¿Haci@ dónde v@mos?

La era digital no se puede convertir en la era en la cual el poder político de los medios quede al servicio de los intereses privados de las empresas

Semana
14 de febrero de 2000

Pese a que en Colombia la noticia pasó agachada —como todo lo que ocurre más allá de Punta de Gallinas— marcó un hito en la historia de las comunicaciones. La fusión la semana pasada entre America On Line (AOL) y Time Warner por 350.000 millones de dólares (cuatro veces el PIB colombiano) fue el banderazo oficial de la tercera gran revolución de la humanidad, después de la agrícola y la industrial: la revolución de la información. No es sólo que AOL, principal proveedor de Internet del mundo con 22 millones de suscriptores, y Time Warner, primer conglomerado de comunicación y dueño de las revistas Time y People y las cadenas CNN y HBO, hayan creado la empresa más grande y poderosa de la Tierra y que este hecho encierre de por sí peligros para el futuro del Estado y la democracia. Es que la revolución de Internet está cambiando todas las reglas del juego existentes: la forma en que nos relacionamos, la manera en que pensamos y, quizás en su dimensión más palpable, el sentido de los negocios. El giro no es menos que brutal. Un ejemplo: la ‘net-economía’ es hoy la negación de la economía tal como la conocemos. Ya no es atractivo para una compañía generar utilidades sino pérdidas. Las empresas de la web ya no se miden por lo que valen hoy sino por lo que pueden llegar a valer en el futuro. Razón por la que muchas de las compañías ‘punto com’ cuyos estados financieros están hechos un desastre son valoradas en sumas astronómicas en el nuevo oráculo de Delfos: la bolsa de Nueva York. En menos de cinco años la página en línea del New York Times ha llegado a costar más que el periódico impreso, el cual lleva circulando cerca de un siglo. Y no nos extrañe que en un par de años la recién creada Laciudad.com cueste más que El Tiempo (¿qué diría el tío Eduardo?). Pero, como toda revolución, no está exenta de peligros. La fusión entre AOL y Time Warner creó el segundo titán digital después de Microsoft y esto ha encendido las alarmas en varios círculos políticos de Estados Unidos y Europa. Por una simple razón práctica y otra existencial. La primera es la concentración inusitada de poder en unos conglomerados transnacionales que ya no sólo tienen el poder de los medios masivos sino de la tecnología. Son dueños del medio, el canal y el mensaje. Esto ha creado un cartel de multinacionales de la información (menos de 10) con tentáculos en casi todos los países del mundo, cuyas decisiones afectan a las sociedades (la agenda política y económica, los valores, las costumbres, etc.) pero están por fuera del control político nacional. Y esto nos lleva a la explicación existencial: la falta de política frente a la velocidad del desarrollo económico y tecnológico. El propio Kissinger dijo recientemente en una entrevista que uno de los grandes peligros de la globalización es que hay “un vacío de ideas y de política que configure las nuevas realidades económicas”. Y ahí radica el gran peligro para las democracias. Porque no está para nada claro que esta fusión-manía beneficie más al ciudadano común, a la creatividad y a la competencia que a los poderes privados ya establecidos. Aunque todavía nos encontramos en la turbulencia de la transición y es difícil predecir el futuro, lo cierto es que la era digital no se puede convertir en la era en la cual el creciente poder político de los medios quede al servicio de los intereses privados de estas megacorporaciones. Por lo tanto la pregunta que todos nos hacemos —y en particular los periodistas— con lo que está pasando en el mundo es ¿hacia dónde va el negocio de la información? Por el momento, hay una gran pérdida por la vía de la independencia. Estas gigantescas alianzas vuelven más manipulable el mensaje al haber muchos más intereses por parte del medio. Será, sin duda, un contenido mucho menos transparente, donde las fronteras entre política editorial y política comercial serán cada vez más difusas, donde la información se entrecruzará con el entretenimiento y donde el cinismo del ciudadano frente al poder de los medios seguirá en aumento. Por el momento hay esperar qué huellas dejan estos Gulliveres de la información global en Colombia. Amanecerá y veremos. Escriba comentarios sobre esta columna a : alejosantos@hotmail.com

Noticias Destacadas