Especiales Semana

COLOMBIA VA POR LA CORONA

El país inicia esfuerzos para recuperar la Corona de la Inmaculada Concepción, una reliquia colonial alrededor de la cual se han tejido toda suerte de leyendas durante más de medio siglo.

29 de mayo de 1995

QUIENES HAN TENIDO LA OPORTUNIDAD DE visitar durante las últimas semanas a Christie's, la famosa tienda de subastas de Nueva York, se hán sorprendido al ver a la entrada una urna giratoria donde se exhibe la famosa corona de los Andes y un video que cuenta la historia de esta joya colonial. Y es que en esa tienda, donde se han vendido los más famosos y costosos cuadros y obras del arte del mundo, pocas veces se había visto tanta expectativa por la venta de una reliquia. Durante las próximas semanas será exhibida en Miami, Los Angeles, Boston, Washington, México, Madrid y otras ciudades de Asia y Latinoamérica con miras a darla a conocer mundialmente antes de su subasta en noviembre próximo. En los catálogos de Christie's está avaluada para su venta entre tres y cinco millones de dolares.
La corona ha dado vueltas por el mundo durante 50 años de la mano de una serie de fábulas. Se ha afirmado que fue hecha por los payaneses en el siglo XVI en agradecimiento porque una peste que casi acaba con todos los pueblos vecinos no tocó a la ciudad, según los creyentes, por un designio divino. Se asegura también que la corona tiene una esmeralda que el emperador Inca Atahualpa le entregó al conquistador Francisco Pizarro para que éste le respetara la vida. Para darle un toque monárquico a la leyenda, se dice que el zar Nicolás II de Rusia la estaba negociando en 1917 cuando la revolución bolchevique lo tumbó. Como si lo anterior fuera poco, la prensa norteamericana ha llegado a decir que la corona fue robada por piratas ingleses que asaltaron a Popayán, pero que luego fue recuperada por Simón Bolívar, quien la devolvió a la Catedral en 1650. Es decir "133 años antes de que el Libertador naciera!

