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La indestronable Angela Merkel avanza hacia un cuarto mandato en Alemania

Después de que muchos dieron por terminada su carrera política, todo indica que la canciller alemana tendrá un cuarto mandato. Pero algunos temen que Rusia intervenga a última hora y cambie el curso de las elecciones.

16 de septiembre de 2017

Durante el tercer periodo de Angela Merkel, Alemania aceptó más de un millón de refugiados, vio crecer la ultraderecha, se distanció de Estados Unidos, casi destruye la economía griega y le impuso duras sanciones económicas a Rusia, su principal socio energético. A principios de año, algunos analistas llegaron incluso a escribir el obituario político de la canciller y muchos especulaban sobre cómo sería el gobierno de su contrincante Martin Schulz, quien llegó a superarla en las encuestas para las elecciones federales previstas para el 24 de septiembre.

Sin embargo, sus compatriotas no solo están a punto de reelegirla, sino que todo apunta a que su victoria será tan confortable como en las últimas elecciones, cuando le sacó más de 15 puntos a su rival más cercano (según la tendencia en las últimas encuestas, la ventaja podría ser de casi el 20 por ciento). Esa paradoja tiene varias explicaciones.

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El romance con los votantes alemanes no es nuevo. “Con excepción de algunos momentos concretos como la crisis de los refugiados, Merkel ha sido muy popular entre un electorado que tiende hacia el centro y que aprecia su estilo de gobierno moderado y pragmático”, dijo a SEMANA Mona Krewel, profesora de Gobierno de la Universidad Cornell y autora del libro Modernization of German Election Campaigns. En buena medida, el éxito de esa fórmula se debe a que Alemania vivió en carne propia los excesos del nazismo y del comunismo, lo que ha llevado a sus habitantes a ser menos receptivos a los cantos de sirena de los extremismos.

A su vez, la propia Merkel ha sabido transmitir la idea de que su gobierno ha mantenido a su país al abrigo de la crisis política y económica que amenaza con apoderarse o que ya se ha apoderado de varios países de Occidente. Por un lado, la tasa de desempleo es la más baja desde la reunificación, el PIB ha crecido a un ritmo superior al del resto de Europa, y para nadie es un misterio que una economía saludable representa un fuerte viento de cola para las aspiraciones reeleccionistas de cualquier gobernante. Y aunque las políticas de austeridad de Merkel terminaron por agravar la situación de Grecia durante la crisis de la deuda soberana de ese país, para sus compatriotas esa intransigencia no es más que una muestra de su temple de negociadora.

Por otro lado, el ascenso del nacionalismo, la inestabilidad de gobiernos populistas como los de Hungría o Polonia, el triunfo del brexit en Reino Unido o la anexión rusa de Crimea han convertido a la canciller en la apuesta segura por la estabilidad global. En ese sentido, el triunfo de Donald Trump en 2016 ha sido una bendición para ella. En efecto, el rechazo del público alemán al estilo grandilocuente y con ínfulas visionarias del magnate le ha permitido a Merkel, por contraste, consolidar su imagen de líder seria y competente. Como dijo a esta revista Andrei Markovits, profesor de Estudios Alemanes de la Universidad de Michigan y autor del libro German Politics and Society, “Trump se convirtió en un lastre para la derecha europea. La gente lo odia tanto, que cualquier asociación con él es contraproducente”. Según una encuesta publicada en junio por el Pew Research Center, el 78 por ciento de los europeos tienen una imagen desfavorable de Trump, y en Alemania esa proporción es del 90 por ciento.

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Por el contrario, la canciller alemana es de lejos la mandataria más apreciada en el mundo, por delante de Donald Trump, pero también del chino Xi Jinping y del ruso Vladimir Putin, uno de los principales enemigos de la Unión Europea (UE) y del orden que la posibilitó. “Merkel es una líder de clase mundial, y los alemanes lo saben y lo sienten”, dijo Markovits. En buena medida, por esa razón sus compatriotas respaldaron las sanciones que por iniciativa de la canciller la UE le impuso a Moscú tras la anexión de Crimea, aun cuando eso significara un aumento en las tarifas de gas. Sin embargo, el rifirrafe con Putin no ha estado exento de consecuencias y uno de los grandes temores de estos comicios es que, en algún momento de la recta final, el Kremlin trate de ‘hackear’ las elecciones –como hizo con éxito en Estados Unidos– o que filtre los documentos que sus ciberactivistas tienen en su poder desde 2015 (ver recuadro).

