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Alberto Fuguet nació en Santiago de Chile en 1964.

Entrevista

“Me fascinan los miedos y la incapacidad de conectar de los hombres”

‘Sudor’, la más reciente novela de Alberto Fuguet, es varias cosas a la vez: una diatriba contra el mundo editorial hispanoamericano, un relato a ratos tierno a ratos salvaje de las relaciones entre hombres, un viaje a la autodestrucción. El chileno presentará el libro el 7 de septiembre en la nueva Lerner.

Ángel Castaño Guzmán
2 de septiembre de 2016

No ficción y Sudor, sus dos más recientes novelas, y su largometraje Invierno exploran las relaciones afectivas entre hombres y el papel de la escritura en la vida.

Siempre he escrito de relaciones afectivas entre hombres y particularmente acerca de hombres y todas sus relaciones: entre ellos, con sus padres o hijos, jefes, mentores, rivales, amigos, otros. Hay muy pocas mujeres en mis libros y casi nunca el tema principal es “alcanzar a una” o por ponerlo en lenguaje de bestseller, la lucha entre los sexos. Ese no es mi tema y sé poco y nada al respecto. Sí sé de hombres, da lo mismo su orientación. Creo que son todos parecidos. He estado con hombres heteros y con gays y claramente me he relacionado (de mil maneras no sentimentales o sexuales) con una tonelada de ellos. Creo que he leído más hombres que mujeres y he visto más películas dirigidas por hombres. Esto puede ser una falencia pero también es una afinación. Me intrigan. Son mi centro creativo y además sucede que soy uno y además me fascinan los hombres: sus miedos, su incapacidad de conectar, sus lazos, el machismo como condena, sus cuerpos, su sexualidad.  Además me gustan. Hay algo, tanto literario como de morbo y sexual, de querer entrar en ellos. Y eso he hecho desde mi primer libro. Los hombres, tanto en cine como en mis libros, son mis musos, son mi mundo. Tengo una gran amiga y ahora tengo a mi agente, pero en general mis lazos, de cualquier tipo, han sido masculinos. Por lo tanto, yo creo que mi obra es masculina y de cierto tipo de hombres que podríamos definir (para usar una jerga gay) "masculinos" o "machos". Sean heteros, gay, bi o confusos, todos mis hombres dudan, tienen algo frágil, no son líderes ni abusan del poder. Tienen algo femenino en ese sentido: mi interés es la vida interior de los hombres. Esa ha sido mi base.

Entrando ya a las últimas dos novelas e Invierno: quise llevar un poco más allá lo que siempre había hecho. Si antes los desnudaba internamente, ahora tocaba desnudarlos de manera externa. Full frontal, desnudo total. Y si antes se rozaban o estaban obsesionados por el otro (por amistad pura, por algo tenso, por algo enredado), pues en estas tocaba ir más allá y enfrentarlos al deseo sexual, por un lado, pero a relaciones más intensas a nivel sentimental. Ambas novelas y sin duda la película Invierno son acerca de tipos que captan que están enamorados de otro hombre: más allá de si tienen o no sexo con él o con otros hay algo claro en las tres: en cada una ha ocurrido el milagro de estar enamorado. En No ficción es Alex con Renzo; en Sudor es Alf y El Factor Julián; y en Invierno es, por sobre todo, José que capta que se enamoró y está prendado de un muerto que claramente era sexualmente ambiguo u ocultaba algo. Invierno es, en ese sentido, una vuelta de tuerca de Vértigo.

¿Cómo abordar esos temas sin caer en los clichés queer? ¿Cómo evitó escribir y dirigir un tipo de cine militante gay?

¿Qué cómo lo hice? Espero haber evitado el cliché queer... y la verdad es que no me preocupó el tema de caer en la militancia porque supongo que soy poco militante. Quizás no lo soy más en privado o como ciudadano pero no siento que necesito hacerlo al crear. Si uno logra que alguien empatiza, que te lea, que conecte, ya de alguna manera uno está haciendo militancia brava. El gol es que nos traten como iguales y ahí la meta que es que aquellos que te leen (sean como sean) sientan la historia como propia. Y eso me ha pasado: las novelas y la cinta le han pegado duro en los gays (para muchos ha sido su primer libro no colegial, no por obligación) y ha funcionado mucho el llamado factor-espejo. Se sienten reflejados; pero también sucede con las mujeres y los heteros. Un director de la Fundación Iguales acá me dijo: a ti te leen mucho heteros así que esto es muy bueno para la causa. Creo que mi mayor aporte es, de verdad, crear en Sudor dos roommates y dos íntimos amigos, uno gay, uno straight, y mostrar lo cercano que son y lo parecidos.

