Ana Blandiana nació en 1942, en Timisoara, Rumania. Fotos cortesía de la autora.

FILBO 2018

Un grito en el vacío: la poeta rumana Ana Blandiana

Censurada por años en su país por oponerse al régimen comunista, Blandiana ha sido, además de poeta, testigo de su tiempo. La literatura, suele decir, es una forma de resistencia moral ante las fuerzas que aniquilan la vida y la dignidad. Un perfil y algunos poemas inéditos de una de las invitadas clave a la próxima edición de la FILBo.

Viorica Patea* Salamanca
20 de febrero de 2018

“Existimos solo en la medida en que somos testigos de la historia, de una historia que, a su vez,

existe solo en la medida

en que somos sus testigos”.

La poesía entre el silencio y el pecado (2012).

Autora de dieciséis libros de poesía, dos volúmenes de relatos fantásticos, nueve de ensayos y una novela, Ana Blandiana (su verdadero nombre es Otilia-Valeria Coman) es la poeta rumana actual más internacional, gracias a las traducciones de sus obras a veinticinco lenguas, agrupadas en ochenta volúmenes de prosa y poesía. Destacada opositora al régimen de Ceausescu, es una de las conciencias artísticas y cívicas más importantes de su tiempo.

El lugar que Blandiana ocupa en la literatura rumana es comparable al de Anna Ajmátova o Václav Havel en la literatura rusa o checa. Blandiana constituye, al igual que ellos, un símbolo de valentía e integridad moral ante un poder arbitrario. Como Ajmátova, quien dio voz a los millones de víctimas que sufrieron bajo la dictadura de Stalin, y Václav Havel, quien hizo del deber de vivir en la verdad un imperativo, Blandiana concibe la función del poeta como testigo de su tiempo, y la literatura como una forma de resistencia moral ante las fuerzas que aniquilan la vida y la dignidad del ser humano.

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Nacida en 1942 en Timisoara, lugar que se convertiría en el epicentro de la Revolución de 1989, Ana Blandiana es una figura legendaria de las letras rumanas: poeta de excepción y, al mismo tiempo, una mujer extraordinariamente bella, carismática y valiente, cuya trayectoria existencial constituye la encarnación de los más altos ideales expresados en su escritura. En el panorama turbio después de 1989, Ana Blandiana llegó a ser símbolo de esperanza y de integridad ética, “el nombre más puro” de las letras rumanas, según la opinión de un crítico.

Blandiana ostenta el récord de las prohibiciones bajo dos dictaduras: la primera, cuando aún era adolescente con Gheorghe Gheorghiu Dej (1947-1964), a la que se sumaron otras dos durante la época de Ceausescu (1964-1989), en 1985 y luego en 1988, hasta la Revolución de 1989.

Antes de convertirse en la escritora relevante que es hoy, el suyo fue un nombre prohibido. Su debut literario a la edad de 17 años con el poema “Originalidad”, publicado en la revista Tribuna, desencadenó la primera de las prohibiciones que iban a pesar sobre su obra. Aunque el poema apareció con el seudónimo de Ana Blandiana, formado a partir de Ana, el nombre de la heroína de una de las leyendas fundacionales de la literatura rumana, y del nombre del pueblo transilvano de su madre, las autoridades comunistas la estigmatizaron como “hija de un enemigo del pueblo” y enviaron una circular a todas las publicaciones del país advirtiendo que su padre, sacerdote ortodoxo, era un prisionero político en aquel entonces. Además, durante cuatro años, Blandiana fue privada del derecho a cursar estudios universitarios.  

En la literatura rumana, Ana es el nombre de la heroína de una de las baladas populares más bellas, “El maestro Manole”, que ilustra la idea de que todo acto de creación se basa en un sacrificio. Al elegir este nombre simbólico, sin darse cuenta, la joven Blandiana asumió el destino sacrificial de la heroína legendaria que ella misma iba a revivir durante la dictadura.

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En 1960, a los 18 años, Blandiana se casó con el escritor e historiador Romulus Rusan. Finalizó su carrera de Filología de Lengua y Literatura Romances en la Universidad de Cluj. Debutó por segunda vez, de manera irrevocable, en 1964, con el libro de poesía La primera persona del plural (1964), un título premonitorio que anuncia tanto su ética como su estética. En 1967 la pareja se estableció en Bucarest y Blandiana trabajó como bibliotecaria en el Instituto de Bellas Artes. De 1974 a 1988 colaboró regularmente en las revistas Viata studenteasca y Amfiteatru, en las que años más tarde publicaría poemas incendiarios de protesta, así como en România literara, una de las revistas literarias más importantes del país.

