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Para Juan, Andrés y Sebastián faltaron muchas historias por contar como la de un hombre que asegura ser marciano al igual que Jesucristo. Por ello están creando una pagina web y tienen un correo, bogotabizarra@yahoo.com, esperando que les envíen datos

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Lo bueno, lo malo, lo feo... y lo raro

Enanos toreros, caminatas nudistas, fantasmas y más personajes y sitios únicos hacen parte de 'Bogotá bizarra', una guía para perderse.

23 de septiembre de 2006

El conductor de TransMilenio debió haber quedado perplejo por el extraño personaje. "¿Es un pájaro , ¿es un avión?", quizá pensó. "No. Es Superman, en plena avenida Caracas". En realidad era un enano superhéroe que ondeaba al aire su capa roja mientras un luchador enmascarado lo alzaba para simular su vuelo, pirueta que interrumpieron cuando se dieron cuenta de que iban a ser arrollados. La poco usual escena era un intento por tomar la foto de portada de un libro aún menos común: Bogotá bizarra, una antología de más de 300 lugares y personajes que hacen de la capital una ciudad insólita.

Muchos de sus casi ocho millones de habitantes seguramente no podrán creer que además de Monserrate, La Candelaria, la Plaza de Bolívar y el Parque de la 93, existen atracciones como caminatas nudistas en el Parque Nacional, cursos para aprender a hacer milagros, peluquerías púbicas, un almacén donde bifurcan tanto lenguas como penes, y hasta recorridos para ver fantasmas y shows de enanos mariachis y toreros. Andrés Sanín, Juan David Sánchez y Sebastián Chalela se pusieron durante tres años en la tarea de descubrir lo que escapa a la mirada del transeúnte desprevenido.

"Todos tenemos algo de bizarro. A mí por ejemplo casi nunca me dejan entrar a las discotecas, les debo parecer raro", señala Chalela mientras hace roscas con sus mechones rastas. "Usted también ha estado fuera de lugar", agrega, refiriéndose a Sanín, quien era abogado del Banco de la República pero le gustaba escaparse a aventurar al centro. Allí, una tarde un extraño personaje le apuntó con una metralleta fabricada con desechos, de la que no salían ráfagas sino una estela de incienso. Era Humberto Gutiérrez, una especie de Rambo callejero que suele deambular lamentándose por la invasión del Tíbet. "Desde niño practica yoga, estudió panadería en el Sena y tuvo que dejar de torear carros, pues ya estaba muy viejo para lidiar a capotazos la velocidad del mundo", cuenta Sanín. Luego de compartir con el Rambo un par de cervezas, quedó motivado a seguir descubriendo esos personajes urbanos a los que la gente prefiere ignorar por temor.

Con Sánchez, un apasionado de los grafitos bogotanos, y Chalela, quien acababa de escribir su novela La ciudad de humo sobre personajes de la calle, empezó la idea de crear la única guía diseñada para perderse, "para salir de ese limitado mapa que uno recorre de la casa al trabajo y del trabajo a la casa", como explica Chalela, basándose en un proyecto similar realizado en Santiago de Chile.

El recorrido comenzó con sus experiencias y con las pistas que conseguían. Algunos sitios nunca aparecieron, quizá porque hacen parte de las leyendas urbanas de Bogotá. Ese fue el caso de un supuesto club en La Candelaria donde, al estilo de la película Ojos bien cerrados de Kubrick, entrarían personas influyentes con sus escoltas y colgarían sus ropas para dar inicio a una orgía.

