Para la rectora de la Universidad Nacional, Dolly Montoya, no puede haber paz en Colombia si no hay desarrollo regional.
Para la rectora de la Universidad Nacional, Dolly Montoya, no puede haber paz en Colombia si no hay desarrollo regional. | Foto: Pilar Mejía.

Entrevista

“No hemos cuidado a la juventud”: Dolly Montoya

La rectora de la Universidad Nacional reflexiona sobre el momento que vive el país y hace un llamado a pensar y actuar en comunidad. Desde las políticas públicas se debe garantizar que todos los jóvenes tengan la posibilidad de formarse como profesionales, técnicos o tecnólogos. Generar oportunidades para acabar con la inequidad y la desesperanza. Solo así, dice, los países tienen futuro.

6 de junio de 2021

SEMANA: Más de la mitad de su vida ha transcurrido en la Universidad Nacional. ¿Cuál es la lección más valiosa que le ha enseñado este lugar?

DOLLY MONTOYA: El trabajo en equipo, porque yo creo que esos caudillos y liderazgos individuales ya pasaron, eso ya jugó y perdió; no hay mesías. Lo que tenemos es que trabajar y crear todos juntos.

SEMANA: Como país aún no les damos a la ciencia y a la investigación la relevancia que merecen. ¿Por qué ha sido tan complejo impulsar el desarrollo de la sociedad colombiana desde el conocimiento?

D.M: Hace muchísimos años los tigres asiáticos decidieron invertir en talento humano para el desarrollo de la ciencia y de la tecnología. En cierta medida lo hizo Brasil en América Latina; nosotros apostamos a la construcción y a la generación de empleo. Tomamos decisiones cada cuatro años, pero no hemos soñado este país a 50 años; lo hizo Alfonso López Pumarejo cuando fundó la Ciudad Universitaria. También los liberales radicales lo han visto. No se ha entendido que el conocimiento genera riqueza y que sale más barato invertir en educación que no hacerlo. Qué hacen el 50 por ciento de los jóvenes que no ingresan a la educación superior, ni a técnico ni a tecnológico ni a las universidades, esos que llamamos ni-ni: engruesan las filas de los que ya sabemos, para un lado, para el otro, para la polarización y para la guerra, para lo que sea. No hemos cuidado la juventud. Y si no lo hacemos, los países no tienen posibilidades de futuro.

SEMANA: ¿Se está haciendo algo para revertir esa realidad?

D.M: Tengo que resaltar de este Gobierno que ha hecho una inversión especial en la educación, pero falta muchísimo. Cómo podemos crecer como país cuando durante 30 años no se incrementó el recurso para las universidades públicas y se prefirió estimular el sector privado; de pronto porque las universidades públicas cuestionan más y es más fácil estimular otro tipo de educación, pero todos construimos país por igual. Necesitamos una política de Estado de largo plazo para que la educación pública sea realmente sostenible y en eso estamos trabajando. Vemos a los jóvenes desesperanzados y una cierta polarización en este momento, por ejemplo, entre los que sí pueden ir a la universidad y los que no tienen nada ni para llevar comida a su casa, y eso hace que estos últimos miren a los universitarios como enemigos, los señalan de tenerlo todo y aprovecharlo poco. Estas miradas no son correctas, porque deberíamos tenerlos a todos en la educación superior o técnica.

SEMANA: Y ahora que habla de la educación técnica, ¿considera que ha mejorado la valoración que se tiene sobre este tipo de formación en el país?

D.M: Ese es otro problema que hemos tenido; mirar a las técnicas, a las tecnológicas, como si fueran de segunda categoría y en todos los países del mundo se respeta igual a un profesional universitario que a un técnico o un tecnólogo. Ambos pueden hacer, crear para la sociedad y tener una vida feliz, pero por caminos diferentes. Es mejor tener una buena formación intermedia que ser un profesional fracasado. En muchos países la gente que va a la universidad es la que quiere generar conocimiento, investigar, hacer innovación y eso no es algo que le interesa a todo el mundo. Debe haber espacio para todos y todos deben ser valorados de igual manera. En Colombia tenemos los valores invertidos.

