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Federico Renjifo se posesionó el jueves pasado en la Casa de Nariño.

POLÍTICA

Federico Renjifo, a batirse con los leones

La nueva cabeza del Ministerio del Interior toma las riendas del potro que es esa entidad en un momento crucial del gobierno. Debe manejar la Unidad Nacional, tramitar leyes claves, asegurar la gobernabilidad al presidente y contener la arremetida de Álvaro Uribe. Casi nada.

19 de mayo de 2012

En la triple posesión del pasado jueves en el Palacio de Nariño, Juan Manuel Santos habló más como locutor de fútbol que como presidente. Todavía contagiado de la Falcaomanía, pues se había reunido con el goleador el día anterior, Santos explicó en un Salón Gobelinos atestado de personalidades y políticos que el primer tiempo de su gobierno ya estaba en reposición y que para prepararse para los últimos 45 minutos había decidido hacer un enroque entre sus más cercanos colaboradores. Por esto pasó a Germán Vargas Lleras al Ministerio de Vivienda, a Juan Mesa a la Secretaría General de la Presidencia y a Federico Renjifo al Ministerio del Interior.

Mientras Vargas se dedicará a pegar ladrillos y Mesa a administrar la Casa de Nariño, Renjifo será el responsable de capotear a los congresistas durante la época más difícil de un gobierno: la segunda mitad del cuatrienio. Si bien Germán Vargas supo aprovechar la normal luna de miel entre el Congreso y el gobierno así como las amplias mayorías oficiales para pasar 74 leyes, el panorama que enfrenta su sucesor es diametralmente opuesto. Los retos que afrontará Renjifo no son nada despreciables.

El primero es llenar los zapatos de Vargas Lleras, quien en su tiempo en la cartera descolló y se convirtió en el superministro del gobierno. Vargas, por sus años de senador y su conocido temple, entendía los tiempos parlamentarios, sabía las mañas de cada congresista y tenía un conocimiento milimétrico de los proyectos. Si bien Renjifo no es un extraño al Salón Elíptico, pues como viceministro en los tiempos del ministerio de Hacienda de Santos sacó adelante una reforma tributaria y la ley de transferencias, el manejo político es como un músculo, si no se entrena se atrofia. Todavía no conoce a la mayoría de congresistas y no domina los proyectos de ley al detalle. Aunque esto se aprende sobre la marcha y probablemente será un estudiante aplicado, no es un secreto que los congresistas usarán la ventaja que le llevan para medirle el aceite rápidamente.

Su segundo reto es llevar a feliz término esta legislatura, y eso no es cualquier cosa. En menos de un mes tendrá que sacar adelante leyes importantes y controvertidas como la reforma a la Justicia, la Ley de Vivienda de Interés Prioritario, la primera ronda del fuero militar y el marco jurídico para la paz, la cual se está convirtiendo en la ley insignia de este periodo. Aunque a esta última solo le restan dos debates en el Senado, el camino que le queda por recorrer es espinoso. Es muy probable que los uribistas, ya sea en el Partido Conservador o en La U, cierren filas para apretar al gobierno por orden de Álvaro Uribe y el resultado final dependerá, en gran medida, del manejo que Renjifo logre tener en el recinto. Varios conocedores de la política creen que el nuevo ministro tiene todo lo necesario para ganar este primer round. Al fin y al cabo, a pesar de cábalas pesimistas que anuncian su muerte, las mayorías de la Unidad Nacional siguen funcionando. El gobierno todavía está en capacidad de encender la aplanadora de Unidad Nacional, asegurar los votos necesarios y tramitar sus iniciativas. Todavía no han sufrido su primera derrota. Y de Renjifo depende que esta racha exitosa continúe.

