Especiales Semana

LA CENICIENTA

Como en un cuento de hadas, Lizeth Yamile Mahecha del Atlántico dejó atrás su origen humilde para convertirse en Reina Nacional de la Belleza.

11 de diciembre de 1989

Este año las lágrimas de la noche de elección corrieron por cuenta de los asistentes. Mientras la candidata de Atlántico, Lizeth Yami le Mahecha Arévalo, recibía la corona de Señorita Colombia con asombrosa tranquilidad, sus seguidores lloraban emocionados al conquistar por quinta vez el título para su departamento, luego de 18 años de infructuosos intentos.
Y no era para menos. Esta vez no sólo se trató de una elección muy reñida en la que Angela Mercedes Mariño Ortiz, de Cundinamarca, y Mónica Evers Guzmán, del Valle, fueron las dos competidoras más fuertes de Atlántico. Después de la elección de María Luisa Lignarolo, en 1971, las representantes del Atlántico estuvieron nueve veces a las puertas del título. Este año los "ñeros" llegaron a Cartagena dispuestos a reponerse del "duro golpe del 82", cuando Viviana Char, una candidata en la que tenían puestas todas sus esperanzas, quedó de segunda princesa, mientras Julie Pauline Sáenz cargaba con el título. Desde entonces,los atlanticenses habían perdido todo el entusiasmo por el reinado.
Este año, el optimismo de unos pocos y la bella figura y seguridad de esa joven de Soledad, que terminó el sexto de bachillerato en vísperas de presentarse en Cartagena, hizo revivir las esperanzas. Y fue así como la entusiasta comitiva barranquillera fue la primera que se hizo presente en Cartagena para tomarse la ciudad con bullicio, afiches y pancartas. La candidata, sin embargo, fue la última en llegar.
Por culpa de un fuerte aguacero en Barranquilla, Lizeth no pudo tomar el vuelo real y llegó a la Ciudad Heroica, sola y a deshoras, sin poder disfrutar del acostumbrado recibimiento en el aeropuerto de Crespo. Pero la joven candidata, de 19 años medidas perfectas y una sonrisa encantadora, no tardó mucho en conquistar el corazón del pueblo cartagenero.
Contraviniendo todas las leyes costeñas, Lizeth llamó la atención en el concurso por ser una mujer tranquila, introvertida y con una seguridad a toda prueba. Demostrando que "quien va lento, va lejos", se propuso, desde un principio, recorrer el camino hasta el trono, paso a paso, sin emociones fingidas ni aspavientos. Y fue así como logró convertir en realidad ese sueño de niña que la llevaba a imaginarse en sus juegos portando en las sienes la corona nacional y que, paradójicamente, fue un sueño que los barranquilleros albergaron también durante sus 19 años de vida.
Además de un hermoso rostro, con o sin maquillaje, 1.76 de estatura y sus 92-60-92, la candidata del Atlántico se destacó todo el tiempo por su seguridad y optimismo. Y no era nada fácil.En el grupo había candidatas modelos con mejor entrenamiento en pasarela; otras venían directamente de las manos de las ex reinas, que durante meses las habían preparado para sortear todo tipo de situaciones; la mayoría tenía sus propios maquilladores y peinadores y asistía a gimnasios e institutos de belleza mientras ella y sus seguidores realizaban verbenas en Barranquilla con el objeto de conseguir fondos para su representación. Era, además, la única bachiller en un grupo que se caracterizó por estar integrado por profesionales y estudiantes universitarias. Nada de eso, sin embargo,le hizo perder a Lizeth sus esperanzas de vivir ese cuento de hadas.
Por el contrario, cada vez que pasaba una prueba, sentía la certeza de que contaba con un puesto entre las finalistas. Y su escalada por la corona se inició durante el primer desfile en vestido de baño. Tranquila, desenvuelta y segura, Lizeth demostró que en belleza y desenvoltura poseía todos los atributos para merecer la corona. Y mientras algunas de sus más fuertes contricantes subían y bajaban puntos en el favoritismo popular, la candidata de Atlántico se mantuvo siempre entre los nombres de las más opcionadas. Como pocas veces sucede, este año la ovación del auditorio puso de presente que en esta oportunidad público y jurado coincidieron en el fallo.
La prueba, sin embargo, no fue fácil.En el transcurso del reinado varios departamentos creyeron tener ya la corona en sus manos. El aplauso del público, los gritos de las barras,un gesto amable de un jurado o una declaración favorable de otro, eran alegremente interpretados por las comitivas y alimentaban las ilusiones de reinas. Luego de cada desfile, de cada entrevista o de cada presentación, las noticias volaban por los corredores llevando los nombres de las que habían salido airosas y también de las que, a juicio de cada quien,habían perdido puntos. Fueron varias las jóvenes que después de sentirse coronadas comprobaron con tristeza que a medida que se acercaba la elección sus nombres iban desapareciendo de los pronósticos populares.
