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De vida o muerte

La decisión de Gloria Arroyo de ceder a las amenazas de los captores de un rehén filipino muestra los problemas internos de los aliados de Estados Unidos en Irak.

11 de diciembre de 1980

El filipino Angelo de la Cruz había llegado a Irak con la esperanza de ganar buen dinero para sus ocho hijos conduciendo camiones para una contratista norteamericana. Pero sus ilusiones se convirtieron en pesadilla cuando fue secuestrado por un grupo extremista iraquí. Sus captores pronto anunciaron su intención de decapitarlo si su gobierno no accedía a retirar anticipadamente a sus soldados de Irak, una amenaza temible teniendo en cuenta el destino sufrido por el norteamericano Nicholas Berg y el surcoreano Kim Sun Il, decapitados en un acto de barbarie transmitido al mundo entero por Internet.

Esta vez no sucedió lo esperado. En vez de hacer honor a su reputación de Dama de Hierro, la presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal Arroyo, sorprendió al mundo al acceder a las peticiones de los secuestradores y anunciar el retiro del medio centenar de soldados filipinos que participan en la coalición. El viernes los efectivos de su país iniciaban su salida de Irak mientras un sonriente De la Cruz salía en la cadena Al Jazeera para anunciar, en un video suministrado por los terroristas, que sería liberado tan pronto saliera el último de ellos.

Arroyo era hasta la semana pasada una de las más firmes aliadas de Estados Unidos en Irak. Ella tiene bien ganado el remoquete de Dama de Hierro por su agresiva postura contra los grupos separatistas islámicos que operan en su propia provincia de Mindanao, como Jemaah Islamiyah, que se supone es aliado del propio Al Qaeda, de Osama Ben Laden. Arroyo resolvió ceder ante los terroristas a pesar de que su gobierno depende en gran medida de la ayuda norteamericana, que se cifra en 100 millones de dólares en los últimos cinco años, para enfrentar su propia subversión.

Esos antecedentes paradójicos subrayan las dificultades que enfrentan los gobiernos participantes en la coalición presente en Irak, que se debaten entre su interés de estrechar sus vínculos con Estados Unidos y el riesgo de poner en peligro a sus ciudadanos. Pero sobre todo ayudan a demostrar que los extremistas comienzan a hacer mella con su terrorismo mediático.

La diplomacia estadounidense hizo todo lo posible por evitar la decisión de Arroyo, con llamadas personales del secretario de Estado Colin Powell y visitas reiteradas del embajador en Manila Francis Ricciardone. Y una vez tomada, la prensa local se le vino encima con acusaciones como la del Manila Times, según la cual "el retiro de las tropas filipinas empobrece el liderazgo de la presidenta Arroyo y la credibilidad de Filipinas ante el mundo". Otros analistas la acusaron de poner en peligro la vida del millón de filipinos que viven y trabajan en el Oriente Medio, y en especial de los 4.000 que están en Irak, quienes ahora serían blancos más fáciles de la extorsión.

Pero Arroyo pareció dejarlo todo en segundo plano ante las presiones internas de quienes consideran que la participación en Irak no se justifica, y en medio de una disputa electoral que amenaza con desestabilizar a su país. En las últimas semanas Manila y otras ciudades han sido escenario diario de protestas que le exigen a Arroyo dejar de apoyar la guerra en Irak, la que consideran ilegal e inmoral. El martes de la semana pasada, enfrentamientos con la policía dejaron decenas de heridos entre los manifestantes.

Los problemas de Arroyo no son únicos. La impopularidad de la campaña en Irak a nivel local comenzó a verse desde que los efectivos españoles fueron retirados por el nuevo gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Un amigo cercano de Washington, el japonés Junichiro Koizumi, quien salió bien librado con su firmeza ante el secuestro de tres conciudadanos, liberados por sus captores, sufrió de todos modos en el fin de semana pasado un descalabro electoral que los analistas atribuyen en buena parte a su insistencia en mantener 550 soldados en Irak. En Corea del Sur el país aún no logra superar la decapitación del rehén Kim Sun Il, y se espera que el hecho tenga efectos políticos desfavorables para el gobierno de Roh Moo-hyun. En Italia, el gobierno de Silvio Berlusconi sufre los efectos del rescate de tres rehenes de esa nacionalidad que se volvieron en su contra cuando se supo que había pagado nueve millones de dólares a los terroristas. Y en Bulgaria, el gobierno de Simeón Saxe-Coburg enfrenta el cuestionamiento popular por no haber hecho lo suficiente ante la inminente decapitación de Georgy Lazov, uno de los dos rehenes de esa nacionalidad cuyo cadáver apareció, según algunas fuentes, el viernes en el río Tigris.

El retiro de Filipinas es simbólico por el escaso número de tropas involucradas, pero tiene un significado más profundo. Para muchos analistas, a medida que pasa el tiempo y no se encuentran las armas de destrucción masiva que justificaron la invasión, los gobiernos involucrados encuentran más difícil sostener ante sus electorados la necesidad política o moral de mantener tropas en Irak. Esa situación se ha visto agravada por los informes presentados en las últimas semanas por las comisiones parlamentarias tanto de Estados Unidos como de Gran Bretaña, que descalificaron la justificación de la guerra. Lo cierto es que la crisis de credibilidad está ya afectando en materia grave las posibilidades de reelección del propio presidente norteamericano George W. Bush, y amenaza la permanencia del primer ministro británico Tony Blair, su aliado más incondicional. Para la prueba, el jueves su partido Laborista tuvo un descalabro significativo en las elecciones parlamentarias por el distrito de Leicester, tradicionalmente monolítico.

Si todo lo anterior es preocupante para los intereses de Estados Unidos, lo es más la eficacia con que los extremistas han utilizado Internet para causar un efecto de terror en el mundo. Ya no se trata solo de el uso de la red para conseguir adeptos, comunicarse o diseminar planes terroristas. El uso de la web para publicar algo tan aterrador como la decapitación de un rehén ha multiplicado la capacidad de intimidación y ha reducido el margen de maniobra de los gobiernos ante su opinión pública.

Filipinas se suma así a España, República Dominicana, Nicaragua y Honduras, países que ya sacaron sus tropas de Irak. La diplomacia norteamericana respiró con alivio ante la firmeza de Bulgaria, y el anuncio de Corea del Sur y de Australia de reforzar su presencia en ese país. Pero los efectos de la decisión de Arroyo, sin que aún al cierre de esta edición hubiera sido liberado el rehén, todavía están por verse.