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Desde mediados de 2019, millones de ciudadanos de Hong Kong han salido a las calles para protestar en contra de los intentos de China por ejercer mayor autoridad en la excolonia británica. | Foto: getty images/kuriko917

MUNDO

El baile de los que sobran: ¿Por qué protesta el mundo?

La protesta social no solo es el personaje del año que acaba de culminar, sino de la década. Y en un ambiente en el que predomina la incertidumbre en términos democráticos y económicos es previsible que esta oleada de manifestaciones, iniciada en 2010, continúe en los próximos años.

Jorge Cote Rodríguez*
4 de enero de 2020

El 17 de diciembre de 2010, Mohamed Bouazizi, un vendedor ambulante de la ciudad de Sidi Bouzid, en Túnez, se prendió fuego en protesta al decomiso de su mercancía por parte de la policía. El hecho consiguió que miles de tunecinos salieran a las calles provocando la renuncia del presidente Zine El Abidine Ben Ali. La caída de este régimen autoritario de más 20 años prendió la chispa de lo que se llamó la Primavera Árabe. En Egipto las manifestaciones causaron la caída de Hosni Mubarak, que llevaba 30 años en el poder. De la misma manera millones de personas en Libia, Siria, Yemen, Jordania y Baréin participaron en protestas que pedían una mayor democratización y el fin de los regímenes autoritarios. Estos hechos son considerados el inicio de una nueva etapa de la movilización social que cubrió toda la década de 2010 y que, de acuerdo a los últimos acontecimientos, está lejos de culminar.

A los sucesos en el mundo árabe, en 2011, se sumaron las protestas ocurridas en buena parte del mundo en contra de la crisis económica de 2008 y que tuvieron su principal hito en el movimiento Occupy Wall Street, en septiembre de ese año. Estas manifestaciones ocurridas en todo el globo entre 2010 y 2013, se caracterizaron por utilizar el internet y las redes sociales como herramientas de organización y confrontación social. De acuerdo al sociólogo Manuel Castells, las redes sociales aumentaron el sentimiento de solidaridad entre los distintos manifestantes del mundo. Por eso, no fue raro que en las protestas estudiantiles en Colombia de 2011, los jóvenes hicieran referencia a los acontecimientos de Nueva York o Chile, o que incluso tuvieran contacto con dirigentes internacionales y organizaran jornadas de protesta simultáneas.

Desde este momento el mundo no ha dejado de protestar, y si bien, es importante mirar los contextos nacionales para entender por qué las personas se han lanzado a las calles, se podría decir que en esta década, ellas lo han hecho básicamente por tres razones: la lucha por una mayor democratización y en contra del autoritarismo (como ha sucedido en Venezuela o Hong Kong); en respuesta a las crisis económicas y a los paquetes de ajuste fiscal (como en Grecia, Chile o Francia); en contra de la violación de los derechos humanos (como en México o India). En ese sentido la situación en Colombia no es distinta. De acuerdo con la base de datos de luchas sociales del Centro de Investigación y Educación Popular entre 2010 y 2015 hubo al menos 4.500 manifestaciones en el país. Esa tendencia no ha cambiado en los años siguientes y en esta década Colombia ha tenido importantes hitos como las marchas estudiantiles de 2011, el paro agrario de 2013, la minga indígena de 2016 y el paro nacional de 2019.

¿Qué vendrá en los próximos años?

Hacer futurología resulta difícil porque se puede caer en el optimismo desbordado. Sin embargo, el mundo no ha dejado de ser un escenario convulsionado donde la protesta social ha sido uno de sus principales protagonistas. Ya sea para pedir mayor democratización, para evitar el desmonte del Estado de bienestar, para exigir el respeto a la vida y a los derechos humanos, o para llamar la atención sobre el cambio climático, la gente ha salido a las calles a manifestarse cada vez más. Por eso no es raro que 2019 haya sido catalogado por algunos expertos y periodistas como el año de la protesta social.

Y en la próxima década (o décadas) esta tendencia no cambiará, básicamente, porque la protesta social se ha convertido en un valor en sí mismo, en una forma de hacer política y de tener voz en las sociedades. Pero con el riesgo a caer en el pesimismo, la gente saldrá cada vez más a las calles por fenómenos que ya comienzan a verse y que posiblemente en los próximos años se intensificarán: el aumento del autoritarismo en el mundo, el desmonte del Estado de bienestar, la revolución tecnológica en las plazas de trabajo y el calentamiento global.

