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Diego Humberto Castañeda, alias Cachorro, fue capturado en Floridablanca en noviembre pasado. Era el coordinador de sicarios de los Pachelly, un combo de Bello, municipio situado al norte de Medellín.
Diego Humberto Castañeda, alias Cachorro, fue capturado en Floridablanca en noviembre pasado. Era el coordinador de sicarios de los Pachelly, un combo de Bello, municipio situado al norte de Medellín. | Foto: Diego Humberto Castañeda, alias Cachorro

Santander

Bucaramanga: resort de narcos

Desde 1997 y hasta la fecha, el Observatorio Ciudadano de Santander calcula que unos 70 narcos han sido capturados en Bucaramanga y el departamento. La ciudad y esta sección del país se volvieron un escondites ideales para algunos delincuentes.

8 de junio de 2021

Sin importar que la pandemia seguía su curso y que las autoridades estaban cazando a infractores de las medidas sanitarias y fiestas clandestinas, Diego Humberto Castañeda Tamayo se enrumbó en uno de esos festejos de música electrónica en una finca en la vereda La Cauchera, de Floridablanca -al sur del área metropolitana de Bucaramanga-, en noviembre del año pasado.

La policía llegó en medio de la rumba y le echaron mano, él era el premio gordo, pese a que se impusieron más de 28 comparendos por violar las medidas sanitarias y se incautaron 200 dosis de cocaína rosada (cada dosis avaluada en 90 mil pesos). Aunque para muchos pasaba como un personaje anónimo, como otro muchacho desaforando que buscaba una fiesta luego de tanto tiempo de restricciones, figuraba en el cartel de los más buscados en Antioquia con el alias de “Cachorro”, señalado de ser el líder de los sicarios de ‘Los Pachelly’, un combo delincuencial afincado en Bello, municipio al norte de Medellín, y que allí es señalado de ser amo y señor de las actividades delictivas.

La captura de “Cachorro” hizo eco en los medios de comunicación, pero también en los analistas, académicos y algunos sectores de la sociedad bumanguesa pues sigue fortaleciendo la tesis de que Bucaramanga -el área metropolitana y municipios vecinos- son el refugio perfectos para narcotraficantes y delincuentes de diversos rincones del país.

Y el tema volvió a saltar luego de que el pasado 16 de mayo, en un lujoso apartamento del área metropolitana, fuera capturado Juan Larinson Castro Estupiñán, alias Matamba, jefe de la organización Cordillera Sur, aliada de la Segunda Marquetalia, grupo disidente de las Farc y por el que ofrecían 500 millones de pesos.

La ciudad y los alrededores han sido catalogados desde hace años como un buen vividero. Donde se destacada una clase media, sin disputas territoriales fuertes -salvo la que empezó a generar Oscar Camargo Ríos, alias Pichi, capturado en diciembre en Envigado- y con una dinámica apostada a los servicios.

Un aumento desde 2006

Para el historiador y director del Observatorio Ciudadano de Santander, Julio Acelas, el fenómeno no es de hace pocos días o pocos años. Desde el Observatorio rastrean casos desde 1997, luego de que se diera la debacle de los emporios de narcotraficantes en Medellín y Valle del Cauca, y se empezaron a diseminar las personas relacionadas con este mundo en algunas de las ciudades intermedias. Pusieron los ojos en el eje cafetero y en Bucaramanga.

“Nosotros empezamos a rastrear presencias de capos, narcotraficantes, manejando recursos, lavando recursos desde finales de los noventa. Después de 2006 se dispara el fenómeno”, comenta el también estudiante de doctorado en Estudios Políticos de El Externado. Detalla que ese aumento después del 2006 se relaciona con la desmovilización de los paramilitares entre los se contaban muchos narcotraficantes y empiezan a capturar testaferros.

Una de esas capturas, en un lujoso restaurante de Bucaramanga y mientras compartía con su familia, fue la de Miguel Villarreal Archila, alias Salomón, considerado el sucesor de Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40. Villarreal, luego de desmovilizarse se hizo cargo una organización denominada las “Nuevas Autodefensas del Atlántico” también conocida como “La banda de los 40”, que cobraba el impuesto de embarque a los narcotraficantes en los municipios costeros y que operaba en los departamentos de Sucre, Bolívar, Atlántico y Magdalena.

“Hemos rastreado hasta cerca de 70 personas de esa condición, representantes de todas las mafias del país, antiguas guerrillas, de las Farc”, detalla Acelas agregando que también hay una relación con capos de Venezuela.

