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Mayerly Aragón, líder comunitaria y víctima del conflicto, forma parte del proyecto Farycafé junto a excombatientes de las Farc.

CONTENIDO INSTITUCIONAL

Miradas femeninas de la reconciliación

La cocina móvil Farycafé es un espacio que subvierte la naturaleza de las cocinas para dar a las mujeres el liderazgo en la construcción de su futuro en el posconflicto.

Julián Santamaría
4 de diciembre de 2019

Este contenido institucional surge de una alianza entre ARCADIA y la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN)

Hablar del corregimiento de Conejo, en el sur de la Guajira, es hablar de un lugar que reúne buena parte de la historia reciente de Colombia. Su comunidad vivió los efectos de la bonanza marimbera de los años setenta y, a partir de finales de los años ochenta, las espirales de violencia del conflicto armado. Los grupos armados, unos y otros, llegaron al pueblo en diferentes oleadas, hasta que las Farc tomó el control y lo convirtió en un corredor estratégico en la región. Entre las arbitrariedades de la guerrilla, y ante la confrontación del Estado con sus frentes, los habitantes de Conejo terminaron sometidos al estigma. Los señalaron como simpatizantes y así entraron en la mira de los paramilitares, que llevaron el terror e hicieron desplazarse a docenas de personas.

Mayerly Aragón es una de las personas que tuvo que abandonar Conejo en medio de la incursión paramilitar. “Todavía se me escurren las lágrimas con esos recuerdos. Todavía nos duele la muerte de nuestro tío. No quisiéramos volver a vivir eso, el conflicto, la tristeza”, dice. Corría el año 200, Aragón tenía entonces veintisiete años y tras su desplazamiento forzado llegó a Valledupar a rehacer su vida. Vivió doce años lejos de los cafetales de la vereda Las Marimondas, donde había crecido junto a su madre, una trabajadora del campo. Pero, según recuerda hoy, el deseo de regresar se mantuvo presente. “Recordábamos y anhelábamos volver algún día. Recuperar lo que habíamos dejado, lo que habíamos construido. Regresar a hacer lo que amamos, que era sembrar y cultivar la tierra”.

Pero nunca imaginó que volvería para hacer empresa con excombatientes.

En 2013, Aragón entró en contacto con la Federación de Cafeteros, que por esos días buscaba mujeres en la región para consolidar proyectos que permitieran recuperar la productividad de las tierras, pero que sobre todo les dieran a ellas un lugar protagónico en la caficultura guajira. El resultado del esfuerzo vio la luz el 17 de mayo de ese año, cuando abrió sus puertas la Asociación de Mujeres Caficultoras de la Serranía del Perijá (Asmuperijá) de la cual Aragón ha sido la directora desde un principio y que comenzó con diez mujeres víctimas del conflicto hasta llegar a las 30 integrantes con las que cuenta actualmente.

El proyecto permitió que estas mujeres recuperarán sus tierras y llenó a Aragón de entusiasmo, pero no la liberó de sus preocupaciones. “Todavía teníamos temores, y el proceso de paz no había iniciado”, dice. Y cuenta que, incluso tras la firma final de los Acuerdos de Paz, todavía se sentía un aire de desconfianza entre la comunidad (y víctimas como ella) y los excombatientes. La situación era apremiante, pues cerca de Conejo se erigió una de las entonces llamadas “zonas veredales”. “Al principio fue muy tensa la situación, no había acuerdos”, dice.

Poco a poco, sin embargo, empezaron a vivir un cambio, y un factor determinante fue la colaboración entre las mujeres de Asmuperijá, la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (arn) y el British Council. Conscientes de la necesidad de doblar los esfuerzos para que civiles como Mayerly Aragón pasaran a ser parte integral del proyecto de reincorporación a través de proyectos productivos, estas dos últimas entidades crearon espacios de encuentro y reflexión para implementar la Estrategia Comunitaria con Enfoque de Género. Allí promovieron la participación de mujeres y sus organizaciones en la construcción de la paz y el reconocimiento de la victimización de la mujer por causa del conflicto, y esto paulatinamente disipó la desconfianza. Pero el enfoque fue amplio. La estrategia sirvió también para dar herramientas e iniciar procesos de liderazgo, así como para organizar talleres sobre derechos de las mujeres y derechos reproductivos. “Fui conociendo qué era eso de la reincorporación y la reconciliación, y empezamos a hacer acercamientos hasta llegar al proyecto de Farycafé”, dice Aragón.

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Farycafé es una cocina móvil de productos a base de café y alimentos. Ofrece espresso, capuchino, café latte, y hasta dulces y galletas, además de platos típicos guajiros como el chivo y la gallina criolla. Treinta personas forman parte del proyecto; siete son mujeres de Asmuperijá y las demás son excombatientes de las Farc. Hay tres hombres, pero la mayoría son mujeres que, y la presencia femenina termina por...

Este emprendimiento desafía el ideario tradicional de género, al convertir a la cocina –un espacio muchas veces asociado a la subordinación de la mujer– en un vehículo para que excombatientes y víctimas, juntos, creen y tomen las riendas de sus proyectos productivos. A la vez, el espacio se vuelve itinerante y permite que el acto de reconciliación entre las mujeres se lleve a lo público.

Con el apoyo del Consejo Británico y la arn, la cocina arranca operaciones en 2020. La meta es extenderse por toda la Guajira, pero antes deberá consolidarse el equipo con base, primero, en los propios procesos de convivencia, colaboración y reconciliación. En sí, el proyecto ya ha logrado algo antaño impensable: empezar a recuperar seriamente un tejido social destrozado por la violencia y la desconfianza que imperaron durante décadas en la zona. “Las relaciones entre la comunidad y las mujeres farianas mejoraron. Podemos decir que hay una sana convivencia entre las dos comunidades de mujeres”, afirma Aragón. Farycafé es un ejemplo –y puede convertirse en un modelo– del rol central y muy activo que la mujer debe tener en en el marco de la implementación de los Acuerdos de Paz. Cuando Aragón piensa en esto lo hace sobre todo con un deseo en el horizonte: que como sociedad seamos capaces de reconciliarnos y construir un futuro en conjunto.

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