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EL DEDO EN LA LLAGA

POR PRIMERA VEZ UN CORONEL ACTIVO RECONOCIO LA RELACION ENTRE EL EJERCITO Y LOS GRUPOS PARAMILITARES. SU DENUNCIA LE COSTO SU CARRERA MILITAR.

10 de febrero de 1997

El coronel Carlos Alfonso Velásquez ha estado siempre en el ojo del huracán. Fue el primero en golpear militarmente la infraestructura del cartel de Cali y en los allanamientos que realizó encontró documentos que le dieron vida al proceso ocho mil. Como cabeza del Comando Especial Conjunto dirigió las operaciones que terminaron el 8 de julio de 1994 con la captura en Cali de Guillermo Pallomari, el tesorero de los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela y quien inexplicablemente cuatro días después fue dejado en libertad por orden de un fiscal regional. Los golpes que le propinó al cartel lo llevaron a pagar un alto precio. Un video que lo mostraba semidesnudo junto a una mujer en una habitación de un motel, por poco le cuesta no sólo su carrera militar sino su estabilidad familiar. Pero su honestidad y su brillante hoja de vida, lo salvaron. En esa oportunidad logró demostrar que se había tratado de una trampa orquestada por los narcotraficantes del Valle, quienes decidieron infiltrar en su red de informantes a una mujer con el fin de acabar con su carrera. Después de sobrevivir a este escándalo, Velásquez fue nombrado en junio de 1995 Segundo Comandante y Jefe de Estado Mayor de la XVII Brigada con sede en Urabá. Llegó a esa región en un momento en que los grupos paramilitares empezaban a consolidar su radio de acción en el llamado eje bananero. Esto hacía presagiar una guerra a muerte con la subversión. Esta no se hizo esperar. El 12 de agosto un comando paramilitar masacró a 12 personas que se encontraban departiendo en una fiesta popular en la población de Apartadó. La respuesta de la guerrilla fue inmediata: una incursión a la finca Los Cunas, en Urabá, dejó un saldo de 15 muertos.Velásquez, considerado dentro de la institución militar como uno de sus mejores analistas, dedicó muchas horas a estudiar el conflicto bélico que se está presentando en la zona. Llegó a la conclusión que la solución estaba en relegitimar al Ejército. "De lo que se trataba era de afrontar con la misma intensidad la lucha contra la guerrilla y contra los paramilitares.", señaló a SEMANA el coronel Velásquez.En esa estrategia el oficial estaba convencido de que el Ejército tenía que crear una cortina de seguridad para defender a la población civil del enfrentamiento entre subversión y paramilitares. "Había que poner un plan en marcha que le permitiera al Ejército golpear a ambos bandos. Logramos la captura tanto de jefes guerrilleros como de paramilitares. Todo ello gracias a la colaboración de la población civil", agregó Velásquez. Seis meses después, la historia cambió. El nuevo comandante, el brigadier general Rito Alejo Del Río, tenía nuevos planes para enfrentar el conflicto armado en Urabá. "Cambió la estrategia. No creía en ella. Me relevó de mis funciones operativas porque consideraba que el segundo comandante debía cumplir exclusivamente funciones administrativas. Centró su accionar contra la guerrilla, dejando de lado a los grupos paramilitares".Según el coronel Velásquez, en mayo de 1996, el comando general del Ejército decidió realizar una inspección a la Brigada de Urabá. Este trabajo lo realizó el general Manuel José Bonett. "Cuando finalizó su recorrido y escuchó los planteamientos de cada uno de los comandantes de batallón, el general Bonett tomó la palabra y dejó en claro dos cosas. La primera que él no veía claridad en la estrategia militar de la Brigada. Y la segunda que le llamaba la atención el hecho de que en la información de inteligencia del comando se hablara con pelos y señales sobre los grupos subversivos pero no de los grupos paramilitares", señaló a SEMANA el coronel Velásquez.Finalizada la reunión, Velásquez decidió hablar a solas con Bonett para explicarle sobre la estrategia que él junto con el anterior comandante habían diseñado pero que inexplicablemente Del Río la había desechado. "Cuando terminé mi exposición el general Bonett me preguntó que si yo tenía pruebas para demostrar lo que estaba diciendo. Mi respuesta fue que no tenía pruebas pero sí serios indicios de lo que estaba ocurriendo. Entonces acordamos que yo le entregaría un informe escrito al comando del Ejército".El 31 de mayo del año pasado, el coronel Velásquez viajó a Bogotá y personalmente le entregó al general Harold Bedoya un informe de ocho páginas en el que la gran conclusión era que el Ejército no tenía voluntad para luchar contra los paramilitares en Urabá. Unos días después Bedoya comisionó al general Norberto Adrada para que realizara una investigación y estableciera lo que realmente estaba ocurriendo en la XVII Brigada del Ejército en Urabá.El 24 de julio, el general Adrada rindió un extenso informe que contenía un análisis de la situación de la Brigada. Pero lo más delicado del documento estaba contenido en la parte final bajo el título de 'recomendaciones'. Adrada ordenaba sancionar al coronel Velásquez con una 'represión severa' _la máxima sanción disciplinaria_ por deslealtad con su comandante Rito Alejo Del Río y pedía llevar el caso a la Junta Asesora para retirarlo del Ejército por voluntad del gobierno. El coronel Vélasquez no podía creer lo que estaba ocurriendo y decidió hacer un reclamo formal sobre la decisión que Adrada había tomado. Sin embargo, unas semanas después la sanción fue ratificada. Entonces decidió apelar el fallo, pero también perdió en esa instancia. Una mañana de diciembre cuando llegó a su oficina en Bogotá, Velásquez encontró sobre su escritorio una carta donde le notificaban que había sido dado de baja. La validez de la denuncia de Velásquez está en que no la hizo cuando fue retirado sino cuando todavía era oficial activo. En otras palabras, el coronel no hizo la denuncia porque lo echaron del Ejército, sino que lo echaron por haberla hecho. Y todo esto no deja de ser grave en un momento en que Colombia está en la mira por las denuncias sobre violación de los derechos humanos. Muchas de ellas están basadas en la relación estrecha que existiría entre Ejército y grupos paramilitares. De confirmarse dicha relación, el coronel Velásquez no estaría haciendo nada distinto que poner el dedo en la llaga.