Pero su búsqueda los llevó a las puertas de una fonda antioqueña ubicada en Chapinero. El lugar no tendría nada de extravagante de no ser porque detrás de la barra se abre una puerta negra que da paso a 'Las calles de San Francisco'. Se trata de un centro nocturno gay en el que los visitantes son recibidos con una menta y un condón y luego tienen la oportunidad de ver un show de sexo en vivo, un espectáculo propio de ese mundo oscuro que despierta con la noche. A muchos de estos lugares ingresaban de incógnito para poder trabajar a sus anchas. Incluso Chalela, haciendo honor a su bizarra creatividad, escribía en un idioma que inventó, para que nadie entendiera sus apuntes. "Nuestra idea es mostrar toda la diversidad que hay en Bogotá. Hay 'atracciones' limitadas para los menores, y puede que muchas sean criticadas por los padres, pero no porque uno esté en contra de ellas van a dejar de estar ahí. Lo que sí tuvimos en cuenta fue no escoger sitios que rayaran en la ilegalidad", opina Sánchez. Por eso, aunque se enteraron de que hay juegos de ruleta rusa y peleas de perros, estos eventos no hacen parte de su libro. Porque bizarro no es sinónimo de ilícito. Para los autores la expresión define tanto la extravagancia como la valentía: la de atreverse a ser diferente.

Por eso Antonio Casafus reconoce que merece el calificativo que lo hace parte de esta antología. Dice que ese no es su primer apellido, sino el número 62, que adoptó por su origen palestino. Hace 12 años creó el Museo del resultado oculto del trabajo del hombre y de la mujer.com. Pese al nombre no es una página web, y de la tecnología solo tiene que ver con sus desechos. El lugar, que huele horrible, fue construido a punta de basura. Pedazos de muñecas, cajas de dientes, carcazas de celulares y CD forman parte del peculiar tocado que adorna su cabeza. Él describe su obra como "pedagogía de choque", una crítica a la sociedad de consumo: "Es un espejo de lo que somos, de lo que producimos", dijo a SEMANA este pintor que asegura vivir de sus cuadros, haber estudiado arte en París y haber ganado un premio en Mónaco, entregado por el príncipe Rainiero, antes de decepcionarse del mundo, al que considera tan aburrido que tiene que pasárselo con alcohol.

De la lista también hacen parte The Rimembers, que son inolvidables por ser "la peor falsa banda de rock", como los presenta su mánager Edwin Sánchez, vestido con un abrigo de peluche ajedrezado. El grupo, conformado por estudiantes de arte de la Jorge Tadeo Lozano, toca clásicos pero sin instrumentos. Lo hacen con sonidos y voces, e incluso destruyen sus guitarras ficticias a lo Jimmy Hendrix. Dicen que ensayan cantando en la ducha y así mismo suenan.

Comparten páginas del libro con Luis Eduardo Campos, más conocido como el Chavo bogotano, un trapecista y payaso de circo que un día, cansado de que le dijeran que era igualito a Chespirito, decidió convertirse en este personaje para ganarse la vida imitando sus gestos y garroteras en calles y piñatas.

También aparece el famoso indio amazónico y su templo espiritual ubicado en Teusaquillo, a quien los autores no pudieron entrevistar pues al parecer vive en Los Ángeles, ayudando a quienes no consiguen pareja, ni trabajo, entre otros poderes que se le atribuyen.

Uno de los personajes más carismáticos de la obra es don Macedonio Castillo, peluquero desde los nueve años y hombre orquesta que toca piano, bandola, guitarra y violín, y que ha compuesto 100 canciones y grabado otras tantas con su agrupación. Pero no sólo por eso se ganó el derecho a salir en El show de las estrellas: Se ufana de ser desde hace años el peluquero de Jorge Barón, quien aparece en fotos que adornan las paredes y peinadores de su salón recubiertos con papel silueta rojo. Además asegura tener el secreto contra la calvicie con un corte especial de navaja. "Entusiasmo", a propósito del estilo de Jorge Barón, grita Efrén, el director de una sesión de desintoxicación en la que Sanín pasó el trago más amargo de esta travesía. En estas purgas colectivas se reparte una extraña poción espesa preparada con diente de león, alcachofa, bilis de buey, cáscara sagrada y cloruro de magnesio, acompañada de dos pastillas y varios rollos de papel higiénico. Mientras los estreñidos y atormentados pacientes hacen ejercicio, lanzan consignas escatológicas como "un aplauso para el colon".

Después de haber conocido algo de la 'otra' Bogotá, los tres periodistas extremos reconocen que son más bizarros pues han aprendido a mirar con ojos diferentes la ciudad que los rodea. Por eso saben que detrás de cada calle, de cada esquina, de cada rostro hay una historia oculta por contar.