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MAS QUE PURA MECANICA

El nuevo gabinete del Presidente tiene implicaciones importantes en relación con la búsqueda de la paz

5 de septiembre de 1983

El nuevo gabinete ministerial nombrado la semana pasada desató una polémica de carácter político. Donde pareció concentrarse buena parte de la controversia fue en si el Presidente Betancur había dado un viraje en sus relaciones con el liberalismo. Una sorpresiva carta de renuncia del ministro de Gobierno, Rodrigo Escobar Navia, precipitó la crisis. En ella manifestába que "por no compartir importantes apreciaciones de destacadas figuras directivas del liberalismo legitimista... se sentía en la imposibilidad de seguir representando a la totalidad del Partido Liberal". De esta manera, la teoría de la colaboración a título personal y técnico de los ministros liberales con el actual gobierno había hecho crisis, al tiempo que la ola de especulaciones políticas sobre los cambios ministeriales se desbocaba.
Durante 24 horas no se habló de otra cosa en los corrillos políticos. En las cábalas, el único que aparecía como "fijo" era Jaime Castro para Gobierno. Su experiencia política y administrativa, unida al hecho de su vinculación con el oficialismo liberal y al de que su nombre despierta simpatías en diversas corrientes políticas, hacía pensar que era el más indicado para conciliar los ánimos políticos desde la cartera de Gobierno. A escasos dos días de que se conocieran las renuncias de los ministros, la crisis tuvo una solución relámpago. La expectativa era tal que un ejército de periodistas, camarógrafos y fotógrafos asediaba inquieto el Palacio de Nariño a la espera de la "chiva". Al caer la tarde, la expectativa tuvo un final sorpresivo, cuando en el umbral del Palacio apareció el portavoz oficial del gobierno, Fernando Barrero, y anunció los nombres de los nuevos ministros. El decreto contemplaba 8 nombramientos: 6 ministros nuevos y dos rotaciones. De estas últimas, una se había anticipado, el tránsito de Jaime Arias de Educación a Salud. La otra resultó desconcertante; Rodrigo Escobar pasaba de la cartera de gobierno a la de Educación. Teniendo en cuenta que oficialmente Escobar había renunciado irrevocablemente invocando falta de respaldo político, desencadenó una avalancha de comentarios adversos su aceptación de un ministerio de rango inferior en el mismo gobierno.
SEMANA se enteró de que inicialmente Escobar rechazó el ofrecimiento, pero que el Presidente de la República le insistió para que aceptara. En medio de la polémica, pasó inadvertido el hecho de que el Ministerio de Educación, que durante los últimos 5 años había estado en manos conservadoras, pasó de esta manera a riendas liberales.
Mientras en el portón de Palacio estallaban flashes y rodaban cámaras y grabadoras, a unos cuantos pasos, en los fríos pasillos del Congreso, la temperatura política subía aceleradamente al conocerse el contenido del decreto. La tensión de los políticos se centraba en saber quién era el nuevo titular de la cartera de Gobierno.
Cuatro días antes, el doctor Alfonso Gómez Gómez descendía anónimamente por la escalerilla del avión que lo traía de regreso de Pekín donde ocupaba, desde hacía cuatro meses, la Embajada de Colombia ante la China Popular. Muy pocos de quienes lo vieron caminar parsimoniosamente por El Dorado, enfundado en un arrugado gabán y un maletín de trabajo en su mano izquierda, sospecharon que frente a sus ojos desfilaba el futuro ministro de Gobierno. El nombramiento de Gómez Gómez, de 64 años y más de 25 dedicados al ejercicio político, fue un nombramiento sorpresa. A pesar de una brillante trayectoria regional (ha sido dos veces gobernador de Santander), ha sido discreta su figuración nacional. Si bien no fue rigurosamente consultada con las jerarquías liberales, su escogencia no podía ser mal vista por la clase política, puesto que se trata de uno de sus más genuinos exponentes. En el liberalismo Gómez Gómez es un gran elector y sus 80.000 votos en Santander lo ubican dentro del exclusivo Club de los "barones" de la política.
Si políticamente la expectativa había sido grande, no era menor en los otros sectores de la vida nacional. Parecía existir un consenso en la opinión en el sentido de que la gestión de Jaime Pinzón López como ministro de Trabajo había sido acertada. Por eso su relevo no dejó de ser una sorpresa. En su reemplazo llegaba Guillermo Alberto González Mosquera, un caucano que, a pesar de su juventud, ha tenido una meteórica carrera pública en la cual figuran cargos como el de Director Nacional de Acción Comunal, viceministro de Educación, rector de la Universidad del Cauca, Alcalde de Popayán, gerente de la Caja Agraria y Presidente del Banco del Estado. Si bien no se discute su trayectoria, el Presidente del Directorio Nacional Conservador, Ignacio Valencia, ha criticado del nuevo ministro de Trabajo el cordón umbilical que políticamente lo une a su coterráneo Víctor Mosquera Chaux, y ha dicho que espera que González Mosquera sea un ministro del Presidente Betancur y no del ex presidente caucano.
