ENTREVISTA

“Son dos victorias las que se necesitan: ganar y ganar limpio”: Mockus

El profesor Mockus habló sobre los consejos que le dio a Fajardo en la campaña y respondió a las críticas que se le hacen: “Sería muy bueno que todos los dirigentes colombianos fueran tibios”.

26 de mayo de 2018
| Foto: SEMANA

El apoyo de Antanas Mockus a la candidatura de Sergio Fajardo ha sido vital. Su relación viene desde hace muchos años, aspiraron juntos a gobernar el país en 2010, Fajardo era su fórmula vicepresidencial. Los dos son conocidos como profesores, los dos quieren aislarse de la política tradicional, los dos llevan la esencia de la ola verde y se han medido a las urnas.

La ‘bendición‘ de Mockus envía un mensaje de transparencia a los electores y ha sido codiciada hasta en el petrismo. Ángela María Robledo, la vice de Petro, dijo hace pocos días en los micrófonos de Blu Radio que desea que "Antanas Mockus esté de nuestro lado". Además, fue el segundo senador más votado en las elecciones legislativas, solo superado por Álvaro Uribe. Su caudal electoral es importante. SEMANA habló con Mockus precisamente para ahondar en las razones que lo llevaron a darle su voto de confianza a Fajardo, y sobre su visión de estas elecciones.

SEMANA: Hace ocho años, cuando usted era candidato a la Presidencia, era conocido también como el profesor, bandera que ahora lleva Fajardo, ¿qué ha cambiado en este tiempo?

Antanas Mockus: Es claro que en algún momento hubo la intención expresada explícitamente por JJ Rendón de utilizar de forma despectiva la palabra profesor. Ocho años más tarde la gente está diciendo que este sería un gobierno con más profesores, con capacidad de abordar las dificultades con pedagogía. Es el cuarto de hora de la pedagogía lo que vamos a ver.

SEMANA: ¿Por qué Fajardo?

A.M.: Sergio es un gran vocero de la descentralización porque fue alcalde y el mejor gobernador. No solo la ha defendido en teoría sino que la ha puesto en práctica. Hace ocho años cuando fue candidato a la Vicepresidencia yo lo escogí por confiable, quedaba muy bien cubierta la eventualidad de la muerte o del atentado. Sergio es tan bueno que en ese momento lo percibí como capaz de reemplazarme. Me superaba, yo podía irme tranquilamente, viajar a zonas arriesgadas porque en caso que alguien me agrediera habría un beneficio social. También pienso que no nos hubieran agredido, el ser profesor da un tipo de indemnidad, hacerle daño a un profesor es particularmente injusto, porque nuestras armas son las del conocimiento y punto. Nada que ver con la gente que se arma con ametralladoras, que corta gente con sierras. Es un mundo distinto, por eso la consigna de: ¡Un profesor, un presidente!, es el cuarto de hora de la academia, del respeto a la mujer, a las minorías étnicas y de los afros.

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SEMANA: Cuéntenos una anécdota que retrate a Fajardo.

A.M.: Para llegar a un acuerdo para que él fuera vicepresidente el punto más alto fue el Ministerio de la Mujer. Yo he sido a lo largo de mi vida un poco injusto con la creación de instituciones, me parece que es mejor crear programas, no ministerios ni institutos porque se corre el riesgo de que la burocracia devore la criatura. Es obvio que una sociedad que tiene Ministerio de la Mujer tiene una posibilidad mayor de hacer respetar sus derechos. Hemos llegado a un buen punto de coordinación, la presencia de Lucrecia -su compañera- está ahí, eso algunos lo pueden juzgar como un defecto, yo creo que es un mérito. La mujer que uno más llega a conocer en la vida es la esposa. Sergio es en la práctica un portador de los derechos de las feministas, tal vez no de las más radicales, pero hay un compromiso serio con mejorar la condición de la mujer.

SEMANA: ¿Cómo cree que puede reaccionar Fajardo en los dos escenarios posibles en este momento, llegar a la Presidencia o no?

A.M.: Como dice mi neuróloga: ‘no lo piense ni de fundas‘. Yo entiendo que alguna gente exprese curiosidad, pero no es en este momento pertinente. Cuando uno en la vida se propone algo tan grande como ser presidente, uno abraza esa posibilidad con todo el amor del caso. A mí alguna gente me dijo: ‘esto es para darle con todo el alma, para no dudarlo ni por un instante‘.

SEMANA: ¿En caso de que no pase Fajardo a segunda vuelta a quién apoyaría?

A.M.: Es como si yo estuviera ennoviándome con usted y me estuviera preguntando qué opino de María.

SEMANA: ¿Cuál es el peor escenario para Colombia en estas elecciones?, ¿qué sería lo peor que le puede pasar?

A.M.: Pues que no nos demos cuenta de todo lo que se juega en estas elecciones, en términos de superación de la violencia, y la corrupción.

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SEMANA: Usted ya estuvo en los zapatos de Fajardo, en la primera vuelta logró ventaja sobre Santos, pero en la segunda perdió. ¿Qué enseñanzas le dejó eso y desde su experiencia se las ha dado a Fajardo?

A.M.: La recomendación es simplemente subrayar aún más la coherencia y la consistencia, porque así la realidad termina dejándose transformar, eso él lo tiene claro. Son dos victorias las que se necesitan: ganar y ganar limpio. Y él es el óptimo para lograr eso.

SEMANA: Usted es la prueba de que las encuestas no siempre reflejan el voto: Santos figuraba como favorito en las encuestas, pero usted se volvió un fenómeno. ¿Cómo ve las encuestas de estas elecciones?

