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El atractivo del ‘performance’ de Bayly es una curiosa combinación de displicencia y sensatez. Es espontáneo, desparpajado y no le interesa ser neutral

TELEVISIÓN

El provocador

Con su antichavismo y su peinado de totuma, el programa de Jaime Bayly se está convirtiendo en tema obligado en los círculos de opinión.

16 de enero de 2010

Cuando salió al aire el programa de Jaime Bayly en RCN a las 10 de la noche pocos pensaron que pudiera tener éxito. Una hora diaria en televisión en vivo, sin entrevistados y sin teleprónter, era un reto descomunal. Por otra parte, el periodista peruano era un personaje de esos que estuvieron de moda hace unos años y que dejó de sonar después de eso. Y como a veces las glorias internacionales cuando se les acaba su ciclo terminan en países del Tercer Mundo, no se descartaba que ese fuera el caso.

Sin embargo, por ahora ninguna de esas especulaciones se ha cumplido. El programa de Bayly se ha venido consolidando rápidamente y en los círculos donde se forma opinión es objeto de comentarios frecuentes. La idea original era que en Colombia apareciera sólo una vez por semana a las 11 de la noche, y el resto de los días en NTN 24, el canal con el que RCN se está jugando para conquistar el mercado de habla hispana. Ante la inesperada acogida del espacio del peruano, se adelantó su horario de 11 a 10 de la noche y son muchos los que nunca sintonizaban en Colombia el canal NTN 24 que ahora lo hacen para ver al controvertido periodista. Su llegada a Colombia era el último capítulo de su itinerante carrera periodística, un éxito internacional poco común para un latinoamericano.

Todo comenzó cuando un niño rebelde de 15 años entró a trabajar obligado por su madre al periódico peruano La Prensa. Hablando de ese verano de 1980, Bayly recuerda que su madre le anunció tres cosas: "Que me iba a vivir con los abuelos porque en casa no me aguantaban más, que me iba a cambiar a un colegio religioso porque estaba preocupada por mi formación moral -o deformación moral, digo yo- y que tenía que trabajar durante las vacaciones. En casa éramos 10 hermanos, era un caos. Mamá se la pasaba llorando o rezando y sufría por su hijo díscolo, que era yo. Para ella, 'La Prensa' era la mejor opción para ocuparme, pero no sabía que mandarme allá era como enviarme a trabajar a un burdel o a un manicomio". 

Bayly, sin embargo, quedó fascinado con ese manicomio. "La redacción era como un zoológico donde se exhibía la demencia humana, así que me sentía en casa". En 1983, el dueño de un canal de televisión local le ofreció un programa. Había leído las columnas del joven en La Prensa y le pareció que tenía madera. A los 18 años, Bayly entrevistaba a personajes políticos con un estilo muy lejano al que hoy día lo caracteriza. "Era demasiado formal. Yo era un niño precoz que hablaba con propiedad de política. Lo que no sabía mi mamá es que simultáneamente estaba fumando marihuana, metiendo cocaína y acostándome con hombres. Entonces me volví más provocador".

Fue por esa época cuando entrevistó al entonces candidato presidencial Alan García, evento que le ganaría el apodo del 'Niño terrible de la televisión'. Bayly le preguntó si era verdad que se había sometido a un tratamiento siquiátrico conocido como la cura del sueño para sobrellevar un episodio sicótico. García no sólo no respondió la pregunta -una acusación veraz-, sino que cuando ganó las elecciones le hizo saber a Bayly que encabezaba la lista negra del nuevo gobierno. 

Durante los cinco años que duró esa administración, Bayly estuvo alejado de Perú y consiguió trabajitos en países centroamericanos. Un productor norteamericano vio sus programas y consideró que ahí había algo especial. Así comenzó su conquista del mundo de habla hispana desde Miami. Ese tiempo, según confiesa, fueron sus años de drogadicto, pero también el período en que más se hizo famoso por su desparpajo y porque no tenía pelos en la lengua. "Estaba ganando muy bien, a la gente le gustaba mi estilo y me convertí en el periodista latino de moda", recuerda.

