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El francotirador de Maryland

La serie de asesinatos cometidos al azar por un desconocido sumió a la ciudad de Washington en la histeria colectiva.

13 de octubre de 2002

El misterio empezo el 2 de octubre en el estado de Maryland, en los alrededores de Washington. Un extraño disparo que no dejó ningún herido atravesó una ventana de la cadena de almacenes de manualidades Michaels. En las 16 horas que siguieron cinco personas fueron asesinadas en lugares cercanos. Eran gente común que realizaba actividades como cortar el césped, esperar el bus, lavar o tanquear el carro o descansar en el banco de un parque. Se encontraban a ocho kilómetros de distancia entre sí y cada uno murió de un disparo. Entre las víctimas, hombres y mujeres de todas las razas, no había ninguna conexión. Parecían elegidas por un azar siniestro.

Al día siguiente un hombre fue asesinado mientras caminaba por una calle de Washington y una mujer quedó herida por un disparo en un centro comercial a las afueras de la ciudad. Mientras crecía la angustia popular las autoridades lograron establecer la única relación entre esas siete víctimas. Todas habían sido impactadas por una bala calibre .223 y todas se encontraban en los suburbios que bordean la capital.

Cerca de la escuela secundaria Benjamin Tasker, donde fue herida la octava víctima, un niño de 13 años, apareció la primera pista significativa. Una carta de tarot que representa la muerte con el mensaje: "Querido policía soy Dios". El FBI se llevó esta evidencia para hacer exámenes de ADN, buscar las huellas e investigar la caligrafía. Pero al cierre de esta edición las autoridades no habían logrado descifrar un misterio que ha revivido la paranoia colectiva que se apoderó de los norteamericanos desde el 11 de septiembre de 2001. La policía ha recibido 4.000 llamadas y dicen tener 1.400 pistas confiables, pero ningún sospechoso. "La investigación es positiva, pero es un caso complejo y no quiero crear falsas esperanzas", declaró Charles Moose, jefe de policía a cargo de la investigación.

Sobre el francotirador se decía que se moviliza en una camioneta blanca Dodge con el parachoques dañado, al que varias personas vieron el día de los primeros crímenes. Además la policía está volviendo sobre un caso que sigue abierto. Se trata de un incendio ocurrido en un almacén de la cadena Michaels, lo que se cree que podría ser un lazo pues la policía encontró que la mayoría de crímenes habían ocurrido cerca de locales de esta cadena. Sospechan que se trata de un hombre de raza blanca, entre 20 y 35 años, que reside en la zona y que utiliza un fusil con mira de largo alcance.

Mientras los organismos de seguridad hacen lo que pueden el pánico se tomó los suburbios de Washington. Los pobladores evitan salir a la calle, los almacenes se ven desiertos e importantes negocios, como la cadena de cafés Starbucks, han decidido retirar las mesas que estaban al aire libre. Policías patrullan las calles en busca de conductas u objetos sospechosos, mientras que 200 agentes continúan con la investigación. La recompensa ofrecida ha llegado a los 240.000 dólares y cada día aumenta ya que se trata de un fondo que recibe donaciones de todo Estados Unidos.

Los agentes no han logrado establecer un patrón de comportamiento, ni lo que motivó al francotirador. Sin embargo están trabajando para construir un perfil sicológico o por lo menos un perfil geográfico que pueda comparar la ubicación de los crímenes con la información recogida por la policía, y así establecer el radio de acción del asesino. Mientras que los crímenes siguen sin respuesta Moose busca tranquilizar a la población y generar más colaboración con la policía "Seguimos convencidos de que alguien en nuestra comunidad sabe quién está involucrado en esto. No contamos con pistas suficientes. Queremos que la gente nos llame". Pero lo que no parece tener explicación fácil es la incidencia del fenómeno del asesino en serie, que suele amenazar cada cierto tiempo la sacrosanta tranquilidad de los suburbios norteamericanos.