INCIERTO ORIGEN
Pero más allá de todos estos mitos, lo que pocos saben es que la historia de la corona es suficientemente apasionante como para tener que agregarle fantasías cuyo único propósito fue valorizarla. De hecho, muchas leyendas rodean el origen de la corona de la Inmaculada Concepción de Popayán, como realmente se denomina. La que tiene mayor credibilidad parece constar en el testamento que otorgó el 15 de marzo de 1605 -hace 390 años- doña Catalina de Oñate ante el escribano Francisco de Vega, el cual se halla protocolizado en la notaría primera de Popayán, y que hace referencia a "la santa imagen de la Concepción, con su riquísima corona".
Lo que no se ha podido establecer es si la Corona fue donada por esta dama o por algún devoto payanés. El asunto es que hasta la fecha no se ha encontrado ningún documento que compruebe quién la construyó, ni cómo ni cuando. Todo indica, sin embargo, que la joya fue elaborada en los talleres de los afamados orfebres que existían en el siglo XVI en Popayán, y de cuyas manos salieron también joyas muy preciadas como la colección de custodias que aún conserva la ciudad.
El delicadísimo y artístico trabajo de orfebrería supone más de seis años de cuidadosa elaboración y repujado, durante los cuales seguramente sus constructores pudieron conseguir las 453 esmeraldas de muy alta calidad que adornan la corona. A juicio del historiador Diego Castrillón Arboleda, las esmeraldas pueden ser de Muzo, Boyacá. "Pero es evidenle que el oro que se empleó, por su color, brillo y pureza, es de Barbacoas, de alguna de las minas de un rico encomendero payanés", aseguró a SEMANA.
Sin embargo, lo cierto es que de la corona empiezan a tenerse noticias sólo cuando aparece en el inventario que hizo Catalina Oñate de las pertenencias de la Cofradía de la Inmaculada Concepción. Esta orden seglar tuvo su origen en el testamento de Sebastián de Benalcázar, fundador de Popayán, otorgado en Cartagena el primero de mayo de 1551, y en donde manda a sus hijos "se funde e haga una capellanía que se diga en la iglesia mayor de la ciudad de Popayán y mando que los dichos herederos constituyan una capellanía en que se diga cada semana perpetuamente el miércoles una misa rezada a honor de nuestra señora de la concepción".
Muchos 'mayordomos' se sucedieron desde entonces en la dirección y administración de la cofradía, cargo prácticamente vitalicio que se recibía y entregaba bajo inventario cuando el obispo de turno designaba sucesor.
El 20 de abril de 1763, el obispo Obregón y Mena designó como mayordomos de la cofradía al presbítero Manuel Ventura Hurtado del Aguila y Arboleda y a don Lorenzo de Mosquera. Este último se retiró al poco tiempo y continuó únicamente el canónigo Hurtado, acaudalado miembro de una de las más linajudas familias de la ciudad. Con donaciones propias, y con otras conseguidas gracias a su influencia en la comunidad, éste acrecentó las rentas de la cofradía y aumentó el culto por la Inmaculada Concepción.
De cualquier manera, a la muerte de Hurtado, en 1807, lo sucedió su sobrino Nicolás Hurtado, quien estaba casado con Vicenta Mosquera. Su hija Liboria contrajo matrimonio con Antonino Olano, padres de Tomás Olano y Hurtado, quien sería el primero en intentar vender la corona.
En 1914, Tomás dirigió una petición al papa Pío X para solicitar el permiso de venta de la reliquia. Según consta en un documento del 20 de abril de 1914, escrito por el propio interesado y que envió al Vaticano, los síndicos habian logrado salvar la alhaja en los últimos 300 años, "ya enterrándola, ya transponiéndola a ignorados sitios". Más adelante decía: "Temeroso de que con el tiempo pudiere ser robada tan rica joya, he concebido el proyecto de venderla pidiendo previamente, de la manera más respetuosa, el permiso canónico a vuestra santidad". Tomás se proponía invertir el producto de la venta en la fundación de un asilo para ancianos que llevaría el nombre de la Inmaculada Concepción.
Pero aunque Pío X autorizó la venta de la corona el 17 de junio del mismo año, Tomás no pudo llevar a cabo su propósito, pues falleció antes de conocer la respuesta. Durante los siguientes 15 años el tema de la negociación de la corona quedó en el más completo olvido hasta cuando, apremiados por las dificultades de la depresión económica de los años 30, la familia decide, esta vez sí, ponerla en venta. Manuel José Olano, el hijo de Tomás, quien en esa época se desempeñaba como síndico-patrono de la cofradía, cargo heredado de su padre, hace contacto con joyeros de Nueva York.
Versiones recogidas por SEMANA sostienen que los Olano encargaron a Luis Carlos Iragorri y a Francisco Angulo -quienes eran consejeros y amigos íntimos de la familia- para que llevaran la corona a Nueva York. De acuerdo con este relato, el propio Luis Carlos Iragorri empacó la joya colonial en una caja de sombreros de cubilete que tenía en algún rincón de su casa y luego de camuflarla perfectamente, para evitar que les fuera robada, partieron de Popayán hacia el puerto de Buenaventura.
Al llegar allí, Iragorri compró los pasajes para abordar el barco 'Santa Lucía', de la empresa naviera Greenline, que tenía como destino final a Nueva York, y de inmediato se comunicó con su capitán, a quien contó la historia del viaje y le pidió el favor de que guardara el 'cubilete' en la caja fuerte de la embarcación. La aventura, pese a lo delicado de la encomienda, no tuvo contratiempos. Tan pronto pisaron puerto seguro, Iragorri y Angulo guardaron la joya en Manufacturer Hannover Trust, un banco ya desaparecido.
El 6 de junio de 1933 se firmó en Nueva York el convenio de compraventa entre los vendedores, Oscar Heyman & Brothers Inc., quienes representaban a los Olano, con el señor Warren J. Piper, de Chicago, por el precio total de 125.000 dólares. Asunto cerrado.

