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Kapax, el legendario guardián de la selva, vive con su esposa en una casa de madera a orillas del río Amazonas. Este mes cumple 74 años, así que debe permanecer en aislamiento severo para evitar el contagio. | Foto: Daniel Padilla

PERSONAJE

Kapax está en la mala

El Tarzán colombiano ha sufrido como pocos los estragos del coronavirus en Amazonas. Se quedó sin trabajo, perdió un hijo y por su edad debe permanecer en aislamiento extremo.

13 de junio de 2020

Desde hace tres meses Alberto Lesmes Rojas, más conocido como el legendario Kapax, quedó desempleado y está pasando penurias por cuenta de la covid-19. El Tarzán colombiano vive en Leticia, donde el turismo lo era todo. Ganaba 3 millones de pesos mensuales como “asesor de imagen” del hotel Decameron Ticuna. No era un salario muy alto, pero suficiente para vivir tranquilamente en una casa a orillas del río Amazonas, a donde siempre ha pertenecido este héroe y guardián de la selva.

Leticia entró en crisis cuando el Gobierno nacional ordenó cerrar aeropuertos y fronteras. Desde entonces la esquina sur del país quedó aislada, pues a la capital de Amazonas solo es posible llegar por avión desde Bogotá, o por el río desde Brasil o Perú. Kapax trabajaba desde hace 15 años para el Decameron con la misión de recibir a los visitantes nacionales o extranjeros, ayudarles a instalarse, acompañarlos a un primer recorrido y tomarse fotos con ellos. Entretanto, les daba una charla sobre la preservación de los ríos y las características descomunales de la Amazonia. “Eso era todo lo que tenía. Desde marzo estoy sin trabajo. Ni siquiera me han llamado para preguntar: ¿se murió o no se murió?”, dice. 

Antes, cuando Kapax recibía a centenares de turistas, el momento cumbre llegaba cuando los llevaba a visitar la imponente estatua que la Policía de Leticia levantó en homenaje a él. Se trata de una gran efigie de bronce: allí se ve a Kapax sobre el tronco de un árbol con dos felinos salvajes a lado y lado, y una portentosa boa anaconda que le cuelga de los hombros. Esa serpiente ahora forma parte de la leyenda, pero en realidad existió. Se llamaba la Cantalicia, medía casi 5 metros y acompañó al héroe en sus presentaciones hasta hace seis años, momento en que se la decomisaron con el argumento de que el animal pertenecía al Estado.

Kapax es ícono de la escasa farándula salvaje desde 1976, cuando con 29 años cumplió la hazaña de nadar durante dos meses por el río Magdalena, desde Neiva hasta Barranquilla. No es un hombre, es un pez, se dijo. Y desde entonces el país lo conoce como Kapax, en alusión al pez capaz que abundaba en los ríos colombianos. Protagonizó tres películas sobre su vida y decenas de cómics lo proyectaron como un superhéroe descamisado cuya única arma es un cuchillo que siempre lleva al cinto. Cada vez que un presidente visita Leticia se toma una foto con él. Kapax, a pesar de los años, parecía de acero. Hasta que llegó el coronavirus.

El superhombre recibió el peor golpe hace un mes. Un hijo suyo, Washington Panuro, se contagió. Era taxista, tenía 57 años y vivía en Tabatinga, la población contigua a Leticia del lado brasileño. Al agravarse el paciente, lo trasladaron de urgencia a Manaos, a 1.110 kilómetros de distancia. Allá falleció y Kapax no pudo acompañar a su hijo en la agonía ni asistir a su sepelio. “Nada se pudo hacer. Tuve que quedarme acá en la casa, con mi esposa”, dice.

Kapax ha estado en duelo mientras las cifras de contagio en su departamento crecen como espuma. A mediados de mayo Amazonas tenía 924 contagiados, más del doble que ocho días antes, lo que arrojó la tasa de infección más alta del país con cerca de 100 enfermos por cada 10.000 habitantes. Al cierre de esta edición, Leticia registraba 2.075 contagiados. Como medida de choque las autoridades ordenaron toque de queda permanente y pico y cédula. Eso significa que cada día solo pueden salir las personas cuyo último dígito corresponda al indicado, de las seis de la mañana a las dos de la tarde. Fuera de ese horario nadie puede estar en la calle. 

Por si fuera poco, Kapax tiene 74 años, así que le aplica el aislamiento preventivo severo ordenado por el Gobierno nacional. Sin trabajo, con el corazón roto y confinado en el epicentro nacional del contagio, el Tarzán colombiano solo ha recibido del Estado un par de mercados que le enviaron las autoridades locales. El superhéroe nacional está de capa caída. “Esto ha sido muy duro, y sin turistas qué vamos a hacer. Ojalá regresen. Con buenas medidas para evitar el coronavirus, podrían volver para poder mostrarles las bellezas del Amazonas”, dice.