Ana Bandiana pertenece a la generación de los neomodernistas rumanos de los años sesenta, que cuenta con nombres tales como Nichita Stanescu, Marin Sorescu, Ioan Alexandru e Ileana Malancioiu. Aprovechando el relativo deshielo político, los poetas que se afirmaron en esa década reanudan el diálogo interrumpido por el paréntesis del proletcultismo con los poetas modernistas de entreguerras, como son George Bacovia, Lucian Blaga, Tudor Arghezi e Ion Barbu. Aspirando a la “poesía pura”, regresan a la estética de la vanguardia de entreguerras, cultivan un lenguaje metafórico, así como la reflexión filosófica con acentos metafísicos, y adoptan un tono subjetivo e intimista.

A lo largo de los años, Blandiana publicó un gran número de volúmenes de poemas –El talón vulnerable (1966), El tercer misterio (1969), Octubre, noviembre, diciembre (1972), El sueño dentro del sueño (1977), Ojo de grillo (1981)– que la consagraron como la figura más prolífica y prominente de su generación, premiada por la Unión de Escritores.

De naturaleza romántica, contemplativa y visionaria, la poesía de Blandiana aspira a un lirismo esencial y cultiva un tono sincero y espontáneo, pero volcado en la búsqueda de la trascendencia, impregnado por un acuciante sentido de la responsabilidad. Se debate entre la aspiración a una pureza ideal y las formas degradadas de la existencia social e individual. Blandiana intenta romper la falsa verosimilitud de las cosas, con el fin de hallar su halo de misterio inalterado. Concibe la poesía como el ethos del ser, el compromiso existencial de discernir el límite entre el bien y el mal, de definir con firmeza unos valores morales inviolables que tienen que materializarse en inequívocas opciones vitales.

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En la ascendencia artística de Ana Blandiana están dos grandes poetas rumanos: Mihai Eminescu, el gran poeta romántico del siglo XIX, muy influenciado por la filosofía idealista alemana, y Lucian Blaga, destacado filósofo, dramaturgo y poeta de factura expresionista, una de las personalidades más importantes del período de entreguerras.

La poesía de Blandiana acusa también la influencia de dos poetas muy distintos que normalmente no se suelen asociar: la norteamericana Emily Dickinson y el alemán Rainer Maria Rilke. Asimismo, demuestra una gran afinidad con el idealismo de Novalis, con el que coincide en que “estamos más cerca de lo invisible que de lo visible”. Blandiana se aproxima a la estética de poetas expresionistas como Georg Trakl, con los que comparte un universo imaginario lleno de angustia, traspasado por fuerzas convulsivas e inquietantes; la obsesión por la descomposición orgánica vivida como fuente de nueva vida, a la vez que el miedo ante la caída en lo impuro. Desde sus primeros versos hasta los volúmenes publicados después de la Revolución de 1989, La arquitectura de las olas (1990), El sol del más allá (2000), El reflujo de los sentidos (2004) y Mi patria A4 (2010), su obra aspira a una regeneración mística y busca las verdades fundamentales, los mitos originales y los arquetipos.

Para Blandiana, la poesía nace de la pausa existente entre las palabras. Ella piensa que la poesía moderna no debe decir sino sugerir, y su principal afán es el de decir lo menos posible para así sugerir mucho más. Al igual que T.S. Eliot, fundamenta la poesía en la necesidad de misterio y revelación, en el deseo de expresar lo que no se puede expresar, en la obstinación de definir lo que todos saben que no se puede definir. Las cosas más humildes contienen un secreto del que se desborda una realidad espiritual o una aureola sobrenatural.

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En 1982, Blandiana fue la escritora más joven galardonada con el premio Gottfried Herder de la Universidad de Viena. El prestigio internacional que alcanzó obligó a las autoridades comunistas a publicar su colección de prosa fantástica, Proyectos de pasado (1982, Periférica), continuación de Las cuatro estaciones (1977, Periférica), censurada por sus tendencias “antisociales”. Proyectos de pasado, el libro más traducido de la autora, es una crónica de la historia de Rumania en la segunda mitad del siglo XX con la instauración del régimen comunista, y una profunda reflexión acerca del totalitarismo. Escritos en primera persona, estos relatos combinan las anotaciones confesionales de un diario y la evocación realista de un documental con las incursiones de la imaginación visionaria.