Pero tal vez un reto más difícil para el nuevo ministro del Interior será asegurar el éxito en la próxima legislatura que empieza el 20 de julio. Es ahí cuando su verdadero trabajo comienza. Después de dos años de tira y afloje, el desgaste en el noviazgo entre la Casa de Nariño y el Capitolio es evidente. A lo que se añade que en el tercer año, por costumbre, las relaciones entre ambos poderes no son las más fluidas. Los congresistas ya empiezan a pensar en su reelección y no dan prioridad a los proyectos del gobierno mientras este empieza a hacer uso del oxígeno burocrático para mantenerlos en el redil. "Le va a tocar la peor época" dice un veterano senador. Por si fuera poco, en otras oportunidades, la agenda del gobierno se solía evacuar durante la luna de miel pero el gobierno Santos ha resultado sui géneris en este sentido. Cada 20 de julio bombardea al Capitolio con más y más proyectos. Y esta vez no será la excepción. El gobierno dejó para el tercer año la discusión de proyectos difíciles, sensibles y poco atractivos como la Ley de Desarrollo Rural, la reforma tributaria, y la reforma a las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR). A esto se le podría añadir la reforma pensional y la reforma a la educación superior, ya que existe la posibilidad de que entren a consideración de los legisladores.

Por otro lado, Renjifo será responsable de manejar la Mesa de Unidad Nacional y de aceitar la coalición de gobierno para que siga funcionando como una máquina. En los dos primeros años, los partidos que conforman la Unidad -el partido de La U, los liberales, los conservadores, los verdes y Cambio Radical- respaldaron todos los proyectos del gobierno, a pesar de roces y críticas en temas delicados como la Ley de Víctimas, las regalías y la sostenibilidad fiscal. Y aunque todo parece indicar que habrá Unidad Nacional para rato, las fricciones están creciendo por el lado de los conservadores, quienes han resultado ser el eslabón más débil de la cadena. Este partido pasó de ser el consentido de Uribe a la cenicienta de Santos. Son ellos quienes han perdido más espacio, tanto político como burocrático, y han manifestado varias veces su malestar. La última ocasión fue cuando perdieron el Ministerio de Vivienda con la salida de Beatriz Uribe. Renjifo tendrá que calmar las aguas con los azules y convencerlos de que es mejor estar en la rosca que fuera de ella.

Son precisamente estas diferencias con los rebeldes de la coalición las que dejan al descubierto el mayor reto que enfrentará Renjifo desde su sede La Giralda: el manejo de la oposición. La verdadera oposición del gobierno Santos no es el Polo Democrático, que a pesar de sus valientes críticas termina aplastado por la aplanadora de Unidad Nacional, sino Álvaro Uribe. El exmandatario viene confrontando a la Casa de Nariño de dos maneras. La primera es a través de la comunicación y el contacto directo con la gente, dos fortalezas de Uribe que han resultado ser los talones de Aquiles de Juan Manuel Santos. La segunda estrategia parece ser aguarle la fiesta en el ámbito legislativo, donde todavía tiene poder de disrupción. Por ejemplo, una proposición de su autoría en el debate del marco jurídico de la paz recibió el apoyo de 36 representantes, un número nada despreciable. Y además, en los últimos días ha quedado claro que Uribe tiene influencia en las toldas azules y es ahí donde está moviendo sus fichas. Ya que probablemente lo pondrá a prueba cada semana, la habilidad de Renjifo para esquivar las cascaritas de Álvaro Uribe será fundamental para asegurar la gobernabilidad de Santos en el Capitolio y con los partidos.

¿Cuál será la estrategia del nuevo ministro? Lo más probable es que se apoye en su cercanía al presidente. No en vano es un santista purasangre, no tiene agenda escondida y tiene línea directa con el primer mandatario, lo cual le asegura cierta ascendencia entre la clase política. También podría apoyarse en Aurelio Iragorri, el alto consejero para Asuntos Políticos, que lleva casi dos años dedicado al Congreso y que conoce muy bien el día a día del Capitolio. Y no le caería mal rodearse de una especie de 'guardia pretoriana' de curtidos líderes políticos, capaces de responder y hacerles frente a las críticas de Álvaro Uribe. Renjifo no la tiene fácil, pues llega al Congreso en la sombra de Vargas Lleras y con las tareas de sacar adelante proyectos de alto calibre y manejar un ambiente enrarecido por Uribe. Los resultados de su gestión serán evaluados bajo el tamiz de estos cuatro desafíos.