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El país está partido en dos por cuenta de la decisión de la JEP de liberar a Santrich. | Foto: Presidencia

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Presidente, tiene la palabra

La crisis y el choque de trenes que desató la renuncia del fiscal han generado gran incertidumbre. Pero si el presidente Iván Duque juega bien sus cartas, es una gran oportunidad para darle oxígeno a su Gobierno.

18 de mayo de 2019

Hace varios años el país no vivía una incertidumbre institucional tan complicada como la que precipitó la renuncia del fiscal general. Ver al segundo hombre más poderoso del Estado dando un paso al costado, mientras el exguerrillero Jesús Santrich –involucrado en un escándalo de droga– salía en libertad por orden de la JEP, generó un tsunami político cuyos efectos aún están por conocerse.  

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Más allá de las razones jurídicas que tuvo la JEP, o de los motivos de principio que expuso el fiscal para argumentar su repentino retiro, lo cierto es que el evidente choque de trenes llega en un momento de profunda polarización política y de alta tensión social. Los líderes políticos, los gremios, los periodistas y los partidos se han hecho sentir y han evidenciado la notoria división que existe a la hora de plantear una salida a este enredo. Desde el Gobierno hablan de una crisis institucional sin precedentes en la justicia, mientras en las toldas de la oposición tratan de bajarle el tono al aparente desbarajuste institucional. Sin importar quién tenga la razón, ante este panorama, cuando se buscan acuerdos políticos, llamados a la unidad o salidas institucionales, todos los caminos conducen al presidente. 

Iván Duque.

En contextos como este, el jefe del Estado debe estar por encima de las emociones partidistas y los cálculos electorales, y apelar a la serenidad política y el pragmatismo institucional. Iván Duque está llamado a hacer de esta crisis una oportunidad, pero debe jugar muy bien sus cartas si quiere recuperar gobernabilidad y proyectar un nuevo liderazgo.

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En su primera intervención tras la tormenta, el presidente perdió una oportunidad para adueñarse del discurso de la unidad y la legalidad, y centró sus palabras en expresar su preocupación por el debilitamiento de la figura de la extradición. Es posible que la indignación y el tono vehemente de la alocución del primer mandatario hayan calado en su base electoral. Sin embargo, hoy se hace necesario que el Gobierno empiece a llegarle también a esa mitad del país que se encuentra en otras orillas del espectro ideológico.

La vicefiscal María Paulina Riveros también presentó renuncia a su cargo. Riveros se había convertido en la mano derecha del fiscal Néstor Humberto Martínez en la lucha contra la corrupción.

Al día siguiente de la renuncia del fiscal, y horas después de la de la ministra de Justicia, el presidente convocó a un pacto para reformar esa rama del poder. Llamó a los jefes de los partidos a sentarse en una mesa a trabajar juntos. Si prospera la idea, es un buen primer paso para empezar a generar consensos y para que Gaviria, Vargas Lleras, Uribe, La U y los conservadores trabajen alrededor de un pilar de la democracia que viene flaqueando hace años por su ineficiencia, politización y escándalos de corrupción.

La carta de la terna para la Fiscalía es una oportunidad para que el presidente apacigüe un mundo político cargado de tigre.

Pero la cancha en la que debe jugar Duque no podía ser más compleja y de la forma como maneje esta coyuntura dependerá, en buena medida, el futuro de su gobierno. Hoy existe una alta tensión entre el Ejecutivo y las instituciones derivadas del acuerdo de paz; el país está partido en dos por cuenta de la decisión de la JEP de liberar a Santrich, y el fiscal, la vicefiscal y la ministra de Justicia acaban de renunciar. La gobernabilidad actualmente es frágil; está pendiente la decisión de la Corte Constitucional sobre el hundimiento de las objeciones; vienen relevos en las presidencias de Senado y Cámara, que pasan a manos de Cambio Radical y del Partido Liberal; los partidos sienten que no tiene representación en el Gobierno, y algunos sectores del Centro Democrático le reclaman a Duque por no estar del lado de la línea más radical de su partido, que pide convocar una constituyente. 

Néstor Néstor Humberto Martínez.

