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LOS DELFINES

Dos hijos del asesinado Robert Kennedy se lanzan a la política

24 de febrero de 1986

Que nadie se sorprenda si oye hablar ahora de dos nuevas figuras políticas de la familia Kennedy, la misma de los asesinados John y Robert, la misma del vacilante senador Edward, quien acaba de sobrevivir a una gira por Suramérica donde recibió piedras y palos: Joseph, de 33 años, y Kathleen, de 34, se encuentran en plena campaña que culminará en noviembre para llegar al Congreso por los estados de Massachusetts y Maryland. El quiere ocupar la curul del Senado que su tío John tuviera durante varios años hasta ser reemplazado por el también demócrata Thomas Tip O'Neil, quien no seguirá su larga carrera política.
Aparentemente y por ser un Kennedy, puede ganar en un estado donde la familia es venerada, pero su rival, un republicano, también viene de un apellido famoso, James Roosevelt Jr., nieto del Presidente.
Para Kathleen las cosas son más complicadas porque se enfrenta a la republicana Helen Delich Bentley, representante a la Cámara que está finalizando su primer período y lo ha hecho bien, según la comunidad.
Joseph, el hijo menor de Robert, será recordado siempre como el muchacho de 15 años que durante el funeral de su padre iba caminando detrás del cortejo que llevaba el cuerpo del asesinado Fiscal General, saludando a todos los que iban en caravana, dándoles la mano mientras decía: "Hola, me llamo Joe Kennedy y le agradezco que haya venido". A los 33 años tiene una esposa tres años mayor que él y gemelos de cinco años, mientras preside la Corporación de Energía para los Ciudadanos, una empresa sin ánimo de lucro que se dedica desde 1979 a abastacer de combustible barato a las clases más necesitadas, llegando a manejar más de mil millones de dólares anuales.
Aunque el simple apellido ya le garantiza el favoritismo de los electores, Joe sabe que debe trabajar cada voto y durante las distintas reuniones que viene sosteniendo con la gente, en distintos lugares de Massachusetts, jamás menciona sus lazos familiares y sólo quiere que la gente lo respalde por lo que él podrá hacer en el Congreso por ellos. La decisión de Joe de lanzarse para el Senado sorprendió a muchos, comenzando por sus hermanos, quienes siempre lo habían visto, dentro de una familia que respira política desde la infancia, como una excepción a los Kennedy. Y para que la sorpresa fuera mayor, rechazó el calificativo de "liberal" que le adjudicó un periódico. Según algunos, ahora falta que se declare no católico. La curul a la que aspira el muchacho ha estado en manos de demócratas desde hace 43 años, pero eso no garantiza su victoria, sobre todo con el nieto de Roosevelt trabajando para lograr el mismo fin. Cuando se enfrenta a los periodistas o a los grupos que quieren escucharlo, Joseph Kennedy II, como es su nombre completo, todos le descubren algunos gestos ya familiares: las maneras suaves de Edward y la forma como lleva la mano izquierda en el bolsillo de la chaqueta, lo mismo que John. Pero todo eso, obviamente, no es suficiente.
Kathleen está casada con David Townsend, un escritor e investigador, y tienen tres niñas: hace sólo un año que viven en Maryland y eso ha sido un elemento de crítica por parte de algunos posibles electores, quienes la acusan de oportunismo político. Lo mismo que su hermano Joseph, evita cualquier referencia al apellido durante sus actividades públicas y en algunas reuniones que ha tenido con posibles grupos de respaldo, ha hecho énfasis en que quiere ganar por sus propios méritos. Los observadores políticos norteamericanos miran sin sorpresa que esta tercera generación de Kennedys haya decidido lanzarse al mismo camino de sus antecesores y en el caso de Kathleen, sacrificando lo que era una brillante carrera en la oficina del Fiscal en Baltimore.
El caso de Kathleen se convierte en una excepción dentro de las mujeres de los Kennedy: hasta ahora ninguna de ellas se había lanzado como candidata y siempre habían permanecido como efectivas ayudantes en las campañas. Cuando le preguntan por qué se decidió, dice que quizás bajo la influencia del movimiento feminista norteamericano. Mientras hace cuentas de cómo la campaña le puede llegar a costar un millón de dólares, resume sus áreas de interés para trabajar en el Congreso: el control del medio ambiente, la lucha contra el envenenamiento de ríos y bosques, las necesidades de los padres que trabajan y deben tener cerca sus hijos pequeños, apoyar el aumento del voluntariado entre los ciudadanos. También se muestra preocupada por la actitud cínica de la gente ante el trabajo de los funcionarios públicos y piensa que se les debe conceder más confianza, más credibilidad.
Hija de un hombre que tuvo poco tiempo para dedicarle a los suyos, lo recuerda con nostalgia y afecto: "Mi padre hacía todo cuanto podía para regresar a casa temprano y jugar con nosotros, y como entendíamos cómo era de escaso y precioso su tiempo, entonces esos encuentros, esos juegos, eran más intensos, pero al mismo tiempo cuando no estaba también valorábamos su ausencia". --