En la actualidad, el autoritarismo de izquierda y de derecha volvió a tomar fuerza y muchos países han elegido o continuado con este tipo de gobiernos que recortan libertades democráticas y derechos a minorías. Como relata el director ejecutivo de Human Rights Watch, Kenneth Roth, en el ‘Informe Mundial 2019’ sobre las prácticas de derechos humanos: “Las fuerzas de la autocracia han experimentado un auge. Brasil eligió como presidente a Jair Bolsonaro, un hombre que no duda en alentar abiertamente el uso de la fuerza letal por parte de los militares y la policía(...) Los autócratas consolidados y sus admiradores continuaron haciendo alarde de su desprecio por los derechos fundamentales. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y el presidente de Egipto, Abdel Fattah al-Sisi, persistieron en silenciar las voces independientes”. Sin embargo, Roth señala que los autócratas también enfrentan una creciente resistencia de ciudadanos y defensores de derechos que “ganaron fuerza de manera inesperada”. Basta con ver las protestas en Venezuela, Brasil, Bolivia y recientemente en Bagdad. Si el filósofo lituano Slavoj Žižek y la nueva oleada autoritaria toman más fuerza, es previsible que las calles sigan siendo ese lugar predilecto de las personas para expresar su inconformismo.

Relacionado con este factor, se encuentra la continuación del desmonte del Estado de bienestar. Aunque haya más riqueza en el mundo, los Estados no tienen tanto dinero como antes y necesitan ajustar sus finanzas para evitar la quiebra, y en esa reducción de gastos cabe el sistema de bienestar. Medidas como la denominada “ley de esclavitud” aprobada por el parlamento en Hungría a finales de 2018, el desmonte de los subsidios al combustible en Ecuador, la propuesta de reforma pensional en Francia presentada por Emmanuel Macron en diciembre de 2019, son unos de los tantos ejemplos de ese apretón fiscal. Políticas que han contado con la abierta (y en ocasiones, violenta) oposición de la ciudadanía como se ha visto en las protestas en estos países. Al no haber a la vista una solución a las crisis presupuestarias de los gobiernos distinta a la de reducción del gasto, es presumible que la movilización social se mantenga en la próxima década.

Aunque pueda parecer ciencia ficción, la disminución de plazas laborales por la innovación tecnológica ha comenzado. Por supuesto no es la primera vez que este fenómeno haya sucedido en la historia de la humanidad, de hecho ocurre en las distintas revoluciones industriales. Sin embargo, como lo han señalado recientes estudios de la Universidad de Oxford y del MIT, en las próximas dos décadas, cerca de la mitad de empleos podrían perderse por el uso de robots y de algoritmos. Al igual que lo ocurrido en los albores de la Revolución Industrial en Inglaterra a inicios del siglo XIX, cuando los artesanos, congregados en el movimiento ludista, destruyeron las máquinas que les quitaban su trabajo, en los próximos años miles de trabajadores pueden recurrir a la protesta.

El cambio climático también será uno de los motivos por los que se protestará. Movimientos indígenas, de migrantes, ecologistas, antiglobalización también continuarán manifestándose por lo que ellos denominan la utopía de construir otro mundo diferente (altermundismo).

Se podría decir que la situación no será muy distinta. Especialmente, porque, además de los muchos conflictos que vive el país por la explotación minero-energética, por la conservación de territorios ancestrales, entre otros, el proceso de paz con las Farc abrió una puerta a la posibilidad de que la ciudadanía participara masivamente en manifestaciones. Como ha dicho el historiador y politólogo Fernán González, la firma de los acuerdos con esta antigua guerrilla ha servido para que muchos de las reclamos e inconformidades de la sociedad colombiana se visibilicen.

Si estos pronósticos mundiales, un poco pesimistas, no se cumplieran, de igual manera la gente seguiría manifestando en los próximos años, básicamente porque la protesta social se ha convertido en un valor positivo, en una forma de participación política distinta a la de los partidos y a la de otros mecanismos institucionales.

*Historiador de la Universidad Nacional de Colombia y periodista de revista Semana.