Como si eso fuera poco, existe un malestar interno generado por el retiro de las visas de Estados Unidos a algunos magistrados; la Corte tiene en sus manos la decisión sobre el uso del glifosato; el fin de la dictadura en Venezuela no se ve cerca; los cultivos de coca siguen creciendo; cada dos días muere asesinado un líder social; no se le ve una salida a la amenaza del ELN, protegida por Maduro; y las elecciones, tanto las regionales en Colombia como las presidenciales en Estados Unidos están a la vuelta de la esquina. 

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La situación que hoy enfrenta el presidente Duque no es fácil de sortear, pues muchas de las problemáticas no dependen enteramente de lo que él haga o deje de hacer, y varios de los males vienen de atrás. Dicho esto, si el presidente logra darle un giro a los aspectos que sí están en sus manos, la situación política e institucional del país podría cambiar para bien.

Así las cosas, Duque tiene cuatro cartas que le permitirían darle un nuevo impulso a su Gobierno: 1) Brindarles a los partidos representación política, 2) Cambiar la relación con el Congreso, 3) Consolidar su liderazgo, y 4) Presentar una terna para fiscal que dé garantías y tranquilidad a todos los sectores. 

César Gaviria - Partido Liberal / Germán Vargas - Cambio Radical / Aurelio Iragorri - Partido de la U / Ómar Yepes - Partido Conservador. Los líderes de los partidos políticos cobran un nuevo protagonismo a la hora de hablar de pacto nacional o acuerdo político para reformar la justicia.

Es bien sabido que Iván Duque llegó al poder con la idea de nombrar un gabinete técnico y paritario, y así lo hizo. No obstante, esa fórmula no ha dado los resultados esperados y este es el momento de precipitar una crisis ministerial y darle un nuevo aire al Gobierno. Parte del problema de gobernabilidad que ha tenido el presidente obedece a que los partidos no se sienten representados en el gabinete. Aunque hay quienes dicen que ofrecerles ministerios es darles mermelada, la realidad es que llamar a las distintas fuerzas políticas a gobernar se hace en todas las democracias. Y bien manejado –sin clientelismo ni contratos– fortalece la posición política del Ejecutivo.

Una crisis ministerial le permitiría al gobierno tener más representación política y darle más oxígeno a su gobernabilidad.

A la hora de conformar un gabinete con representación partidista, el presidente tendría que darse la pela con algunos sectores del Centro Democrático que no ven con buenos ojos esa pretensión. Aunque el fuego amigo del furibismo se convertiría en un nuevo factor de tensión en el Gobierno, Duque debería medir qué es más conveniente para su mandato: si tener de su lado al Centro Democrático y al resto de los partidos mostrándole los dientes, o generar algunas molestias en la bancada de Gobierno y ampliar el abanico de apoyo político.

Para salir del desorden institucional generado en la última semana, el liderazgo que demuestre Iván Duque será un factor determinante. Si desea buscar una salida serena e institucional, tendrá que hacer caso omiso a los extremos, como la propuesta que hizo un sector del Centro Democrático de convocar a una asamblea nacional constituyente. Propuesta rápidamente descartada por el presidente, y que hubiera sido un salto al vacío.

La carta de la terna para la Fiscalía también es una oportunidad en dirección a que el presidente apacigüe un mundo político cargado de tigre y evite que la elección del próximo fiscal se convierta en una batalla épica, al mejor estilo de la serie Juego de tronos. Por eso, si la juega adecuadamente, con figuras intachables que generen confianza, la terna podría convertirse en la primera piedra de la calma política y la armonía entre las instituciones.

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No cabe duda de que la posición en la que está Iván Duque es poco envidiable y de que gobernar la Colombia de hoy es cosa seria. El presidente tendrá que desplegar su capacidad oratoria para conectarse con la mayoría de los colombianos, mostrar su talante para incluir nuevas fuerza políticas, y tener carácter para sortear los sectores radicales de la izquierda y la derecha, si quiere darle un nuevo impulso a su liderazgo y su gobierno. Y así, la clase política podrá enfocarse más en las problemáticas de la Colombia profunda y menos en las disputas de poder en Bogotá. 

El presidente del Senado, Ernesto Macías, y el senador José Obdulio Gaviria, dos alfiles del Centro Democrático, propusieron una asamblea nacional constituyente, que el Gobierno descartó rápidamente.