Fue entonces cuando Mario Vargas Llosa, amigo de Bayly, se lanzó a la Presidencia del Perú en 1990. El joven periodista, decidido a apoyarlo en su campaña, regresó al país y a la televisión. Vargas Llosa perdió y Bayly se instaló en España empeñado en convertirse en escritor. "Me juré que no iba a regresar a Lima y que nunca iba a volver a hacer televisión". El juramento duró cuatro años, que fue lo que tardó en gastarse todos sus ahorros y terminar su primera novela, No se lo digas a nadie. Se trataba del relato de un joven bisexual y adicto a las drogas que buscaba su lugar en la alta sociedad limeña, y por eso muchos pensaron que era una autobiografía. Por influencia de Vargas Llosa, la editorial Seix Barral publicó el texto de Bayly. "Mi familia sabía que no tenía dinero y que la novela iba a ser escandalosa, así que me ofrecieron una especie de donación para que no la publicara, pero por orgullo no acepté". Como muchas veces en su vida, Bayly prefirió el escándalo. El libro se convirtió en el primer éxito del periodista, pero de esa experiencia aprendió que era muy difícil vivir de la literatura.

Entonces volvió a la televisión en Miami y allí estuvo radicado los últimos 15 años. Siguió escribiendo, como columnista para el Miami Herald, y como novelista publicó 10 títulos más. Además, mantuvo su programa en Perú, El Francotirador, los fines de semana.

Eso hasta el año pasado, cuando recibió la oferta de RCN. Había tenido un enfrentamiento con los directivos del canal, a quienes les pareció que sus opiniones ya se estaban pasando de la raya.

En esa encrucijada decidió aceptar la oferta de la familia Ardila y se vino a vivir a Bogotá. No tenía muchas expectativas sobre la ciudad, pero ahora está encantado. Vive en un hotel y se desplaza todos los fines de semana a Lima ver a sus dos hijas y a hacer su programa dominical.

Por ahora no tiene ninguna queja con la etapa de su vida que está atravesando. Su rutina de trabajo consiste en escribir toda la mañana y manejar el programa por la tarde. La escritura gira alrededor de una novela que, según él, Bogotá le ha inspirado. Y el trabajo de la televisión comienza con la llegada de videos sobre lo que sucedió en el día en los países latinoamericanos, responsabilidad para la cual tiene cinco productores, dos en Buenos Aires, dos en Colombia y uno en Lima. Ellos son los encargados de detectar las barbaridades o los aciertos más interesantes de los Presidentes o candidatos del continente. Bayly a las 7 recibe el trabajo del día y comienza a hacer una selección de los clips que le interesan. Durante las próximas dos horas escribe unas notas a mano y sin teleprónter arranca a las 10 en punto a dejar volar su imaginación.

El atractivo de su performance es una curiosa combinación de displicencia y sensatez. No pretende en forma alguna ser neutral, es un hombre de derecha que detesta el totalitarismo de izquierda que está tan de moda en el continente. Sin embargo, la espontaneidad y el lenguaje coloquial con que ridiculiza a los 'malos' y elogia a los 'buenos' han cautivado a la teleaudiencia colombiana.

Los 'buenos' están encabezados por Álvaro Uribe, a quien considera uno de los mejores presidentes de Latinoamérica. Sin embargo, es un antirreeleccionista convencido y no se abstiene de darle palo a la insistencia en el tercer período.

Pero el éxito del programa se basa más en los 'malos' que en los 'buenos'. Y la estrella en esta primera categoría es Hugo Chávez. Muchos creen que sin él de pronto el programa no se habría podido posicionar tan pronto. Como el Presidente venezolano es efectivamente un personaje pintoresco con algo de caricatura, el periodista peruano desmenuza noche tras noche cada uno de sus arranques, apoyado por las imágenes de video de la intervención de Chávez del día. El escepticismo e incluso el desprecio que refleja cuando termina cada clip es tan auténtico, que se ha convertido en el gancho principal del programa. Como dice el propio Bayly, "le agradezco a Chávez, pues sus barbaridades se han convertido en la materia prima de mi programa y es lo que más les gusta a los televidentes. En los días en que él no habla, hacer el programa es más difícil".