SEMANA: Acceder a la educación superior sigue siendo un privilegio en nuestro país. ¿Qué se necesita para garantizar que más jóvenes puedan ser profesionales y especializarse?

D.M: Las universidades estamos al límite de la capacidad; hemos hecho, y sobre todo las públicas, hasta lo imposible por aumentar la cobertura, pero solas no podemos. Necesitamos que el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial, los empresarios, y toda la sociedad en su conjunto, entiendan que la educación es necesaria para nuestros jóvenes. En la Universidad Nacional de Colombia tenemos una relación de un profesor por 20 estudiantes, mientras que la Universidad Nacional Autónoma de México o la Universidad de Sao Paulo tienen diez. No se trata de contratar un edificio, ponerle pupitres, dictar clases y repartir títulos, eso puede ser un college pero no es una universidad.

SEMANA: En cuanto a los esfuerzos por cerrar las brechas de género, ¿cómo cree que su nombramiento y reelección ha contribuido a la equidad en un país como Colombia?

Yo siempre he dicho algo que puede sonar un poco fuerte. Venimos de una cultura donde al hombre lo nombran porque puede: todos pueden para lo que se les nombre. En cambio las mujeres tenemos que demostrar que sí podemos y en ese proceso nos hemos tardado un buen rato, aunque yo creo que esta es otra generación. Este es un cambio cultural que hemos venido empujando desde hace un buen tiempo; en la universidad, por ejemplo, desde los años 60 se creó la Escuela de Estudios de Género y se ha hecho un gran aporte al país porque se volvió una ciencia el entender la equidad de género. Tenemos un proyecto de importancia institucional para investigar el problema a fondo y de manera transversal bajo todos los ejes. Hicimos una prueba, durante un año, en la sede de La Paz, Cesar, para ingresar 50% mujeres y 50% hombres, porque normalmente la relación es 40/60 - 37/63. No lo tenemos jurídicamente soportado todavía, pero estamos trabajando en eso, en el ingreso paritario y en la formación de liderazgos femeninos en áreas administrativas de la universidad. En estos cargos uno no viene a aprender, hay que llegar entrenado para tomar decisiones. En las dos facultades de Ingeniería más grandes de la universidad, la de Minas de Medellín y la de Ingeniería de Bogotá, tenemos también a dos mujeres a la cabeza.

SEMANA: ¿Cómo es el país con el que sueña y por el que viene trabajando desde hace décadas como pionera de la biotecnología en Colombia y al frente de la UNAL desde 2018?

D.M: Yo sueño un país equitativo porque nosotros no hemos valorado las regiones y una nación se construye cuando todas las regiones se desarrollan, no podemos tener paz si no hay desarrollo regional. La formación de profesionales en los territorios no puede depender de la decisión de un gobernador, debe haber una partida para la educación. Debemos hacer un programa de largo aliento a 50 años de formación para el país que requerimos; tener ese sueño de cambiar el mundo de verdad. Esa compulsión por el dinero que nos trajo el narcotráfico tiene que irse y la corrupción también, porque los recursos son de todos; me parece que son principios de vida que debemos adoptar. La corrupción hoy es equivalente a cualquier reforma tributaria y no hay derecho a que se siga sacando de los bolsillos de los colombianos para que otros se apropien individualmente del recurso. Yo creo que el país tiene que trabajar en ese sentido, por recuperar la ética, por recuperar el cuidado del otro. No puede ser que se enriquezcan de manera ilícita tanta gente mientras otras no tienen nada. Si no hay equidad, vamos a tener las calles siempre llenas, no vamos a poder pasar la página de la guerra. Por eso lo más importante es formar a los estudiantes desde el ser, en comunidad, y no desde el tener, que es la semilla de la corrupción.