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“Soy un oficinista de la ficción”: Ricardo Silva

El autor colombiano lanza su nueva obra ‘Ficcionario’, un compendio de sus ideas sobre el arte de narrar, el oficio de escribir y el drama.

14 de octubre de 2017

¿Cómo nació este libro? ¿Alguna vez creyó que pudiera ser un taller?

El origen es Carolina López que es mi esposa y una editora brillante. En algún momento tuvo la sensación de que si yo no escribía todas estas ideas sobre el drama y la ficción y la vocación de narrar podían irse perdiendo. Son en efecto ideas que yo he discutido en talleres, o en conferencias, o en mesas sobre la escritura y el oficio del escritor y la construcción de historias. Pero realmente es un libro pensado como libro que quizás mientras se lee de la sensación de un taller, o de una lectura que puede ser útil para las personas que quieran dedicarse a ese oficio.

El ilustrador es Hernán Sansone ¿Cómo fue su trabajo con él?

Conozco a Hernán Sansone desde que él era el diseñador de Gatopardo y yo estaba escribiendo un artículo sobre Freaks una película de Todd Browning y desde ahí creo que nos volvimos amigos. Los dos siempre tuvimos la ilusión de inventarnos un proyecto. Mientras lo estaba escribiendo, comencé a sospechar que era un libro con ilustraciones y me pareció que la persona para hacerlo era Hernán. Él se subió al bus e hizo un trabajo que es realmente la mitad del libro, entonces es un sueño cumplido.

¿Por qué una persona con tanto amor por el cine, que hizo una maestría en guion, decide dedicarse a escribir libros?

Yo escribo libros y no películas porque a mí lo que se me ocurre son los libros. A mí las ideas que se me vienen a la cabeza tienden a ser ideas para libros. De vez en cuando libros extraños y diferentes, de otros géneros, pero usualmente mi cabeza parece ya entrenada para que se le ocurran novelas, es decir libros largos que cuentan una misma historia, pero sigo siendo un espectador muy agradecido y muy interesado por todo lo que sale, muy fascinado con todo lo que sale. Y me parece innegable que el referente de cualquier escritor de libros hoy en día es el cine, entonces creo que sigue funcionando el cine mientras narro.

¿Pero escribió primero y luego Sansone ilustró?

Yo escribí primero el libro de una sentada. Fue lo que vino después de “Historia oficial del amor”. Me senté más o menos con la experiencia y la claridad de que siempre que termino algo es mejor empezar pronto otra cosa, porque es lo que a mí mejor se me da. Es la manera como estoy más tranquilo y vivo mejor. Siempre estar escribiendo algún proyecto. Por el camino empecé a pensar que iba a ser clave que Hernán Sansone participara, cuando se lo entregué a Adriana Martínez (editora de este libro), ella tuvo la misma sensación.

¿El hecho de enamorarse, casarse y hacer familia con una editora cambió su percepción del oficio del editor?

Por supuesto. Desde que me casé con mi editora de tantas novelas he tenido todavía más respeto y más cuidado a la hora de trabajar con un editor. Permitirle al editor que haga su trabajo que haga sus aportes, que encuentre las fallas que hay en cualquier texto. Eso ha afectado para bien mi percepción del oficio de editor, que como está dicho en el libro, me parece un oficio fundamental para preservar hoy en día lo que es único de cada persona y lo que es único de cada texto.

¿Cómo se convive con quien tiene en sus manos los textos de uno?

Llevamos mucho tiempo Carolina y yo juntos, entonces no la veo ya solo como una persona que tiene en sus manos mis textos, sino como mi esposa y mi compañera absolutamente de todo y pues la mamá de mis dos hijos. Creo que en general cuando uno se casa con alguien es como si pusiera en sus manos lo de uno. Los textos de uno en este caso, pero en general un esposo o una esposa es un editor de uno. Es decir, yo de cierta manera soy su editor, el que la acompaña a ser lo que es, como ella la que me acompaña para que yo siga siendo. Va hacía el sentido de lo que es una pareja que en su definición tiene que ser pareja. Un par. No puede ser un desbalance o un desequilibrio. Yo le he entregado a ella todo lo que soy como hace un escritor con un editor y confío plenamente en ella y en su visión y en su sinceridad y ese es el alivio de estar conviviendo.

¿Hay peleas o tienen reglas claras de trabajo/hogar?

Yo creo que debe ser medio aterrador porque nosotros peleamos muy poco y somos muy buenos compañeros de oficina y además compartimos el espacio. Es decir, los escritorios están en el mismo lugar y nuestra regla es estar trabajando desde muy temprano y hasta muy tarde, y estamos muy conscientes de qué está haciendo el uno y qué está haciendo el otro. Creo que cada uno le está ayudando al otro a que termine lo que tiene que terminar cada día. Esa disciplina compartida de trabajo, curiosamente lo obliga a uno a trabajar más duro y como a estar a la altura de la disciplina del otro. Entonces yo creo que eso es estimulante y funciona muy bien.

Escribe que en un mundo de hombres todo narrador es mujer. ¿A qué se refiere?