Pero no todo ha sido un camino de rosas para la canciller, que al aceptar más de un millón de refugiados de las guerras de Oriente Medio hizo lo correcto, pero también propició el ascenso de la ultraderecha. Aunque la mayoría de los alemanes reaccionaron con horror ante la posibilidad de que los herederos de los nazis regresaran al poder, hoy es un hecho que el partido extremista Alternativa por Alemania va a superar el umbral del 5 por ciento, con lo que se convertirá en el primer partido abiertamente xenófobo en llegar al Bundestag. Sin embargo, aunque el tema ha sido omnipresente en la campaña, hay dos razones por las que la canciller ha salido relativamente bien librada.

Por un lado, “Merkel ha salido ilesa, en parte, debido a los acuerdos que suscribió con Turquía y con Libia para cortar el flujo de refugiados y las agresivas políticas de integración, que suponen expulsar a quienes tengan problemas con la Justicia”, dijo en diálogo con esta revista Johanna Schuster-Craig, autora de Resisting Integration. Por el otro, el propio Schulz no ha podido capitalizar esa situación debido a que él mismo ha tenido posiciones más favorables a los refugiados que la propia Merkel.

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Y a lo anterior se suma que Schulz es el candidato del Partido Socialdemócrata, que hizo parte de la coalición del último gobierno de la canciller, por lo que todos sus ataques tienen el potencial de devolvérsele como un búmeran. Así quedó demostrado el 5 de septiembre durante el único debate entre los candidatos, en el que Schulz lanzó pocos ataques y, según muchos analistas, perdió la oportunidad de darles vuelta a los sondeos. “La trepada de Schulz en las encuestas a principios de año tuvo algo de surreal y solo se explica por la novedad de su candidatura. Pues lo cierto es que es un candidato problemático en cuanto a personalidad, carisma y capacidad de diferenciarse de Merkel, y es natural que los sondeos hayan terminado por reflejar esa situación”, dijo a SEMANA Andrew Moravcsik, director del Programa de la Unión Europea de la Universidad de Princeton.

Para otros, sin embargo, la clave de estas elecciones no está en el desempeño de Schulz, quien después de todo no ha cometido grandes errores. Lo cierto es que la suya parece una batalla que ni él ni nadie habría podido ganar. Como afirmó a esta publicación Eric Langenbacher, autor de varios libros sobre la canciller y sobre la política alemana contemporánea, “una de las claves del éxito de Merkel ha sido que una y otra vez se la ha subvalorado. Y una y otra vez ha demostrado sus capacidades políticas. Sencillamente, es muy buena en lo que hace”.

amenaza Rusa

En 2015 un grupo de ciberactivistas rusos ‘hackeó’ los computadores del Parlamento alemán. Moscú podría filtrarlos en la recta final de las elecciones.

Durante meses, las autoridades alemanas se prepararon para enfrentar la posibilidad de que el Kremlin interviniera en su campaña electoral, como lo hizo en las elecciones presidenciales de Estados Unidos el año pasado. Sin embargo, a una semana de los comicios no ha habido maniobras de

desinformación ni ciberataques contra las campañas políticas. Y eso tiene desconcertadas a las autoridades alemanas, que consideran probable que el Kremlin filtre el contenido de 16 gigabytes de datos sustraídos del Bundestag, entre los cuales hay varios mensajes que contienen información sobre la canciller. Desde entonces, varios think tank vinculados a su partido también han sufrido ataques. Hoy, todos los temores se concentran en el sitio btleaks.com, que “personas desconocidas” registraron recientemente, según un detallado informe publicado la semana pasada por el diario Die Zeit.