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El divo de la ópera

En medio de los preparativos para el 'tour' de despedida de Pavarotti, aparece una biografía en la que no sale bien librado.

26 de diciembre de 2004

Luciano Pavarotti ha anunciado que se retirará de los escenarios cuando llegue a los 70 años. Esa fecha se cumple en octubre de 2005, motivo por el cual ha decidido decirle adiós a su público por lo alto con un Tour Mundial de despedida, en el que realizará una gira por 40 ciudades del mundo entero, entre ellas Bogotá. Después de 10 años el tenor volverá al país el 26 de febrero, cuando se presentará en el estadio El Campín, gracias a la organización Pavarotti en Colombia S.A., conformada por varias empresas privadas que se unieron con el fin de traer al 'Rey del Do mayor'.

Se estima que hacer realidad este evento cuesta 2,5 millones de dólares y que entre las peticiones del artista está tener a su disposición a los mejores médicos cardiovasculares del país, aparte de su doctor de cabecera, que viajará con él desde Italia, así como su chef personal. Además ha pedido un Mercedes-Benz equipado sólo con el asiento del conductor, sin el del copiloto, para poder ir cómodamente en la parte de atrás. También, una habitación llena de flores, un baño sin escaleras y equipado con barras para sujetarse, y que lo reciban con un plato de ajiaco. Estas exigencias son nada frente a las que menciona Herbert Breslin, que fue su mánager por 36 años, en una nueva biografía titulada El rey y yo. Y es que por estos días se habla con tanta intensidad de su retiro como de las revelaciones de este libro, en el que el cantante lírico no sale muy bien librado.

Breslin, un neoyorquino ejecutivo del sello discográfico Decca, empezó a trabajar con Pavarotti en 1967 y se adjudica el hecho de haberlo convertido en una estrella. Asegura que al principio era el "cliente soñado", pero que luego en la cima se convirtió en una especie de "diva caprichosa", además de ser mujeriego, vanidoso, tacaño, glotón, de mal gusto y hasta musicalmente inepto. "Lo acompañé en todas las etapas y presencié la avidez que traía el éxito, extendiéndose más allá de su obsesión por la comida, a las mujeres, el dinero y una vida de excesos que supera toda imaginación", cuenta.

De acuerdo con el autor, para Pavarotti una sola mujer no es suficiente. Revela detalles del sufrimiento que soportó Adua, su primera esposa y madre de tres de sus hijas, por la costumbre del artista de tener affaires con sus secretarias. Una de ellas fue Nicoletta Mantovani, su actual esposa, 35 años menor y con quien tiene una pequeña hija. Pero entre las muchas amantes se centra en el romance que tuvo años atrás con Madelyn Renee, una atractiva cantante norteamericana. "Su relación no era secreta, iban como pareja a eventos sociales y viajaban juntos. Bueno, él en primera clase y a ella le compraba un asiento en clase económica", pues otra de las características que le adjudica es la tacañería: "Le gustaba visualizar a la gente que trabajaba con él como una gran familia y según Luciano, uno no tiene que pagarle a la familia".

Al parecer, Madelyn se cansó de esperarlo y lo dejó. En revancha, él llamó a todos los teatros y ordenó que nunca más la contrataran. "Para ser honesto, me pregunto en qué reside la atracción ejercida por Luciano en las mujeres. He estado con él en el sauna y es difícil imaginar que sea capaz de gran habilidad sexual. Sin embargo era tan buen amante como tenor. Atraía especialmente a mujeres necesitadas que se convertían en encargadas de lavar platos, ropa y cocinar; estaban allí para servirle".

Pero según Breslin, la comida es su verdadera obsesión: en sus viajes cargaba un arsenal de artefactos de cocina, y para una presentación en China ordenó llevar al personal de su restaurante predilecto de Génova. Sin embargo advierte que su peso es un tema delicado. "Es difícil cuantificar cuantos kilos subió en su vida, porque nadie ha sabido cuánto pesaba. Cada vez que alguien se atrevía a preguntar, Luciano respondía: 'Anoche me puse a dieta, de manera que hoy peso cinco kilos menos".

Por si fuera poco, el ex mánager pone en duda las habilidades musicales del tenor y cuestiona su falta de formación técnica: "Nunca le fue fácil aprender su música (...) Calcular el tiempo para hacer su entrada le resulta un verdadero desafío. Y tampoco ayuda que no sepa leer partituras", explica.

Pavarotti parece no prestar atención a esta lluvia de críticas. Después de todo, con más de 100 millones de discos vendidos, de ser comparado con Carusso y de ser el cantante lírico más cotizado, él se siente más allá del bien y del mal, como el divo que es. Al fin y al cabo, desde hace tiempo es una leyenda viviente del mundo del espectáculo.