Digo que en un mundo de hombres todo narrador es mujer en el mismo sentido en el que se dijo que en un mundo católico todo escritor es judío: no desconociendo que ser una escritora no es lo mismo que ser un escritor, ni desconociendo que ser un escritor judío no es lo mismo que ser un escritor católico, sino intuyendo que los escritores y las escritoras compartimos una vocación a reinterpretar, a criticar, a reclamar, a rescatar del olvido, a traer a la escena a todas las personas que las sociedades van dejando atrás. Y no solo eso, también compartimos una sensibilidad, un estado de alerta que nos invita a atar los cabos del mundo. Por supuesto que no es lo mismo ser hombre que ser mujer, ni ser escritor que ser escritora. La escritora vive unas circunstancias muy diferentes y eso se ve en lo que escribe por supuesto, lo mismo el escritor. Pero si hay una vocación compartida que a mí me parece de cierto modo mucho más femenina que masculina a atar los cabos, una sensibilidad más en estado de alerta constante, de más conciencia de los cinco sentidos, que me parece femenina y me parece fundamental para desbaratar lo que está armado y las sociedades que están construidas sobre la nada. Me parece que el espíritu crítico y esa tendencia a estar volviendo a ver el mundo es algo que comparte tanto un escritor como una escritora. Es en ese sentido que en un mundo establecido por los hombres, todo escritor es el que está tratando de reclamar derechos de desmontar imposiciones y fundamentalismos. En resumen todo escritor es mujer en el sentido de que todo escritor tiene la vocación a desmontar los imperios mal hechos.

¿Cuál es la diferencia entre ejercer la ficción, vivir en la ficción y dedicarse a narrar la ficción?

La ficción es un método para presentar la realidad como la persona es un método para presentarse a uno mismo a los demás. Y la ficción se usa para narrar y se usa para relacionarse con los demás y se usa en muchos oficios para hacer comprensible lo que se está obrando. Incluso los abogados se valen de la ficción para hacer más efectivos sus casos, para demostrar con mayor contundencia sus puntos, y no quiere decir eso que estén mintiendo. En ese sentido, se ejerce la ficción en todos los oficios. Y se usa la ficción cuando se narra un drama inventado o cuando se narra una historia que sucedió en verdad. Vivir en la ficción sería vivir en ese método. Vivir atrapado en ese método. Y de cierto modo es lo que hacemos. Repito: el riesgo aquí es reducir la ficción al engaño, a la mentira. Que es la ficción cuando se usa para la trampa, para embaucar, para estafar.

Habla del oficinista de la ficción. ¿Es usted un oficinista de la ficción?

Si. Totalmente. Es mi trabajo. Es lo que hago para ganarme la vida.

¿Ganarse la vida es vender el arte?

Yo he estado haciendo esto mismo desde 1998 y durante veinte libros. Y lo he hecho en el periodismo y en la literatura. Creo que se logra haciéndolo todo el tiempo. Desde la mañana hasta la noche. Es un tema para mí fascinante y es que siempre en el pequeñísimo mundo de los autores, sobre todo desde cierta época, dio prestigio no tener lectores, o tener lectores en la academia, entre los especialistas. Y dio desprestigio tener muchísimos lectores y ganarse la vida escribiendo y escribir libros populares. Yo creo que el letrero de vendido se lo ponen unas muy pocas personas a ciertos autores y yo creo que eso sucede en mundillos muy pequeños que por su naturaleza pues están viciados y están trastornados, por lo pequeños que son esos mundos. Que le digan a alguien vendido por vivir del arte es algo de no tener en cuenta, algo de muy poca importancia. Habla muy mal de quien lo dice. Pone en ridículo a quien lo dice. Yo creo que uno debe estar tranquilo con la idea de que ganarse la vida es un muy buen logro.

¿Qué tan importante es el humor y el buen oído para narrar?

Creo que tanto en el humor, como en la poesía, como en la literatura, es fundamental el humor en el sentido en que tanto un chiste como un verso se pueden arruinar por una palabra o incluso por una sílaba de más. Yo creo que el espíritu del humor, que es realmente una intuición, una sospecha que llega hasta la voz, que se la juega toda y se atreve a ser pronunciado, es exactamente el mismo espíritu de la literatura. Es una vocación a volver real lo que se tiene como sospecha o lo que se tiene como misterio por dentro. Creo que es fundamental tener buen oído para narrar.

Y, para terminar, ¿qué tan en serio se debe tomar quien trabaja haciendo ficciones?

El trabajo de hacer ficciones es tan serio como los demás trabajos. Yo no creo que es mejor ni es peor que ningún trabajo, sino que es un trabajo muy serio y muy importante por el que se debe ganar la vida, como con cualquier trabajo. Creo que quizás se ha tomado a la ligera muchas veces y que en reacción mucha gente que lo hace ha tratado de venderlo como un trabajo muchísimo más importante que los demás trabajos y allá ha habido un choque y una distancia entre patética y muy humana. Es por un lado una cantidad de gente ganando mucho dinero y despreciando a los que hacen ficciones, o como despreciando a los bufones. Y por el otro lado una gente muy seria dedicada a hacer ficciones tratando de decir en compensación, o herido por el desprecio, que su trabajo es muchísimo más importante que los demás trabajos. Creo que lo ideal sería que se tomara como un trabajo muy serio dentro de la sociedad, tan importante como todos los trabajos que aclaran a la sociedad, que sirven de paréntesis a la sociedad, que ayudan a digerir lo que están viviendo, que la ayudan a vivir mejor a respirar mejor y en ese sentido. Aunque suena a ser plomero o a ser instalador eléctrico, se debe recibir el trabajo de un ficcionador como un servicio social importante.