La ficción de Blandiana se inscribe dentro de la tradición fantástica de Poe, E. T. A. Hoffman y Kafka, y continúa las tendencias más modernas de Borges, Cortázar y el realismo mágico. Su narrativa está en la línea de la prosa de Mijaíl Bulgákov en El maestro y Margarita, que recurre a lo fantástico para denunciar la dimensión grotesca de la vida bajo un régimen totalitario. En los países tras el telón de acero, en los que la expresión artística estaba fuertemente censurada y confinada a los patrones del realismo socialista, lo estético constituía un gesto subversivo por el simple hecho de sustraerse a la ideología. Como en el realismo mágico, lo fantástico se escuda detrás de lo irreal y permite expresar críticas a las estructuras del poder e interrogar la validez de una ideología que falsea la vida y la realidad misma, erosiona las certezas del positivismo materialista y se rebela en contra de una concepción del mundo que elimina de sus postulados la subjetividad, lo sobrenatural, lo portentoso y lo intuitivo.

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Los relatos fantásticos de Ana Blandiana son en realidad poemas meditativos que no presentan una serie de acontecimientos, sino que configuran un conjunto de visiones. Blandiana amplía las formulaciones de lo fantástico de teóricos como Castex, Caillois, Vax y Tzvetan Todorov. Dos aporías definen su narrativa: “Imaginar significa recordar” y “lo fantástico no se opone a lo real, sino que constituye solo su representación más llena de significados”.

En 1984, Blandiana consiguió eludir la censura y publicó en la revista de vanguardia Amfiteatru un ciclo de cuatro poemas –“La cruzada de los niños”, “Yo Creo”, “Delimitaciones”, “Todo”– que denunciaba la vida bajo un régimen que falsificaba la realidad y anulaba la dignidad humana. El escándalo provocado por las represalias gubernamentales y la subsiguiente prohibición de estos poemas halló eco en la prensa extranjera, especialmente en el diario británico The Independent, que desglosó los poemas para que el lector inglés pudiera entender qué es lo que constituía una realidad subversiva en Rumanía. Los poemas se copiaron a mano y circularon de manera clandestina en miles de ejemplares, lo cual los constituye en los primeros poemas en samizdat de la literatura rumana. Las manifestaciones de apoyo internacional a Ana Blandiana por parte de intelectuales italianos y alemanes pusieron freno al castigo de las autoridades comunistas.

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En 1988, en un momento de relajamiento temporal de la represión política, Blandiana publicó un poema para niños, “El gato Arpagic”, en que se parodiaba al dictador en la figura de un gato arrogante que se apodera de la calle y del mundo. Esta vez, las consecuencias fueron más graves, y desde ese momento Blandiana vivió bajo una continua vigilancia policial hasta la Revolución de 1989, cuando, sin ser consultada, fue incluida, junto con otros opositores, en el Consejo del Frente de Salvación Nacional. Dimitió tres semanas más tarde, al darse cuenta de que su presencia era una simple operación propagandística destinada a legitimar un régimen continuista. Denunció la manipulación de las ideas democráticas por el poder político reciclado después de 1989.

A partir de la convicción de que los valores morales pueden provocar una purificación de la vida política, Blandiana se implicó activamente en los movimientos en defensa de las libertades democráticas. Fundó y presidió la Alianza Cívica (1991-2001), un movimiento que luchó por la creación de una sociedad civil que hiciera posible la entrada de Rumania en la Unión Europea. Con ello, revivió la concepción ideal del poeta como una figura inmune a los juegos de poder. Su activismo en la vida pública es más bien una responsabilidad cívica que cada individuo tiene con los asuntos de la polis.

La escritora es una abanderada de la memoria como forma de justicia.

Blandiana rechazó en repetidas ocasiones cualquier tipo de cargo político y se entregó con un ascetismo casi místico a la escritura y a la memoria de las víctimas. En 1990 asumió la presidencia del PEN Club rumano –fundado en 1924 y prohibido por el gobierno comunista–, lo que puede considerarse la primera reinserción de Rumania en las estructuras del mundo occidental. Bajo la égida del Consejo de Europa, Ana Blandiana ha dirigido, junto con su marido, el también escritor e historiador Romulus Rusan, el Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia desde 1993.  Ubicado en la ciudad de Sighet en el norte de Rumania, es considerado el tercer museo de la Conciencia Europea, después del Memorial de Normandía y del museo de Auschwitz. El memorial no es solo un museo en el que se rinde homenaje a las víctimas, sino que se compone de un centro que organiza una escuela de verano y de un instituto de investigación. El museo tiene como lema una frase de Ana Blandiana: “Mientras la justicia no logre ser una forma de memoria, la memoria sola puede ser una forma de justicia”. El memorial nace de la convicción de que, sin conocer la experiencia del totalitarismo y de la utopía de lo que supuso la ambición de crear “un hombre nuevo”, la democracia puede volverse ineficiente y peligrosa.

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* Traductora de la obra de Ana Blandiana. Catédratica.