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López y Lleras eran aliados hasta que los dos decidieron ser candidatos a la presidencia para 1974. | Foto: Archivo Semana

CENTENARIO

El día más importante en la vida de López

Junio 30 de 1973: en esa fecha, además de cumplir 60 años, López derrotó a Carlos Lleras por la candidatura liberal en el mano a mano político más apasionante de los últimos tiempos. Ese triunfo le aseguró la Presidencia de la República.

29 de junio de 2013

Alfonso López Michelsen vivió 94 años y ante una vida tan larga no es fácil determinar cuál fue el día más importante de su carrera política. Sin embargo, en el caso de él hay una fecha exacta: el 30 de junio de 1973. Ese día, en un momento de gran desconcierto y conmoción política, derrotó a Carlos Lleras por la candidatura liberal, y aseguró así la Presidencia en 1974.

Lleras Restrepo ya había sido presidente, pero buscaba la reelección. López había sido su ministro de Relaciones Exteriores y ahora quería ser presidente. La relación entre ambos había oscilado entre la amistad y la rivalidad desde hacía 40 años. Los dos se habían proyectado como jóvenes con futuro después del regreso del Partido Liberal al poder en los años treinta. 

Cada uno de ellos había sido muy cercano a uno de los dos grandes protagonistas de lo que se denominó la República Liberal (1934-1945). Lleras era el niño consentido de Eduardo Santos y López era el hijo mayor de Alfonso López Pumarejo.

En 1952, los dos se habían exiliado en México como consecuencia de la violencia partidista cuando fueron incendiadas las casas de Lleras Restrepo y López Pumarejo el 6 de septiembre de ese año. Políticamente se distanciaron cuando López fundó, al final de los años cincuenta, el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) como oposición al Frente Nacional, cuyas dos cabezas visibles por el Partido Liberal eran Alberto Lleras y Carlos Lleras. Esa división duró ocho años, hasta cuando en 1967, con Carlos Lleras como presidente, se firmó la unión del partido con base en una plataforma ideológica conjunta que fue consagrada en la reforma constitucional de 1968.

López, quien hasta ese momento había sido el jefe de la oposición, entró al gobierno, primero como gobernador del Cesar y posteriormente como canciller de Carlos Lleras. Al terminar ese gobierno, en el Partido Liberal había tres grandes figuras activas políticamente: el expresidente Lleras, López Michelsen y Julio César Turbay Ayala, quien había sido el designado de Lleras y era el peso pesado en el Congreso. Lleras y López fundaron un movimiento que se llamó Progresismo Liberal, el cual enfrentó a Turbay en las elecciones de mitaca (asambleas y concejos) de 1972, como una medición de fuerzas para las presidenciales de 1974. 

El llero-lopismo ganó ampliamente en el país y especialmente en Bogotá, donde López encabezó la lista al Concejo. La candidatura de Turbay quedó por el momento fuera del juego. Poco tiempo después, Lleras fue elegido jefe único del partido y Turbay se fue a Londres como embajador.

El problema surgió cuando los dos integrantes del binomio triunfador dejaron saber que ambos querían ser presidentes en el periodo siguiente. La luna de miel que habían tenido desde cuando López había entrado al gobierno de Lleras terminó de un tajo. Teniendo en cuenta el enorme prestigio del gobierno del expresidente, se alinearon con él rápidamente todos los grandes poderes del Partido Liberal: Eduardo Santos, Alberto Lleras, Darío Echandía, El Tiempo, El Espectador, etcétera. Se repetía en cierta forma la historia del MRL, en la que todos los pilares del Frente Nacional estaban de un lado y López del otro.

Para definir las reglas del juego se convocó a una convención el 30 de junio de 1973 que diseñaría el mecanismo para la selección posterior del candidato que sería elegido en una convención en diciembre. Ese 30 de junio López cumplía 60 años, así que la jornada había comenzado con las felicitaciones de rutina. A las 11:40 de la mañana, llegó al Capitolio en medio de vivas y aplausos de sus barras. Pocos minutos después llegó el expresidente Darío Echandía, quien para evitar una división irreparable del Partido Liberal había aceptado presidir la convención. Casi simultáneamente hizo su entrada Carlos Lleras, quien recibió una gran ovación al entrar al recinto. 