¿Y LA CORONA?
La venta de la corona pasó inadvertida en Popayán y nadie se enteró. Sin embargo la transacción se descubrió cuando monseñor Emiliano López, dean de la catedral de Popayán, se extrañó de no ver la corona en la imagen de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de ese año de 1933. El mismo inició la investigación y concluyó en que los Olano habían dispuesto irregularmente de esa propiedad de la Iglesia. El arzobispado, entonces, instauró acción judicial para obtener la restitución de la corona y de otras joyas que hacían parte del tesoro de la cofradía. Para el efecto, otorgó poder al abogado payanés Jorge Ulloa López.
De acuerdo con los archivos del proceso, conocidos por SEMANA, se demandó la restitución de "una corona de oro fino, repujado en forma imperial, con 279 esmeraldas de puras aguas, grandes unas, medianas y pequeñas otras, que tiene en la parte inferior un colgante de 17 esmeraldas en forma de pera y cuyo peso total es de 533 castellanos ".
El 29 de marzo de 1935, Ulloa López, en su condición de apoderado de la curia, instauró demanda contra la familia Olano. Según dejó constancia en un folleto que publicó en 1943, titulado El famoso litigio sobre la corona de Popayán, "no se me ocultaban las dificultades que el litigio ofrecia. Una posesión material casi centenaria, ausencia de títulos por parte de la Iglesia y, sobre todo, la existencia de la joya en Nueva York, en donde era difícil perseguirla para obtener su secuestro".
Aun con muchas dificultades, y para proceder a su secuestro, el j uzgado libró exhorto al Ministerio de Relaciones Exteriores, que ordenó al cónsul de Nueva York suspender inmediatamente la venta y que remitiera la alhaja en calidad de depósito al Banco de la República -sucursal de Popayán- y, en caso de haberse vendido, para que remitiera asimismo el precio de esa venta.
En vista de las incidencias que se presentaron por el embargo y secuestro de la corona, o de su valor, la Junta de Control de Cambios exigió, bajo caución, la restitución al país del precio pagado, en caso de haberse vendido.
El 20 de marzo de 1937, el juez tercero del circuito de Popayan, Daniel Solarte Hurtado, profirió sentencia de primera instancia dentro del juicio ordinario promovido por la Arquidiócesis, en el sentido de reconocerle a la Iglesia sus derechos, por haberse demostrado plenamente que la "posesión material casi centenaria", ejercida sobre la corona y demás bienes muebles de la cofradía y alegada por la familia Olano, sólo había sido una mera tenencia, y que el dominio de la misma Iglesia estaba reconocido en los últimos 30 años por parte de los antepasados de Manuel José Olano. Al mismo tiempo, en la providencia, se condenó a Olarto a restituir a la Catedral esta corona y todos los elementos pertenecientes al culto de la Inmaculada Concepción. No hubo lugar a condenación por daños y perjuicios, ni por costos del juicio.
El sindicato de compradores, enterado de que los Olano no eran los propietarios legítimos de la corona, se abstuvo de entregar el dinero pactado con ellos. Finalmente, y luego de conocer el veredicto, dio el valor de la compra a la Curia de Popayán, que los invirtió en bonos de deuda pública.

¿Y AHORA QUE?
Después de 62 años de estar en manos del sindicato de compradores de Chicago, el nieto del hombre que hizo la transacción en Nueva York, Warren J. Piper, ha decidido venderla. La casa subastadora Christie's encontró el asunto suficientemente interesante como para hacerle una promoción poco común. Aunque prácticamente nadie en Colombia conocía la existencia de la corona, no son pocos los que consideran que una reliquia colonial de esa importancia y significado religioso, debería volver a Colombia.
Por eso, un grupo de payaneses, encabezados por el gobernador del Cauca, Rodrigo Cerón y el alcalde de Popayán, José Gabriel Silva, está liderando un movimiento para pedirle al gobierno que tome cartas en el asunto. Tres o cuatro millones de dólares pueden ser una fortuna para un particular, pero no para un pais o un grupo de empresarios privados. En todo caso, los firmantes del movimiento se han encontrado con un hada madrina: la primera dama de la Nación, Jacquin Strouss de Samper, quien tan pronto se enteró del asunto, decidió ponerse al frente del esfuerzo de repatriación. SEMANA se ha enterado de que en el pasado Consejo de Ministros ella propuso la idea del rescate de la reliquia y está moviendo cielo y tierra para ver si se puede conseguir financiación.
En este país, donde no existe un inventario serio del patrimonio cultural, y donde las piezas más importantes han salido ilegalmente, sería un logro fuera de lo común recuperar la corona de la Inmaculada Concepción. Ojalá al país no le falte el centavo para completar el peso.