Respecto a no tropezar con clichés.... o con ripios... pues investigué e hice lo que hago siempre: listas de qué se ha filmado y listas de qué no se ha hecho. Quería hacer una trilogía gay pero a mí manera. Empecé a anotar autores gay que me interesaban, ya sea de cine o literarios. Capté que me interesaban más que los que estuvieron en el closet, por un lado, o los que escribían de hombres. E.M.Forster me parece un autor de puta madre y sólo escribió de mujeres; otros autores, fuera del closet que escriben de mujeres, me interesan menos: puedo admirar algunas cosas de ellos pero me enfrían al dejar a los hombres como escenografía. A veces siento que los personajes femeninos de Tennessee Williams son drag queens, que no es mi mundo. Un tema clave en la narrativa gay es la salida del closet; deseo escribir algún día de ello pero se ha escrito tanto, a veces bien, a veces mal, que para estas obra opté que ese no fuera tema. El cine gay tiende a hacer o muy dramático y tremendo y oscuro o ultra rosado y liviano y superficial. Creo que hay un punto intermedio.

En alguna entrevista dijo usted que la lectura de The Buenos Aires Affair, de Manuel Puig, le cambió la vida. Cuéntenos cómo ocurrió eso.

Cambiar la vida literaria, no exageremos. Pero sin duda Manuel Puig fue algo intenso: leí dos o tres libros de un tirón, cayeron en mis manos. Curiosamente no cayó de inmediato El beso de la mujer araña pero sí Boquitas PintadasMaldición eterna a quien lee estas páginas y The Buenos Aires Affair, además de Pubis Angelical, con su gran portada y extraño y sexy título. De inmediato capté que era uno de los míos. Por varias razones. Capté la cosa gay pero más que nada lo pop, la cinefilia, el uso de otros materiales literarios secundarios como entrevistas, informes, reseñas. Puig no se parecía a nada de lo que había leído en castellano pero sí se parecía a un poco a mi mundo. Mi pop no era el suyo. Yo no sabía quién era Rita Hayworth pero capté que había vínculos, lazos, resonancias. Me sentí apoyado, con un par (y eso que ni escribía aún) y con un maestro. Alguien tan distinto a los otros escritores y luego a Donoso, que sí fue profesor mío. Me estaban obligando a tratar de Gabo de Dios y maestro y ahí apareció Puig. Y escribía de Rio, de México, de Nueva York... Era argentino de un pueblo chico y aun así podía ser global. The Buenos Aires Affairera sexy, explícito, lleno de referencias. Primer libro que me hizo masturbarme. Me fascinó el lazo entre dos hombres que es Maldición y que era todo diálogo: se podía escribir literatura con diálogos como si fuera cine. No Ficción bebe de las aguas de Maldición. Nada.... Puig y Vargas Llosa y luego Caicedo han sido hermanos y tíos y primos claves.

Su irrupción en el panorama de las letras latinoamericanas se dio con la publicación de McOndo, una especie de ampliación a nivel sudamericano del libro Cuentos con Walkman. Visto desde la distancia, ¿qué opinión tiene de ese gesto generacional? ¿Qué opina de las obras posteriores de los autores que incluyó en ese libro?

Puede ser cierto lo que afirmas. No lo había pensado así pero tienes razón. Mala onda se publicó originalmente en Buenos Aires a fines del 91 y ya por el 93 diría que ese libro entró bien al Perú pero en cuanto a ruido -un ruido que no pensé que sería tal; yo quería subrayar un tema que me parecía obvio y atosigante- es probable que mi apellido se asoció a McOndo y me hice más conocido, aunque por las razones equivocadas. Me hubiera gustado ser más leído con, digamos, Por favor, rebobinar que me parece una novela que, como Sudor, es de alguna manera "cosmopolita" pero así se dieron las cosas. Lo más tremendo del "episodio" McOndo es que más que leerse se comentó o distorsionó. Ahí me salió el tiro por la culata pues una de mis críticas al Boom y a Macondo y al realismo mágico era el tema de los prejuicios y yo terminé algo preso de ellos: pasé a ser McFuguet o el chico tonto neoliberal o lo que quisieran ver en mí. McOndo no tiene demasiado interés más allá de su prólogo pero se volvió una causa célebre por Gabo, por "irreverente" y por el nombre "divertido" de la causa.  En todo caso, no me arrepiento.