La esencia de la convención eran dos posiciones antagónicas que había entre Lleras y López. El expresidente consideraba conveniente extender el espíritu de coalición del Frente Nacional y le había enviado a su esposa, doña Cecilia de la Fuente, una carta desde Bruselas exponiendo esas tesis. La misiva había sido publicada en los periódicos y teniendo en cuenta que las candidaturas bipartidistas y el Frente Nacional estaban consignados en la Constitución solo por 16 años, que terminaban en 1974, su publicación creó un enorme revuelo político.

López Michelsen, quien después de la aprobación en 1959 de la reforma constitucional de la alternación, siempre se había opuesto al Frente Nacional, se inclinaba hacia una candidatura de partido, exclusivamente liberal, para enfrentar a Álvaro Gómez y a María Eugenia Rojas, quienes ya se perfilaban como los otros dos contendores en la próxima elección. Las diferencias entre él y Lleras eran claras y alrededor de estas los convencionistas estaban divididos. Había efervescencia en la convención y crecía la pugnacidad entre ambos bandos. 

La primera intervención le correspondió a López, quien desconcertó con su primera frase, en la cual afirmaba que había leído recientemente un artículo que decía que en Colombia quedaban tan pocos cóndores, que ese animal se había convertido en una especie en vía de extinción. Agregó a renglón seguido que él se identificaba con esa ave, pues “yo también me siento una especie en vía de extinción: un liberal de tiempo completo”. 

Con esa referencia le notificaba al auditorio que él se oponía a cualquier candidatura de coalición con el conservatismo y que estaba dispuesto a jugársela solo con el Partido Liberal. Con esa declaración, las diferencias entre él y Lleras se habían convertido en irreconciliables. Después de algunas horas de proposiciones, mociones y debates encendidos, alrededor de las 3 de la tarde se decretó un receso para el almuerzo, que se extendería hasta pasadas las 6.

Lleras se trasladó al Club de Abogados, a pocas cuadras de ahí, con sus más cercanos allegados. Después del almuerzo los sorprendió diciéndoles que quería jugar billar, lo cual fue interpretado como que quería estar solo para meditar cuál sería su próximo movimiento. Mientras tacaba carambolas, sus partidarios esperaban ansiosamente en medio de una gran expectativa. 

Las posiciones se estaban radicalizando y reinaba la preocupación por la división del partido. López, por su parte, se había ido con varios amigos suyos a su residencia, donde analizaban todo lo ocurrido hasta ese momento. El ambiente era tenso y al mismo tiempo optimista. Sin embargo, nadie anticipaba lo que estaba a punto de suceder.

A las siete de la noche se reanudó la convención. El primer orador fue el expresidente Lleras Restrepo. Comenzó con una extensa intervención en la cual subrayaba sus diferencias con López y reiteraba su convencimiento de que el Partido Liberal no debía descartar una candidatura de coalición. Después de algunos minutos comenzó a interrumpirlo en forma impertinente el delegado de Córdoba, Antonio J. Mercado. 

Este era un lopista fanático cuyos gritos de “¡Viva López y abajo Lleras!” opacaban la voz pausada y serena del expresidente, cuyo estado de ánimo se iba alterando gradualmente. La insolencia del costeño desencadenó reacciones airadas de los lleristas y toda esta gritería, según la crónica de Óscar Alarcón en El Espectador del día siguiente, probablemente influyó en las reacciones posteriores del doctor Lleras Restrepo.

 En todo caso, en forma inesperada al terminar su discurso Lleras soltó una bomba: “¿No será mejor que este frenesí se calme? Pienso con angustia en el futuro del partido y por culpa mía no se va a despedazar… Por eso solicito que se vote ahora y esta misma noche el nombre del candidato liberal a la Presidencia de la 

República”. Los convencionistas no podían creer lo que oían y durante unos segundos el Capitolio se paralizó. La selección del candidato estaba programada para seis meses después. En ese momento eran casi las nueve de la noche y en forma súbita el expresidente había pedido una votación prácticamente inmediata para que los delegados escogieran entre López y él.

