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'Frente Nacional' por la reforma

Liberales y conservadores se juntaron para salvar la reforma política del ataque del gobierno, que resultó unido a la oposición en este debate.

13 de abril de 2003

Al comenzar la semana pasada la reforma política estaba hundida. Al tercer día de sesiones en el Congreso, sin embargo, resucitó. Tras sufrir los ataques del ministro del Interior y Justicia, Fernando Londoño Hoyos, nadie daba un peso por este proyecto de acto legislativo que llegaba al quinto de los ocho debates reglamentarios. Pero en la noche del jueves 10 de abril, en la comisión primera, tres uribistas abandonaron su bancada y se sumaron a liberales y conservadores para formar una mayoría que aprobó el proyecto.

¿Qué es lo que tiene la reforma política que no sólo divide a los congresistas más cercanos al presidente Alvaro Uribe sino que también une a rojos y azules? A diferencia del referendo, la reforma trata los temas más centrales de cualquier sistema político: la financiación de las campañas; la organización y las reglas electorales; el ordenamiento territorial; el funcionamiento de los partidos políticos y el estatuto de la oposición. Por tal razón, de los artículos que se aprueben depende el futuro político inmediato tanto de los congresistas como de sus movimientos.

En todo cambio de las reglas del juego hay ganadores y perdedores. Como está diseñado el proyecto de la reforma política los partidos tradicionales, Liberal y Conservador, son los más beneficiados mientras que las disidencias y los movimientos independientes se verán obligados a unirse. La intención del acto legislativo es estimular la concentración de los políticos en partidos y castigar el marcado personalismo que, según el politólogo Juan Carlos Rodríguez, "es quizás el aspecto más crítico de la forma actual de hacer política en Colombia".

La reforma introduce un umbral del 2 por ciento. Eso quiere decir que sólo podrán acceder a curules del Congreso aquellas listas que superen el 2 por ciento de la votación total. Además el número de curules que obtenga cada lista dependerá de las veces que sus votos quepan en una cifra única llamada repartidora. Esta cifra repartidora se calcula para que cada curul se consiga con el mismo número de votos. Hoy en día, dos listas que saquen 115.000 votos y 41.000 votos, respectivamente, sólo eligen un senador cada una. En el sistema nuevo la lista de más votos sacaría más senadores que la de 41.000 votos.

Estos cambios al sistema electoral están orientados a disminuir las "microempresas electorales" y que los políticos se agrupen. Sin embargo los conservadores apoyan la adopción de otra regla electoral: el voto preferente. Esta herramienta consiste en que los votantes pueden escoger de una lista el candidato que quieran sin importar el orden. Ahí fue Troya. Para el senador uribista Rafael Pardo el voto preferente "va en contravía del referendo y estimula la política individual que se quiere combatir". Mientras que el senador liberal José Renán Trujillo defiende la medida: "Es como comprar todo un CD para escuchar la única canción que le gusta. El ciudadano tiene el derecho a escoger".

El voto preferente se convirtió en el caballito de batalla de unos y otros. Lo que para unos era borrar con el codo lo que se haría con la reforma para otros constituía la única manera de evitar la imposición de nombres a los electores, el 'bolígrafo' de los caudillos del pasado.

Salvada por la campana

Con argumentos técnicos, pero también con acusaciones mutuas de clientelismo e incongruencia ideológica, el debate estaba caldeado.

Por un lado, el Partido Conservador había decidido en sus retiros espirituales de Paipa sostener la reforma política a capa y espada, mientras que la línea oficial del Partido Liberal había apadrinado desde el inicio el proyecto y no lo quería dejar morir. Por el otro los uribistas, en cabeza del senador Rafael Pardo, habían convencido al gobierno de que era mejor hundir la reforma en el Congreso para darle un respiro al referendo.

Y por un efecto de carambola los opositores del gobierno terminaron unidos a sus defensores en contra de la reforma política. Los senadores del Polo Democrático, Antonio Navarro Wolff y Carlos Gaviria, rechazaron el acto legislativo hombro a hombro con la línea dura del uribismo a pesar de ser los abanderados de la abstención al referendo.

Para salvar la reforma, liberales y conservadores hicieron un trueque de apoyos. La Dirección Nacional Liberal apoyaría el voto preferente, punto irrenunciable para los azules, y, a cambio, los conservadores respetarían el punto de las consultas internas de los partidos políticos que impulsaban los serpistas. Quedó montado así una especie de 'Frente Nacional' para resistir el embate de la administración Uribe contra el proyecto de acto legislativo.

A pesar de eso el Frente no les alcanzaba para que el proyecto pasara. De los 10 votos necesarios para que el acto legislativo fuera aprobado, liberales y conservadores sólo tenían ocho. Los 11 restantes de la comisión primera eran siete uribistas, tres independientes y el senador Andrés González. La sorpresa vino en la votación del jueves, cuando tres de los más conspicuos representantes de la bancada uribista, los senadores Germán Vargas, Héctor Elí Rojas y Darío Martínez, desoyeron el llamado del ministro Londoño Hoyos, se sumaron al 'Frente Nacional' y votaron a favor.

Varios congresistas consultados por SEMANA, de ambos lados del debate, coincidieron en afirmar que dos uribistas -Vargas y Rojas- se cambiaron de bando como una jugada para obtener apoyo de los conservadores en sus respectivas campañas a la presidencia del Congreso. Sin embargo el senador Luis Humberto Gómez dijo a SEMANA que el Partido Conservador "no ha tomado ninguna decisión al respecto aún". Para los defensores del proyecto la decisión de Vargas, Rojas y Martínez "fue tomada a conciencia y muestra el compromiso de los senadores con las reformas políticas".

Con 11 votos contra ocho la reforma política sobrevivió su quinto y más duro debate. Terminó con otra polémica arandela: el voto preferente pero optativo. Esta medida consiste en que los partidos políticos tendrán la opción del voto preferente con la condición de presentar una lista única. "Este es el peor de los escenarios. Ahora resulta que no hay reglas electorales sino un menú donde los partidos escogen lo que más les conviene", critica el senador Pardo. En efecto, con este híbrido, que sería único en el mundo, la reforma política establece unas reglas electorales que no son fijas para todos y que dependen de las decisiones de los partidos.

A pesar de ser confusa y un tanto aburrida para la opinión pública, la pelea por la reforma política es de gran importancia para la democracia colombiana porque determina las condiciones en que el poder se repartirá en los próximos años. Por eso el debate seguirá al rojo vivo y los congresistas se jugarán todo en las tres sesiones que restan porque lo que está en juego es ni más ni menos que los mecanismos de su reproducción política.

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