A.M.: Yo creo que se pueden contar por millones las personas que logran vencer lo que son las preferencias de un momento. La encuesta lo pone a uno a escoger entre una poca gente, un poco como si tuviera un revólver al frente: ‘diga ya por quién va a votar usted‘. La gente que va a votar -no toda en el mismo grado- piensa su voto, y al hacerlo puede cambiarlo hasta el último momento. La experiencia internacional muestra que hay variaciones, obviamente algunas tendencias de las encuestas se mantienen, pero las encuestas no son perfectas, si lo fueran alguien habría propuesto cambiar la ley y hacer encuestas en vez de elecciones. El rito es crucial, el hecho de que haya ley seca -eso parece una bobada pero es muy importante- es una condición para que no se nos convierta en un relajo. Cuando yo era niño el día de elecciones era un carnaval, la ciudad quedaba abrumada de basura, hoy en día la gente asume el domingo de elecciones como un día santo, distinto. Ya no es la Policía la que regula que la gente no entregue un volante el día de votación, sino la propia gente se autorregula. Sergio puede impulsar ese caracter de recogimiento con mucha autoridad, por su carácter de profesor.

SEMANA: ¿Cree que la gente va a votar a conciencia?

A.M.: La votación a conciencia es lo mismo que el examen, usted es responsable de opinar sinceramente, no puede decir que va a echar un cara y sello para ver por cuál vota. Se podría hacer, pero ¿a qué jugamos? Jugamos a elegir al mejor hombre o la mujer para dirigir Colombia, en las circunstancias difíciles de continuar el proceso de paz, la lucha anticorrupción. No hemos usado a fondo lo que las ciencias sociales nos enseñan de la corrupción: es contagiosa, es una maña, se vuelve una mala costumbre y hay que combatirla como se combaten otras malas costumbres. Dejar atrás la corrupción puede que sea tan difícil como dejar el cigarrillo, es un vicio.

SEMANA: Las estrategias en tiempo de campaña pueden llegar a ser muy sucias, ¿cómo ve en este aspecto estas elecciones?

A.M.: Pues hasta el momento, pero puede ser un efecto de si uno habla en primera persona como en tercera persona, no veo declaraciones entre comillas cínicas a favor del uso de métodos que molestan moralmente, que tal vez no son temas de penalizar. Si uno analiza un documental que se llama La vida es sagrada, podrá ver cómo solo un dirigente político que yo sepa salió a protestar por la trampa que nos estaban haciendo a nosotros. Una cosa es protestar porque me hacen trampa, porque va contra mi interés, y otra cosa que es moralmente más atractiva y respetable es cuando alguien sale a protestar porque le hicieron trampa a otro.

SEMANA: Pero, ¿hay guerra sucia?

A.M.: Tengo la sensación, pero puede llegar a ser un optimismo recalcitrante, de que hay menos trampa.

SEMANA: A Fajardo se lo ha calificado de tibio, y de que no resalta en los debates, ¿qué piensa de eso?

A.M.: Yo creo que la combinación de razones y emociones es la clave en la vida política, colectiva. Demasiadas emociones es lo que se calienta innecesariamente puede cometer imprudencias, y el que es demasiado frío no comunica. Creo que aunque la palabra tibio nos suene raro sería muy bueno que todos los dirigentes colombianos fueran tibios.

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SEMANA: Usted fue uno de los senadores más votados en las pasadas elecciones, aun así las fuerzas alternativas en el Congreso son minoría, ¿cómo cree que será el próximo periodo legislativo para sacar adelante propuestas clave?

A.M.: En el Ejecutivo usted tiene las responsabilidades concentradas en un presidente en su gabinete, y el presidente en cualquier momento lo puede cambiar. Si esto fuera como una obra de teatro, usted tiene un protagonista claro y unos pocos personajes de esa historia. El Congreso tiene más de 260 integrantes, y es absolutamente imposible que todos aparezcan en la pantalla, usted tiene una gran diferencia con aquellos que reciben la atención de los medios. Quienes podemos darle más contenido a lo que va pasando con nuestras opiniones y decisiones nos va mejor, a veces uno quisiera que el acceso a medios fuera más parejo, pero contemporáneamente la política es mediática. También es una cosa de equipo y de organizaciones, si los partidos no se modernizan entonces funcionan con las herramientas del pasado: clientelismo, cargos a cambio de votos. Ese tipo de cosas más que animar a la gente a conocer los congresistas los anima a darles la espalda, aparecen expresiones como: ‘todos los políticos son iguales‘, que son tan falsas como otras generalizaciones. Dentro de los 260 mucho más de la mitad son seguramente personas que tienen una formación académica relativamente buena, no debemos ver la caricatura del Congreso que a veces vemos.

SEMANA: ¿Cómo cambiar esa mala concepción del Congreso?

A.M.: Uno de mis propósitos es que el prestigio del Congreso suba. Si uno pudiera, sacrificando su credibilidad, aumentar la del Congreso, tal vez debería hacerlo, porque es tan importante creer en los hombres y las mujeres que redactan las leyes. Si la sociedad no obedece las leyes, estas no surten su buen efecto. Si yo no creo en los congresistas mi fe en las leyes disminuye. Si yo condeno la calidad del Congreso pues destruyo la democracia, porque una de las maneras de hacerlo es desprestigiar sus cuerpos colegiados, decir que lo que se necesita es un hombre fuerte, que se amarre los pantalones, son versiones de autoritarismo.

SEMANA: ¿Cree que este Congreso podrá sacar adelante el posconflicto?

A.M.: Yo tengo la esperanza de que todos seremos suficientemente sensatos como para proteger el proceso de paz.