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Líderes sociales fueron blanco de amenazas y homicidios por parte del Clan del Golfo, organización liderada por Otoniel.
La población asegura que no era difícil saber quién donaba los detalles. Para ellos la presencia del Estado es nula y el único que se preocupaba por su bienestar era Otoniel. | Foto: getty images

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“Los niños ya no tendrán su Navidad”: Nueva Antioquia y su lamento por la captura de ‘Otoniel’

En fechas especiales como el Día de la Madre, la Navidad o las fiestas de San Isidro, el temido capo del narcotráfico estaba presente.

1 de noviembre de 2021

Mientras gran parte de Colombia celebra la caída de uno de los narcotraficantes más peligrosos en la historia reciente de Colombia, SEMANA conoció el dolor que se siente entre la comunidad de Nueva Antioquia. Solo 77 kilómetros separan a este corregimiento de Necoclí. Basta recorrer dos horas por carretera y se llega al lugar donde Dairo Úsuga, alias ‘Otoniel’, es considerado un guerrero del pueblo, que según muchos de sus pobladores “simplemente tenía una ideología diferente a la maquinaria del Estado”, pero que siempre veló por el bienestar de su comunidad.

En fechas especiales como el Día de la Madre, la Navidad o las fiestas de San Isidro, él estaba presente. “Llegaban camiones cargados de regalos y los hombres que traían el recado simplemente decían: es del jefe. No preguntábamos más porque ya sabíamos de quién se trataba”, dice una de las lideresas de la población, quien teme identificarse por temor a represalias de las autoridades de la zona.

Sin importar las creencias religiosas que se tengan, sus habitantes tienen gran afecto por este hombre que en muchas regiones, donde por él se derramó sangre, dejó dolor y abuso sexual infantil a su paso, por nombrar algunos de los argumentos que dio el Gobierno nacional al catalogarlo como objetivo de alto valor y peligrosidad.

El Día de la Madre enviaba, según ellos de sorpresa, un grupo musical, flores y muchos regalos, lo que generaba felicidad a Nueva Antioquia, pero aseguran que no tanta como cuando el recado eran útiles escolares y regalos para los niños. “No era cualquier regalo, eran patinetas de las buenas, carros eléctricos, bicicletas, no es como regalan carritos y muñecas de esas de que compran en los baratillos de todo a mil”, dicen indicando que lo que ‘Otoniel’ buscaba era que los niños que allí viven no sintieran que tienen menos oportunidades que los hijos de aquellos que crecieron en “la alta sociedad”.

La razón para que ‘Otoniel’ protegiera a esa población es porque allí nació y los primeros años de vida los pasó allí. De hecho, muchos de los viven en esta zona fueron compañeros de estudio y hablan de él como el amigo, aquel niño tímido, pero audaz.

Calmado, prudente pero muy receptivo, alguien que sabe escuchar”, así lo describen quienes lo conocieron en su juventud. Indican que, con el paso de los años, no lo volvieron a ver, pero sabían que él, desde donde estuviera, los protegía y bendecía con ayudas humanitarias.

En Nueva Antioquia aseguran que no era difícil saber quién donaba los detalles, pues para ellos la presencia del Estado es nula y el único que en realidad se preocupaba por el bienestar de los habitantes del lugar donde nació era ‘Otoniel’. Más de uno de los lugareños indica que las vías veredales fueron arregladas por él y es por allí por donde sacan los productos que mueven su economía como el plátano, el cacao, el maracuyá, la ganadería o la madera.

Es importante aclarar que en Nueva Antioquia aún viven familiares del capo. A él no solo le atribuyen los aportes materiales, sino que ejercía un control territorial que les daba seguridad. Ningún grupo criminal pisaba ese territorio.

“No sé qué es lo que dicen que hizo en otros lados, pero acá nunca pasó”, señalan y dicen que pese a todos los vejámenes de los que lo acusan en Nueva Antioquia, nadie vio nada irregular. “A las niñas del pueblos las respetaba”, comentan.

Y, paradójicamente, este hombre que construyó un emporio económico gracias al narcotráfico les brindaba ayuda a jóvenes que caían en la drogadicción. “Antes de permitir una limpieza social con homicidios, él apoyaba las segundas oportunidades y facilitaba ayudas para la rehabilitación”, dicen sobre el hombre.

Hay una mezcla de sentimientos en Nueva Antioquia, donde aceptan que muchas veces le oraron a Dios para que no lo capturaran. Las fiestas del pueblo en varias oportunidades se le ofrecían a San Isidro con la finalidad de que lo protegiera y el pasado 22 de octubre el silencio reinó en el corregimiento.

La tristeza hizo que ese día nadie quisiera pronunciar palabra. Sin embargo, a la vez hay gozo, gozo por saber que se le respetó la vida, porque al final muchos creían que el día en que ‘Otoniel’ cayera, ese día moriría.

“Si llegase a ser verdad lo que dicen las autoridades sobre los pasos que cogió Dairo, es por culpa de la falta de oportunidades que tienen los jóvenes en la región, y ellos buscan su manera de salir adelante”, son otras de las opiniones que retumban entre la comunidad antioqueña.

La gran mayoría se siente desamparada con la captura de ‘Otoniel’, temen que la delincuencia reine. “Además, los niños, a partir de este año, ya no tendrán su Navidad”, sentencian.

Sin duda, esta es una de esas historias insólitas que solo parecen ocurrir en Colombia. ‘Otoniel’ es un delincuente peligroso, un narcotraficante y un asesino, y tendrá que pagar por todo lo que hizo. El Estado tiene la obligación de llegar a esta comunidad y protegerla, enseñarle que siempre hay que estar del lado de la legalidad. Pero no con palabras, sino con hechos, ayudas, oportunidades, educación, salud y empleo. De lo contrario, los bandidos seguirán cosechando “amores”, que no merecen, a lo largo y ancho del país.