Y antes de responderte me alegro que hayas citado Cuentos con Walkman pues básicamente era lo mismo que McOndo (quizás con mejores autores, que dieron más frutos) y el prólogo no era tan distinto del de McOndo (hay una literatura de fines del siglo 20 que poco tiene que ver con la literatura chilena militante imperante). Walkman funcionó mucho, fue un bestseller, casi un clásico, y si bien se discutió y a algunos les pareció subliteratura, lo cierto que es no se armó el escándalo literario-académico-ideológico de McOndo. Fue un gesto generacional y lo clave era intentar conocer pares; no los conocí (excepto por el gran de Edmundo Paz Soldán; McOndo tiene sentido por haber conocido a Edmundo, un aliado y un McOndo boy de verdad). Yo en esa época deseaba ser parte de un grupo; ya no. Muchos de esos autores no eran realmente McOndo o quizás lo eran en su ADN profundo pero no deseaban estar ligados. Fue una decepción ver como mucho intentaron alejarse del libro y de mí. Creo que de los antologados quedan varios, y eso no es poco. A mí me gusta mucho Rejtman, Fresán. Creo que Escanlar, el más McOndo de todos, era el niño-símbolo pero se autodestruyó. Y terminé escribiendo un libro-crónica acerca de él. Otros, claro, se disiparon. Tampoco creo que es necesario. Sí creo en la ideología McOndo, que perfectamente puede tener otro nombre: contemporáneo, realismo pop. Todos mis libros lo son (Sudor, sobre todo) y creo que nadie de mi edad o menor escribe realismo mágico. Visto a la distancia, mi mayor gesto McOndo fue rescatar y potenciar y apoyar a Andrés Caicedo. Es sí fue un acto de la moral McOndo.

 En una de las escenas de Sudor, mientras Alf y Rafa se conocen, escuchan una canción de Daniela Romo en el cuarto de hotel del segundo. Alf llega a la conclusión que la música es más eficaz para despertar los recuerdos que la literatura. Háblenos de la relación de su obra con el mundo pop y en especial con la música.

Yo me siento pop y mi lazo con el mundo como persona como escritor tiene ese filtro. Consumo pop y creo que hago arte pop. Me interesa todo lo pop y lo contemporáneo: cine, televisión, revistas, moda, música... Toda mi obra está construida en torno a esto y mi impresión es que la mayor de la parte de la gente (y de los lectores) está conectada a lo pop. Entonces se produce un lazo. Ese camino lo abrió Manuel Puig. Él citaba a Gardel; yo a Faith No More. En Sudor hay mucha música y como es lógico, puesto que hay muchas fiestas, un sonido gay: temas que son fetiches o suenan mucho en esos discos. Pero Sudor tiene a este personaje de Rafa que si bien pertenece a la llamada generación del Global Gay y ama a Diana Ross, está muy conectado a lo pop mexicano. A lo que algunos llaman La Moral Televisa. Y ahí está el reconocer el valor (no sólo camp sino artístico) de músicos no anglos y de propuestas intensamente pop que puede ser consideradas kitsch. Desde Daniela Romo a Paloma San Basilio. Rafa dice que el mundo es mejor gracias a Juan Gabriel (que acaba de irse) y tiene razón. Nada gatilla recuerdos o marca una época mejor que la música. Sudor tiene una lista de Spotify. En todos mis libros hay música y a veces los epígrafes son letras de canciones. Es la poesía popular. Cada libro o película tiene la banda sonora que necesita: lo que suena de Tinta roja es distinto a la música disco que suena en Mala onda o a la de Sudor. Yo por suerte soy bien abierto en mis gustos y hasta me enamoré de la música country a la hora de hacer mi cinta Música Campesina.

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