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Noemí: un viraje

6 de agosto de 2001, 12:00 a. m.

El lanzamiento de la candidatura de Noemí Sanín este martes en Cartagena coincide con un viraje en su estrategia. Tradicionalmente en Colombia los candidatos conservadores, para tener posibilidad de ganar, negaban su origen azul y disfrazaban su candidatura de “nacional”. Así lo hicieron Belisario Betancur y Andrés Pastrana. La diferencia entre ellos y Noemí es que, a pesar de negar su origen por razones de imagen, consideraban indispensable contar con la maquinaria conservadora para triunfar. La fórmula para justificar esta incoherencia era presentar la adhesión del partido como un respaldo a una candidatura independiente.

Este mecanismo funcionó en dos ocasiones y la gran votación de Noemí en 1998 permitía pronosticar que el experimento se iba a repetir en 2002. Sin embargo la candidata cambió el libreto. Entusiasmada con los 2.800.000 votos que obtuvo contra Serpa y Pastrana decidió que su candidatura no iba a ser independiente en términos nominales sino reales. Teniendo en cuenta que la mayoría del electorado se considera independiente y antipartidista los asesores de Noemí llegaron a la conclusión de que había llegado el momento de romper con el pasado y derrotar al bipartidismo.

Esa apuesta no resultó. El voto independiente en las principales ciudades ha derrotado a las maquinarias. Sin embargo a nivel nacional todavía no es posible. Los problemas logísticos de llevar a la gente a votar en los pueblos y en las zonas rurales no son solucionables sin una organización política. El tono independiente de Noemí contra los partidos espantó a muchos parlamentarios que la hubieran apoyado. Noemí se fue aislando más y más de la clase política, la cual comenzó a repartirse entre Serpa y Uribe.

No menos problemas tenía el Partido Conservador. Después del fracaso de la precandidatura de Augusto Ramírez la colectividad comenzó a desintegrarse y las tropas comenzaron a pedir pista en las candidaturas liberales. La situación llegó a un punto en el cual surgieron preocupaciones sobre la propia supervivencia del partido. Un partido histórico puede sobrevivir a una derrota en la segunda vuelta. Pero si no clasifica para esta segunda vuelta puede dejar de existir.

Esa pesadilla tomaba cuerpo cada día que aumentaba la posibilidad de un mano a mano entre Serpa y Uribe. Esto llevó a que tanto Noemí como un sector del Partido Conservador aterrizaran en la realidad. Sólo había una alternativa: volver a la fórmula tradicional de un apoyo oficial del partido en la convención a una candidatura independiente. Ello implicaba que cada una de las partes tuviera que tragarse un poco sus palabras anteriores.

Aun así la cosa no era fácil. Fabio Valencia en buena medida controlaría la convención y el partido se polarizaba por cuenta de esto. Un grupo de convencionistas, que incluía a Roberto Camacho, Jaime Arias y Luis Alfredo Ramos, y varios parlamentarios estaban dispuestos a montar una convención disidente para apoyar a Noemí. Valencia Cossio se les adelantó y neutralizó la rebelión, liderando él mismo el movimiento pro-Noemí. Ante esto ya no tiene sentido ninguna disidencia, fuera de la de Luis Alfredo Ramos quien, por razones de política antioqueña, nunca va a estar del mismo lado de Fabio Valencia.

Así las cosas, cuando haya una convención conservadora, es de esperarse que haya algún pronunciamiento a favor de Noemí. No va a ser mayoritario pues por lo menos la mitad de la bancada azul va a acabar en las toldas rojas.

Pero un 40 o un 50 por ciento de un partido tradicional es mucho en el mundo de las realidades políticas. Con estas movidas de ajedrez se crean nuevos interrogantes políticos. Lo único que es seguro es que Serpa pasará a la segunda vuelta. Lo que no se sabe es contra quién.



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