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TORMENTA EN LIMA

El plan antiinflacionario de Alan García desata desórdenes y hace temer por su permanencia en el poder.

24 de octubre de 1988

Pocas veces un programa de austeridad ha durado tan corto tiempo. Pero por lo visto el ministro de Economía del Perú, Abel Salinas, practica aquel refrán que dice: "Es de sabios reconocer". En la noche del miércoles pasado, el funcionario anunció que el gobierno había decidido acabar con un plan antiinflacionario, puesto en marcha el pasado 6 de septiembre con una duración esperada de cuatro meses.
La noticia, que fue bien recibida en Lima, no fue celebrada,en todo caso, como lo esperaba Salinas. La misma noche una bomba hizo explosión enfrente del Ministerio dejando heridas a 22 personas y obligando a la entidad a decretar vacaciones colectivas para los empleados, con el objeto de reparar los daños.
Ese evento, en todo caso, refleja acertadamente lo que está pasando en el Perú, otro de esos países latinoamericanos donde el absurdo parece haberse instalado desde hace rato. En medio de una profunda crisis económica, política y social, la nación se está debatiendo para ver si por fin encuentra una manera de salir adelante.
Las esperanzas, valga la verdad, no son muchas. El gobierno de Alan García se encontro con un país en mala situación y todo indica que lo va a devolver peor. Por más esfuerzos hechos, la pobreza y el terrorismo siguen aumentando, mientras todavía no hay acuerdo sobre lo que se debe hacer. Después de un buen tiempo como populista incorregible, el joven mandatario peruano parece estar ingresando ahora a las filas del liberalismo económico. El miércoles pasado varios funcionarios del gobierno partieron en dirección a Berlín, con el fin de establecer "contactos informales" con los dignatarios del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Aunque de ahí a hacer las pases con el FMI hay todavía un buen trecho, lo cierto es que a pocos les preocuparía si García decide tragarse su orgullo y pedirle ayuda a la entidad internacional. Al fin y al cabo la semana pasada varios miembros del mayoritario Partido Aprista se dirigieron al presidente para pedirle que rompa el voto de no negociación hecho cuando llegó al poder en julio de 1985.
Y es que a este paso a Alan García le va a tocar ceder en muchas cosas si quiere llegar al final de su mandato en 1990. La semana pasada Lima estuvo llena otra vez de rumores referentes a un supuesto golpe de estado. A pesar de que en su última estadía en el Palacio presidencial los militares quedaron dentro de las especies más abominadas, por lo visto ahora se estan reencauchando. El dedo en la llaga fue puesto por el semanario independiente "Si", el cual afirmó que "el tema del golpe crece no solo en el rumor conservador, sino, ahora, en las oficinas de ciertas autoridades castrenses. Y hay civiles que empiezan a ser sondeados. Y reuniones conspirativas que se repiten".
Cierto o no, el rumor fue inmediatamente desmentido por el primer ministro, Armando Villanueva quien insistió en que "las Fuerzas Armadas mantienen una conducta ejemplarmente constitucional". Tal opinión fue secundada con algun retardo por el ministro de la Defensa, general Enrique Lopez Albujar, quien desmintió "las malévolas y tendenciosas versiones que tratan de denigrar a los institutos castrenses".
La causa de tanta conmoción en este caso fue el nombrado plan antiinflacionario, desplegado con bombos y platillos a comienzos del mes. Tomando como modelo lo hecho en Argentina con el fracasado plan Austral, el gobierno congeló los precios de los productos básicos, devaluó la tasa de cambio hasta dejarla en 250 intis por dólar, cuadruplicó el precio de la gasolina y estableció el salario minimo en 15.000 intis al mes. El ánimo de todas las medidas era el de reducir la inflación y aumentar las exportaciones.
Apenas iniciada la estrategia, se vio que empezaba a funcionar al reves. Los productos básicos desaparecieron de los almacenes y en el mercado negro las alzas fueron inmediatas. Diversos economistas pronosticaron que la inflación pasará del 1.000% en diciembre, tal vez la más alta en América Latina.
Como si esto fuera poco, la tasa del mercado negro se fue a las nubes. El 20 de septiembre la moneda norteamericana se cambió a 500 intis, dos veces la tasa oficial y más de un 70% superior a la cotización de cuatro días atrás. Todas estas angustias pasaron un poco cuando el ministro Salinas anunció la muerte del plan antiinflacionario. Incluso los rumores de golpe disminuyeron de tono y en las estanterías volvieron a aparecer los bienes que faltaban.
El problema obviamente, radica en que ahora nadie está convencido de lo que toca hacer. Por más remedios ensayados la crisis es tan profunda que incluso el FMI es invocado por parlamentarios del partido del presidente. Este por su parte ha dejado que sea su primer ministro quien aguante el chaparrón. Al final de la semana pasada ya incluso había mociones de respaldo a Alan García, pero lo cierto es que al ritmo en que están sucediendo las cosas en el Perú nadie sabe realmente lo que puede traer la próxima semana y mucho menos si habrá todavía presidente aprista cuando se termine el período constitucional en julio de 1990.-