El mismo fin de semana en que capturaron a Cachorro, también hicieron lo propio con alias Barbas, cabecilla financiero del frente Darío Ramírez Castro del ELN y que según el entonces ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, se encargaba “del cobro de extorsiones a comerciantes, ganaderos y mineros en Yondó (Antioquia) y Cantagallo (Bolívar)”. Además, en esos mismos días también murió en enfrentamientos con la policía cuando iba a ser capturado en Sabana de Torres (Santander) Bernardino Meleán Frontado, alias Willy Meleán, uno de los más buscados del estado de Zulia (Venezuela), y que logró hacer imperio en Colombia delinquiendo en ocho ciudades de Colombia. Este hombre había adquirido una lujosa propiedad en Ruitoque, Floridablanca.

Con el alias de Barbas también es conocido Iván Darío Suárez Muñoz, capturado en marzo de 2019 en un lujoso condominio en el Piedecuesta. Este hombre hacía parte de La Oficina y lo señalaban de ser amigo cercano de alias Popeye.

Con los ojos de la DEA

Estos son algunos de los que han buscado esconderse en esta zona del país que, además del anonimato, la baja tasa de denuncia, la posibilidad de invertir y mover dinero en finca raíz, casinos, conciertos y en la misma política, facilitan que la se haya convertido en lo que Acelas y el Observatorio denomina un ‘nodo de narcotráfico suave’. Una suerte de zona franca donde entre delincuentes no se atacan, donde la violencia no llega a niveles escandalosos como se puede ver en otras grandes ciudades.

El historiador agrega que para que este fenómeno peleche también se da “una aceptación social del fenómeno” por lo que la gente se “acostumbra a vivir con eso, y no nos cae mal”.

Esta situación también llevó a que la Administración de Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos ponga los ojos en la situación y haya participado en varios de los operativos adelantados contra estos capos y esté atentos a otros más.

En una sesión virtual del Concejo de Bucaramanga el pasado noviembre, el concejal Carlos Parra alertó la situación resaltando que “no estamos hablando de un fenómeno del último mes, o de un fenómeno en el que estas personas simplemente están pasando vacaciones, si no de un fenómeno estructural, de migración, de carteles, de distintas partes del país a Bucaramanga”. Y agregó: “nos estamos volviendo un puerto de recepción de pequeños y medianos narcotraficantes que encuentran en Santander y Bucaramanga un lugar cómodo para vivir”.

El factor que asocia a estas personas es que la mayoría son de otros rincones del país, o de países vecinos. Son pocos los que realmente son de acá.

El 27 de mayo, el periódico local Vanguardia dedicó su editorial a este tema. En él decía que según el recuento hecho por la publicación se “detectó que en los últimos 14 años ha habido en el departamento al menos 29 detenciones de personas vinculadas a las altas esferas de organizaciones relacionadas con el narcotráfico, jefes de bandas delincuenciales, testaferros de grandes capos, paramilitares, extraditables, etc, delitos que hablan tanto de la peligrosidad de estas personas como de su larga trayectoria en el hampa”.

Se manifiesta la preocupación, pues esto “lo que demuestra (es) el alto grado de vulnerabilidad en que nos encontramos, en tanto nuestras ciudades, si no se detiene este proceso, pueden terminar transformándose en escondites de delincuentes, en centro de sus operaciones ilegales y siempre violentas”.

Pero ya la ciudad y el departamento se volvieron en una especie de centro de operaciones donde se aprovecha el anonimato no solo para esconderse, si no para delinquir. Bucaramanga está cerca a la frontera con Venezuela, tiene cercanía con la región del Catatumbo, vías que facilitan la conexión con la costa Atlántico, Arauca. Desde luego, la conexión con el centro del país. Esa geografía también lo vuelve un lugar estratégico para residir y coordinar negocios ilegales.

El asunto escaló al punto en el que, incluso en abril de 2016, fue capturado en una vivienda lujosa en Ruitoque Condominio, alias Lentejo, que según informes de inteligencia era aliado de La Ndrangheta, temida organización criminal italiana con tentáculos del narcotráfico en Albania, Grecia, Holanda y Bélgica.

Y en la misma fecha también fueron capturadas tres personas en un operativo simultáneo en Bogotá y Piedecuesta que manejaba en Colombia dineros de narcotraficantes que enviaban cocaína a Hong Kong y a Australia. Esa red habría lavado unos 1.100 millones de pesos en efectivo.

El panorama para los investigadores más allá de las capturas es indagar adónde está llegando el dinero que muchos de estos delincuentes traen a la región y de qué forma están logrando que se inserte como moneda legal.