Otro ministro que contaba con buena calificación, especialmente dentro de los gremios económicos, era el de Agricultura, Roberto Junguito, cuya gestión fue considerada como seria y discreta. Su sucesor, Gustavo Castro Guerrero, que por más de ocho años ocupó la presidencia del Banco Ganadero, es considerado como conocedor de los problemas agrarios y, concretamente, un experto en asuntos ganaderos y algodoneros.
De Planeación Nacional, el ingeniero Hernán Belti pasó al ministerio de Obras, mientras que al de Desarrollo llegó el ex ministro y senador conservador alvarista Rodrigo Marín Bernal, considerado como ministro "estrella" en la administración Turbay.
Si bien el nombramiento de Rodrigo Lara Bonilla se venía rumorando con insistencia, no dejó de impactar por sus características políticas. Se trata del ingreso oficial del Nuevo Liberalismo al gobierno en la persona de uno de sus máximos dirigentes, un combativo huilense de sobresaliente carrera parlamentaria.
Una cosa quedó clara: con este gabinete las relaciones entre el gobierno y el liberalismo no serán las mismas. La indiscutible procedencia política del ministro de Gobierno, así como la inequívoca filiación al sector oficialista de los demás ministros liberales, exceptuando a Rodrigo Lara, constituyen un claro viraje del manejo político. Aunque recién conocidos los nombramientos hubo voces aisladas como la del ex canciller Carlos Lemos, que calificaban a los nuevos funcionarios como "ministros de Belisario Betancur y no del Partido Liberal", la Comisión Política Central después de un acalorado debate, terminó autorizando la posesión de los ministros y reconocienda su representatividad política, no sin aclarar que una junta de parlamentarios, ya convocada, será finalmente la encargada de dar por muerta la etapa de la colaboración personal y técnica y de revivir la era de la colaboración política.
Las críticas más acerbas al nuevo gabinete se escucharon por parte del senador Luis Carlos Galán quien, a pesar de tener un ministro a bordo, dijo que "el gobierno ha dado dos o tres pasos adelante y como cuatro o cinco atrás con el nuevo gabinete". "El Espectador", a su vez, calificó la decisión presidencial como "un paso atrás", agregando que "no es un acierto político el que se ha registrado".
En general, los presidentes han nombrado sus ministros sin consultar oficialmente a las jerarquías del otro partido, lo que no ha impedido el entendimiento entre el Presidente y los partidos tradicionales, que han acabado por aceptar el procedimiento de que sean escogidos sus representantes, siempre y cuando sean de directa raigambre partidista. Hace un año el panorama era otro. Para la clase política liberal, varios de los ministros eran unos ilustres desconocidos, y el debate político no se dejó esperar alrededor de la interpretación que el Presidente le había dado al artículo 120 de la Constitución. Este debate desembocó en lo que se denominó la "colaboración personal y técnica" sin responsabilidad política por parte del liberalismo. Culminado el primer año de gobierno y posesionados ya los nuevos ministros, el Presidente parece estar acercándose a una interpretación más tradicional del artículo 120.
Por la paz
Un aspecto no mencionado pero que tiene una gran importancia en relación con el actual gabinete es el de la paz.
SEMANA se ha enterado de que el Presidente de la República le dio tanto peso a este factor como al de mecánica política en la escogencia de los nuevos nombres. Alfonso Gómez Gómez, el ministro de Gobierno, ha tenido contactos con los grupos alzados en armas que han venido operando en su departamento, más concretamente con las FARC, el ELN y el M-19. Rodrigo Lara representa las regiones del Huila y el Caquetá, lugares álgidos del conflicto armado y además es identificado con la causa de los Derechos Humanos. Guillermo Alberto González jugó un papel importante en la Comisión de Paz del gobierno anterior, presidida por Carlos Lleras. Gustavo Castro Guerrero, compañero de infancia de Bateman, ha tenido contactos con personas vinculadas a movimientos alzados en armas. Desde el Banco Ganadero se proponía crear una comuna de desarrollo ganadero para ser manejada por los amnistiados. Por último, la permanencia de Rodrigo Escobar simboliza la continuidad en el gabinete del espíritu de apertura democrática que ha caracterizado hasta ahora a la administración de Betancur.
Si a lo anterior se suma el debilitamiento que ha sufrido la línea dura del militarismo como consecuencia de los últimos cambios en los mandos militares, se puede llegar a la conclusión de que el denominado viraje que tuvo lugar la semana pasada va mucho más alla de aspectos relacionados con el engranaje bipartidista y demuestra más bien que el Presidente de la República está aún lejos de considerar que ha llegado el momento de abandonar la causa de la paz que se inició con la ley de amnistía.--