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El presidente Uribe concedió varias entrevistas en radio y en televisión (aquí con Álvaro García, de RCN) para retomar la iniciativa política. Esta semana recibió varias noticias positivas

La pelea es peleando

El gobierno salió bien librado del debate sobre los montajes y le ganó puntos a la oposición en otros frentes, pero el costo puede ser alto: se acentúa la polarización y se aleja la paz política.

14 de octubre de 2006

Desde la segunda posesión de Álvaro Uribe, el gobierno había estado a la defensiva. Las noticias preocupantes sobre el despelote de los partidos que lo apoyan, la parálisis del Congreso y la rapiña por las cuotas burocráticas lo tenían, como a los boxeadores en malos momentos, contra las cuerdas. La semana pasada reaccionó. Intentó un segundo aire y se defendió de una oposición envalentonada que creyó que lo tenía a tiro de enviarlo a la lona.
El presidente Uribe recibió con alivio varias noticias positivas. El proyecto más importante de la legislatura –la reforma de las transferencias del presupuesto nacional a los departamentos– fue aprobado en primer debate. El Presidente salió a los medios y cortó de tajo la confusión creada por distintas posiciones de miembros de su gobierno sobre el intercambio humanitario. De paso, en estas entrevistas hizo elogiosas afirmaciones sobre el senador Germán Vargas Lleras que amarran el apoyo de Cambio Radical a las iniciativas del gobierno.Y el Ministro de Defensa neutralizó la más fuerte andanada de la oposición liberal: el espinoso debate sobre los supuestos montajes de atentados en los que participaron militares activos.
Este último tenía un profundo significado. No era un episodio más de control político, sino la apuesta más valiosa de la oposición liberal. En primer lugar, por el tema: la posibilidad de comprobar que sí hubo falsos atentados. Y además, por la forma: los citantes buscaron montar un show con la participación de ‘Jessica’, la informante involucrada en los famosos ‘positivos’, y de dos oficiales del Ejército acusados por los mismos hechos. La combinación de gravedad y espectacularidad había generado expectativas de que la oposición trataría de rematar al acorralado gobierno.
Sin embargo, la movida no le salió bien al Partido Liberal. ‘Jessica’ no apareció. A los oficiales no los dejaron hablar. No hubo nuevas evidencias sobre la participación de militares en los montajes y, por el contrario, el fiscal general, Mario Iguarán, hizo una declaración en el sentido de que no tiene elementos para iniciar procesos formales de averiguación. El ministro Juan Manuel Santos adoptó una posición de combate ante la cual los voceros liberales –Cecilia López y Juan Manuel Galán, dos primíparos en el Senado– quedaron desconcertados. Ninguno de los dos tiene trayectoria en el campo penal y este debate exigía argumentos convincentes en este aspecto y mayor familiaridad con los procesos, términos y formas del código.
El epílogo fue más favorable para el gobierno. En lugar de nuevas pruebas, Santos metió la hipótesis de un ‘montaje de los montajes’, para poner en duda toda la historia. Y la discusión se desvió a asuntos de menor importancia: la inconveniencia de convocar a ‘Jessica’, el lenguaje utilizado, la calidad de las intervenciones, hasta la memoria de Luis Carlos Galán. Los asuntos de marca mayor, como los posibles enfrentamientos entre el Ejército y la Policía, las fallas en la política de pago de rescates a quienes logran ‘positivos’ falsos, o las exigencias que se les están haciendo a las Fuerzas Militares, pasaron a un segundo plano. La gran perdedora fue la opinión pública: la confusión se mantuvo y hasta aumentó. Pero Santos y el gobierno sortearon una prueba difícil.
El triunfo, sin embargo, tiene matices. No había terminado la contienda, cuando el procurador general, Edgardo Maya, anunció la apertura de una investigación formal contra tres coroneles, un mayor y dos capitanes del Ejército, involucrados en los supuestos montajes. Un baldado de agua fría, porque neutraliza los puntos ganados por Santos con el testimonio de Iguarán en el sentido de que no había pruebas. De paso, la protuberante diferencia de posiciones entre el Fiscal y el Procurador le da pie a la hipótesis de otro choque de trenes (adicional al de las Cortes) que le puede complicar la vida al gobierno.
La gran pregunta, ahora, es cómo serán las relaciones entre la oposición y el gobierno. Y sobre todo, entre el presidente Uribe y el Partido Liberal. Tras el debate, que había tenido lugar en la mañana en la comisión segunda del Senado –la de Defensa y Relaciones Internacionales–, los liberales se retiraron de la plenaria, en la tarde. Consideraron que fueron irrespetados por Santos y decidieron que lo ignorarán como interlocutor y se saldrán de todas las reuniones en las que esté presente. ¿Fue muy alto el costo de la victoria en el debate sobre los montajes?
Al Ministro de Defensa se le puede complicar el panorama. Su cartera, por definición, está llamada a actuar por encima de las pugnas partidistas. Si algún tema amerita consenso es el del combate contra los enemigos de la democracia y del Estado. Y Santos ha casado peleas a diestra y siniestra. Frente a la política interna, se ha batido como Ministro de guerra más que de defensa. En la campaña electoral acusó a Rafael Pardo de tener contactos con las Farc. Con Germán Vargas tuvo hace poco una pugnaz controversia en la que se cruzaron graves acusaciones que fueron desde un supuesto espionaje por parte de La U (partido de Santos) a Cambio Radical (partido de Vargas), hasta la renuncia por parte de este último a la escolta que le brinda el gobierno. Y más recientemente se enfrascó en una pelea con el senador Gustavo Petro, del Polo Democrático Alternativo. Santos hizo una alusión al pasado guerrillero de Petro y le dijo que sus ataques verbales de ahora contra el Ejército “eran más letales” que las balas de entonces.
Ahora volvió a puyar a los liberales. Como parte de su estrategia de desprestigiar el debate sobre los montajes, Santos acudió a la memoria de Alberto Lleras y Luis Carlos Galán. Un golpe a la mandíbula de Juan Manuel, hijo del líder inmolado y vocero de los rojos en la comisión segunda. El jab produjo una herida profunda. Tanto, que la semana pasada se alcanzaron a escuchar voces en favor de aplicarle a Santos una moción de censura. Una figura creada por la Constitución de 1991 que le permite al Congreso tumbar a un Ministro, pero que ha fracasado en todos los intentos de ponerla en práctica. Una eventual convergencia del Partido Liberal, el Polo y Cambio Radical –donde se localizan todos los blancos de las peleas de Santos– tampoco bastaría para alcanzar los votos exigidos por la ley para una moción de censura. Pero le harían pasar un mal rato.
La nueva estrategia política de Uribe, al menos la que se deduce de los hechos de la semana, consiste en fortalecer las relaciones con los amigos para enfrentar sin contemplaciones a los rivales. Esta semana apretó las tuercas de las alianzas con Cambio Radical y con el Partido Conservador, retomó la línea dura contra las Farc y desafió a los liberales. ¿Le funcionará? Hay varios escenarios. Que todo se reduzca a un rifirrafe pasajero es uno, aunque poco probable. Que se polaricen las relaciones entre el gobierno y la oposición, y suba la pugnacidad, es otro más factible, pero en el mediano plazo. Y que se intensifique la pelea entre el liberalismo y Juan Manuel Santos es una hipótesis casi segura. La pelea está casada. n