LOS FALSOS MITOS DE LA CORONA
Mito uno: La corona se hizo en agradecimiento porque Popayán no sufrió una peste
Según el historiador Santiago Arroyo Díez, de la única epidemia de que hay noticia fue la que atacó a Popayán en 1538, fecha que no concuerda con los relatos de la creación de la corona.
Mito dos: Corona de los Andes
Arroyo dice que "Popayán es un pequeño valle enclavado entre las dos cordilleras, Central y Occidental, cerca del punto donde se trifurcan los Andes, y se encuentra a una altura que fluctúa entre los 1. 700 y 1.800 metros, por lo tanto está lejos de ser la cumbre de los Andes " Además, en el libro de Actas del Cabildo Eclesiástico que comienza en 1590 se refiere a la imagen de la Virgen como Nuestra Señora de la Concepción.
Mito tres: El oro de los Incas
El investigador Arcesio Aragón, afirma "que todo el territorio de la provincia de Popayán, especialmente el Alto y Bajo Chocó, o sea la costa del Pacífico desde Esmeraldas hasta la Bahía de Cupica era riquísima en oro y plata.... Los dueños de las minas vivían en Popayán, en donde llegó a acumularse una inmensa riqueza...". Lo que descarta, para él, que el oro haya venido del Perú.
Mito cuatro: Los piratas ingleses
Resulta difícil imaginar cómo y por dónde pudieron llegar los piratas a Popayán, a robarse una corona que en 1650 no existía.
Mito cinco: El zar de Rusia
Otra de las leyendas que tomó fuerza fue la que afirmaba que en 1917 el zar Nicolás II de Rusia se enteró de la existencia de la corona y envió a un mensajero para negociar la compra de la joya. Para el historiador payanés Pedro Paz, ésta no es más que otra de las tantas historias sobre la reliquia ya que "resulta difícil imaginarse cómo se pudieron enterar en esa época en Rusia de la existencia de la corona, porque si hoy es difícil que allá se enteren de lo que pasa en Colombia, es muy poco probable que en esa época estuvieran informados de cosas como la corona. Además hay que tener en cuenta que en ese período Rusia vivía un tiempo especialmente problemático, al enfrentar la revolución bolchevique.

MEMORIAS DEL LITIGIO
El abogado Jorge Ulloa López, quien defendió a la curia de Popayán en el litigio jurídico por la venta de la corona, es el único sobreviviente de todos aquellos que fueron protagonistas de este escándalo. A sus casi 90 años, vive hoy en Cali en uso de buen retiro. En 1943, dejó consignada su experiencia en el libro El famoso litigio sobre la corona de Popayán.
"Correspondióme el honor de ser escogido por el arzobispo monseñor Crespo para iniciar y proseguir la demanda de dicha joya. No se me ocultaban las dificultades que el litigio ofrecía. A pesar de haber partido de cero, logré acumular las pruebas conducentes a demostrar que aquella posesión centenaria había sido una mera tenencia (de la familia Olano) y que el dominio de la Iglesia se había reconocido en los últimos 30 años por parte de los antepasados del señor Olano. Triunfó esta tesis en los estrados judiciales, pues obtuve sentencia definitiva condenatoria. Difícilmente podrá ventilarse un negocio más complicado y en donde hayan encontrado al mismo tiempo más lealtad y nobleza de parte de mis contendores".