Home

Mundo

Artículo

Enrico Letta, de centro izquierda, se alió con Silvio Berlusconi, de derecha, para armar una coalición de gobierno. El presidente Giorgio Napolitano, de 87 años, fue el hombre clave para llegar a un acuerdo y sacar a Italia del limbo político. | Foto: AFP

EUROPA

La inestabilidad de la política italiana

Con una coalición débil y una economía alicaída, la pregunta es cuánto va a durar el gobierno de Enrico Letta.

4 de mayo de 2013

Pompeya está en ruinas. Y no por haber sido sepultada hace más de 2.000 años por la lava del Vesubio. En los últimos años, a pesar de recibir dos millones de visitantes anuales y millones de euros para su mantenimiento, la antigua ciudad romana está colapsando. 

El dinero se ha esfumado en burocracia, en constructoras ligadas a la mafia, en corrupción, en fraudes, en elefantes blancos. Como dijo el periodista Sergio Rizzo del periódico Corriere della Sera, “Pompeya es como este país. Un sitio hermoso, maravilloso, pero carcomido por el caos”. 

Y en los últimos meses los italianos han tenido una buena dosis de caos. La semana pasada, dos meses después de las elecciones, Italia por fin encontró su primer ministro: Enrico Letta, un politólogo de 46 años del Partido Democrático, de centro izquierda. 

Pero para lograrlo el Parlamento tuvo que reelegir a Giorgio Napolitano, que a sus 87 años debería más bien pensar en sus nietos que en su país. Peor aún, les tocó resucitar a Silvio Berlusconi, uno de los responsables de la crisis. Y tampoco resolvieron qué hacer con los más de 8,5 millones de italianos que votaron por el movimiento antipolítico Cinco Estrellas (M5S) de Beppe Grillo, el bufón de esta tragedia.

Pero salió del impasse. Letta va a comandar un gobierno en el que el Partido Democrático de izquierda, el de Elección Cívica de centro y el Pueblo de la Libertad de derecha firmaron un matrimonio por conveniencia y se repartieron los ministerios. 

El gabinete es joven, con siete mujeres y con una cuota de técnicos, pero Letta está atrapado entre dos fuegos. Su partido no tiene mayorías y depende de la voluntad de Berlusconi. Ya aparecieron las primeras grietas, pues una de las promesas del Cavaliere fue revocar un impuesto residencial. Pero Letta también se comprometió a mantener un rigor presupuestal. 

Según le dijo a SEMANA Mauro Barisione, politólogo y profesor de la Universidad de Milán, “Berlusconi probablemente le quitará su apoyo a este gobierno apenas perciba que perjudica su popularidad. Además, por un lado este gobierno se presenta como ‘postideológico’, y va más allá de las barreras partidistas, lo que reduce los conflictos políticos. Pero eso refuerza el argumento populista de Grillo de que todos los políticos son lo mismo. Es posible que este gobierno le dé municiones a Grillo”. 

El problema es que Italia necesita reformas profundas y vitales, y Letta no parece tener margen suficiente para liderarlas. La economía está en coma. La deuda pública asfixia el país, mientras que las políticas de austeridad impulsadas por el ex primer ministro Mario Monti se ensañan con los italianos.

El domingo en Roma, mientras Letta juramentaba su gobierno, Luigi Prietti, un desempleado de 46 años, desesperado, hirió con su pistola a dos policías. Quería llamar la atención, pues según la Fiscalía “había perdido el trabajo, había perdido todo”. Otros dramas han sacudido el país. En Civitanova tres miembros de la familia Dionisi se suicidaron, pues no podían vivir con 500 euros mensuales. Y en el metro de la capital Isabella Viola, madre de tres hijos, murió de cansancio a finales de 2012. Trabajaba en un bar de 5 de la mañana a 10 de la noche por 700 euros al mes.

Y es que tan solo en 2012, más de un millón de personas perdieron su trabajo, el 38 por ciento de los jóvenes busca empleo y se calcula que el PIB va a disminuir en un 1,3 por ciento este año. La semana pasada la agencia de notación Moody’s no descartó que Italia termine pidiendo un rescate. Los 80.000 italianos que emigraron (un tercio más que en 2011) son un síntoma contundente de esa falta de perspectivas.

Por eso pocos tienen esperanzas de que el gobierno de Letta, con los partidos jalándolo a lado y lado, pueda cambiar las cosas. Es más, nadie piensa que dure sus cinco años reglamentarios. Para Barisione “el gobierno de Letta solo podrá implementar reformas en sus primeros seis meses, mientras su legitimidad sea alta. Más tarde no creo que este gobierno dure más de 12 a 18 meses. El apoyo de Berlusconi es instrumental y por eso mismo temporal”. Nadie quiere pensar en lo que pase después, porque Italia no resistiría caer de nuevo en el caos político.