Pero si de algo estaban seguros los asistentes al auditorio Getsemaní la noche de la elección, era que, durante las últimas 72 horas, tres candidatas se habían mantenido firmes en el favoritismo: Atlántico, Valle y Cundinamarca. Por eso, pocos se mostraron sorprendidos cuando escucharon los nombres de las cinco finalistas. La decisión estaba en la recta final, cuando ya no cuentan las relaciones públicas y la belleza ha cumplido su cometido de atraer las miradas del país.De nuevo fue su seguridad al responder las preguntas del jurado y su porte de reina los que le valieron a Lizeth el triunfo. Mientras a la candidata del Valle la sorpresa y el nerviosismo la hicieron titubear, Lizeth, muy segura señaló que la principal labor de la reina nacional era "ser una embajadora de Colombia en el exterior y mostrar los valores que en el país todavía existen". Entonces el jurado dio el veredicto final: reina, Atlántico; virreina, Cundinamarca; primera princesa, Valle; segunda princesa, Chocó y tercera princesa, Cartagena, Distrito Turístico. Y a pesar del consenso, junto a la eufórica celebración de los ganadores se vivió la gran desilusión del resto de candidatas y sus comitivas. Ese inevitable momento de la verdad en el que mientras un sueño se convierte en realidad, 19 esperanzas se desvanecen en el aire, y que no pocos dolores de cabeza ha traído a los organizadores del reinado, que, para evitar especulaciones y sospechas producto del aporreado sentimiento regionalista,desde hace 37 años decidieron entregarle el difícil parto de la última palabra a un jurado internacional.
Esta vez, por culpa de la mala imagen colombiana en el exterior, no fue fácil conformarlo. Sin embargo, finalmente, y a pesar de las noticias de bombas, llegaron a la Heroica cinco valientes que unas horas después de aterrizar se olvidaron de las malas noticias que los habían hecho dudar de venir y se mostraban felices y encantados no sólo con las fiestas, sino con las reinas. La ansiedad escrutadora del público dio origen a varios rumores que ellos mismos se encargaron de apaciguar. El único que no perdió piso fue el que señalaba que el diseñador y decorador japonés,Yuki Yao había quedado hechizado por la belleza de la del Tolima.
La presencia de un cirujano plástico, el doctor Raul Couta Sucena, atizó a tal punto los rumores que le achacaban a la representante de Cundinamarca tres cirugías plásticas,que Angela Mercedes Mariño tuvo que presentarse ante las cámaras a aclarar la autenticidad de su belleza, mientras el jurado brasilero dejó boquiabierto a más de uno al afirmar que una cirugía "desde que esté bien hecha y no dañe la expresión de una candidata es un recurso válido desde hace años en los concursos de belleza. Baja más puntos un atuendo demasiado recargado", respondió. Por su parte, la Ex Miss Mundo 1982, Mariasela Alvarez del Pino, señaló que esta vez el jurado había quedado gratamente sorprendido de la inteligencia y desenvoltura de todas las candidatas y que además de belleza, elegancia y simpatía, el jurado iba a tener muy en cuenta la personalidad y el carisma. "Alguien que sienta verdaderamente a su país y lo quiera representar con orgullo". Así mismo, le restó importancia a la estatura, señalando que "la armonía de conjunto es en cualquier concurso más definitiva que una estatura, así sea imponente".
Tales declaraciones dieron nuevas esperanzas al grupo de las bajitas, que bajo la sombra imperante del concurso de Miss Universo habían sido ya descartadas por el público. El último dilema por despejar fue el del inglés, que para muchos entendidos resultaba "importantísimo". Como sólo dos candidatas lo habían incluido, el nerviosismo de las otras se había acelerado ante tamaña deficiencia. La italiana Silvana Sorrentino y el ecuatoriano Enrique Ponce fueron los encargados de aclarar que como se trataba de elegir a la Señorita Colombia, no era requisito indispensable saber otro idioma. "Por su puesto que sí lo hace, le ayudaría mucho a desenvolverse con naturalidad en los eventos internacionales, pero esa no es nuestra principal preocupación". Despejaron muchas dudas al afirmar que, hasta donde ellos sabían, ninguna de las candidatas hablaba inglés, ya que todas, sin excepción, habían necesitado traductor para su entrevista con el diseñador japonés.
Siempre igual y siempre distinto, el Concurso Nacional de la Belleza ha hecho realidad el sueño de sólo 37 de las 543 candidatas que han llegado a la Heroica en los 55 años de historia del evento.Y que llegarán el próximo año y el siguiente y el otro, porque además de los jugosos y atractivos premios y de una popularidad que envidiarían muchos precandidatos, la corona ha demostrado ser el más efectivo trampolín para ganarse a los colombianos y alcanzar todas las metas. Y no cabe duda de que en un país con una tradición monárquica tan arraigada que ha sacado su reinado adelante, aún en las épocas más difíciles y azarosas,ser la reina nacional debe ser, como ellas acertadamente lo califican, "una experiencia maravillosa".