Los lopistas, tan sorprendidos como los lleristas, tenían la facultad de aceptar o rechazar esa propuesta. López la aceptó, consciente de que era la primera vez que se iba a escoger un candidato a la Presidencia en una convención sin ningún trabajo proselitista previo. Se decretó otro receso para poder organizar esa votación improvisada y durante este los lopistas se reunieron en la Comisión Tercera de la Cámara, los lleristas en la Comisión Tercera del Senado y los neutrales (los turbayistas) en el salón Boyacá. 

Los seguidores de Turbay establecieron comunicación telefónica con él, quien se encontraba en Londres como embajador. Encabezados por Germán Zea y Abelardo Forero Benavides, uno tras otro, los grandes electores turbayistas le informaron a su jefe sobre la situación creada por Carlos Lleras. En forma pausada y con su acento nasal, este les manifestó que quedaban en libertad para votar por el candidato de su preferencia, pero hizo una petición: que antes de la elección del candidato, él fuera elegido jefe único del Partido Liberal.

Lleras y López fueron informados sobre la solicitud y ninguno se opuso. A las 11:45 p. m. Turbay fue aclamado por unanimidad como director de la colectividad.
 Al llegar las 12 de la noche se anunció que comenzaba la votación por el candidato liberal para 1974-1978. Antes de iniciarse, Augusto Espinosa, la punta de lanza de Carlos Lleras en el Congreso, presentó una proposición para que la votación fuera nominal. 

En otras palabras, que el voto no fuera secreto, como era la norma imperante, y que en  consecuencia cada delegado pusiera la cara cuando lo anunciara en voz alta. Esta proposición fue interpretada como una manera de invocar la majestad del expresidente Lleras cuando cada delegado tuviera que decidir por quién votaba. López tampoco objetó esa propuesta y fue aprobada. En ese momento se dio inicio a la votación. 

La noticia de que esa noche se iba a elegir el candidato liberal había paralizado el país y en todo el territorio nacional estaban los radios encendidos como si se tratara de la final de un mundial de fútbol. El conteo se iba a hacer por orden alfabético, pero por jerarquía se le pediría el voto primero al expresidente Darío Echandía, al expresidente Lleras y a López Michelsen. Germán Zea Hernández y Alejandro Galvis Galvis fueron escogidos como escrutadores. 

En medio de un silencio sepulcral el secretario general de la convención le pidió el primer voto a Echandía. Este contestó: “Voto por el doctor Carlos Lleras Restrepo”. El segundo turno era el de Carlos Lleras. Este respondió: “Voto por el doctor Darío Echandía”. Esto en la práctica era un recurso simbólico para no tener que votar por él mismo.

El tercer voto era el de López. El secretario general se dirigió a él y le dijo: “López Michelsen, Alfonso. ¿Por quién vota usted?”. Cuando se anticipaba que votaría por Darío Echandía por las mismas razones que lo había hecho Lleras, desconcertó a la convención al contestar: “Mi voto es por el doctor Carlos Lleras Restrepo”. Ese gesto le dio un cimbronazo a la convención y envalentonó a los lopistas. De allí en adelante votaron 252 delegados y a medida que pasaba el tiempo quedaba claro que López tenía la delantera. Los turbayistas no votaron en bloque. El 60 por ciento lo hizo por López y el 40 por ciento por Lleras. 

Algunos votos individuales dejaron a los asistentes boquiabiertos. Al llegar a Nacho Vives, el antiguo jefe lopista de Magdalena, hubo otra sorpresa. Vives había sido el denunciante del escándalo de Fadul y Peñalosa que había puesto a temblar el gobierno de Carlos Lleras. El entonces presidente estaba tan indignado con él, que se rumoró en su momento que fue necesario trancarlo para evitar una agresión física. Cuando se le preguntó por su voto, Vives contestó: “Voto por Carlos Lleras Restrepo”.

 El resultado final fue: López Michelsen, 162 votos; Carlos Lleras, 88, y Darío Echandía, 2. Lleras, en un gesto noble, con voz algo trémula, acató el resultado e invitó a todos los liberales a hacer lo mismo “para evitar que el partido sea sacrificado en una división suicida”. 

López subió al escenario en compañía de su esposa a aceptar su nominación en medio del Himno Nacional y el delirio del recinto. Nueve meses después fue elegido presidente con la votación más alta de la historia, en ese momento 3 millones de votos, y derrotó a Álvaro Gómez y a María Eugenia Rojas.