020 a Lanof, una reconocida distribuidora de gafas puede recalcarse una apreciación preocupante de parte de sus fundadores: cerca de un 80 % de los colombianos debería usar gafas y solo un 40 % lo está haciendo. Asimismo, la venta se concentra en junio y diciembre ―de lo cual podría deducirse que la prima es un gran patrocinio― y una de las más altas demandas vienen siendo las gafas de tecnología Transitions ®, vendiéndose aproximadamente 1,3 millones de pares al año.

Ahora bien, si el panorama en el uso de gafas en nuestro país era tan preocupante hace unos años, ¿qué tanto habrá empeorado con la entrada del covid-19? Y no precisamente por el virus en sí, sino por todo lo que sumó el largo periodo de cuarentena y confinamiento que incluyó una exposición prolongada y exponencial a pantallas, luz artificial y un descuido sobre las citas de valoración con especialistas de optometría y oftalmología porque, hay que admitirlo, desafortunadamente pasaron a un segundo plano por la crisis pandémica.

Muchos expertos en la salud visual afirman que uno de los efectos derivados del virus fue una epidemia de miopía apalancada en los malos hábitos que las personas adoptaron particularmente entre 2020 y 2021. Esto ha demandado una mayor presión sobre los especialistas para prestar mucha más atención a la salud visual de sus pacientes, pero si los pacientes no ponen (ponemos) de su (nuestra) parte la situación se perpetúa y su solución se vuelve inviable.

Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 285 millones de personas en el mundo viven con un diagnóstico de visión baja y ceguera: de estos unos 246 millones tienen discapacidad visual moderada o severa, y 39 millones de personas son totalmente ciegas. Pero también afirma que la gran mayoría de las enfermedades que afectan a la visión son evitables, en donde un 20 % de las afecciones son prevenibles, mientras que un 60 % de los casos son tratables hasta recuperarla.

Ahora, vale la pena resaltar cómo ha venido creciendo una de las afectaciones que terminan siendo de las más perjudiciales para las personas. De acuerdo con la Unidad de Inclusión del Crac (El Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos) se estima que en Colombia se tienen 2 millones de personas con una alteración permanente de los ojos, cifras que en el año van aumentando a tasas de 7 %.

De hecho, la baja visión es una de las enfermedades que empiezan a sufrir las personas al perder agudeza visual y se les va dificultando realizar hasta actividades cotidianas: no les es posible leer un segmento de cerca y/o de lejos, no ven los avisos de los buses o los números de las rutas, se tienen que acercar mucho a un televisor para ver los enunciados que ponen en los noticieros, no distinguen fácilmente los rostros en las calles o hasta la clásica complejidad al intentar enhebrar una aguja.

Y por más que los síntomas están frente a ellos, aún hay personas que siguen negando la necesidad de gafas para mejorar su desempeño visual y no seguir deteriorando la salud de sus ojos. Más grave aún es que las enfermedades visuales sin tratar pueden ir acompañadas de otro tipo de patologías, como los cuadros de depresión por la pérdida progresiva de visión que pueden crear bloqueos cognitivos, que impiden tener buena disposición para usar el residuo visual que va quedando. Asimismo, pueden ser causales de deficiencias en procesos de aprendizaje a nivel escolar y académico, y de problemas de orden laboral.

Es que incluso los rayos del sol, hoy día, son un gran problema y suman a la pérdida de visión. Por eso, aunque la demanda de gafas se concentra casi en un 70 % para gafas ópticas, también hay un 30 % de demanda para las gafas de sol. Prácticamente, desde la perspectiva que sea, el uso de gafas ahora es una enorme prioridad y hay un salto importante en la demanda de lentes fotosensibles que se han vuelto el combo perfecto junto con los filtros de luz azul para proteger a nuestros ojos y reducir su exposición a diferentes tipos de luz.

En medio de la revolución tecnológica y la era digital que nos consume, basta con pensar la cantidad de horas que pasamos frente al celular y al computador, los dos dispositivos que más usamos en nuestro día a día. Basta reflexionar sobre aquellos síntomas que pasan desapercibidos y son señales de alerta como el ardor en los ojos, dolores de cabeza, qué tanta presión ponemos sobre los ojos para alcanzar a leer algo. Es un error garrafal subestimar el cuidado sobre algo tan primordial como lo es la visión e, incluso, es aún más garrafal desestimar los diagnósticos de los especialistas que ayudan a preservar nuestra salud visual.

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