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El gobierno y la guerrilla reanudaron el jueves en La Habana las negociaciones en busca de un cese al fuego bilateral antes de las elecciones presidenciales del 27 de mayo.

PROCESO DE PAZ

La Habana, el último envión de la paz con el ELN

Esta guerrilla y el gobierno se la juegan por hacer irreversible la negociación. Sin embargo, se requiere un cambio drástico de la velocidad y esta vez ponen a prueba su voluntad política.

12 de mayo de 2018

El reloj de la paz con el ELN está marchando. Faltan menos de 15 días para que termine el quinto ciclo y los negociadores en Cuba trabajan en desenredar tres temas pendientes desde que arrancó la fase pública: un cese al fuego bilateral robusto, un modelo de participación de la sociedad claro y un acuerdo marco que garantice la continuidad de los encuentros.

Con el plazo impuesto por la salida del propio presidente Juan Manuel Santos, el gobierno y la guerrilla se disponen a dejar la negociación en un punto de no retorno para el nuevo inquilino de la Casa de Nariño. Aunque el anuncio se proyecta a la vuelta de la esquina, la Mesa tendrá que desprenderse del ritmo paquidérmico que la caracteriza, mientras intenta maniobrar con el calendario de la paz, que se aprieta cada vez más.

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Lo dijo el presidente Santos en Alemania la semana pasada: “Estamos haciendo los esfuerzos necesarios para avanzar con el ELN y ojalá podamos negociar un acuerdo para que el próximo gobierno termine ese propósito”. Como un baldado de agua fría les cayó al gobierno y el ELN la decisión de Ecuador de dejar de servir de país anfitrión, después de que se recrudeció la violencia, y la disidencia de alias Guacho asesinó a tres periodistas en la frontera.

Sin embargo, terminó por precipitar una cascada de noticias que oxigenó lo que venía pasando. La nueva sede tiene experiencia en el tema, está estrictamente alineada con los acuerdos de confidencialidad y los elenos se sienten seguros. A la hora de definir dónde se reinstalaría el quinto ciclo, también pesó que el país sede no tuviera tratado de extradición con Estados Unidos. Tras el ruido que provocó la captura del ex jefe guerrillero Jesús Santrich, los únicos que cumplían con el requisito eran Cuba, Noruega y Venezuela.

Pero los elenos no la tienen fácil. En la isla no cayó en gracia que ellos calificaran como “fallido” el acuerdo entre el gobierno y las Farc en la edición 615 de su revista Insurrección. Pero como la vida da tantas vueltas, Gabino y sus hombres se trasladaron de nuevo al mismo punto donde alguna vez se plantó la semilla de su movimiento armado. Medio siglo después de infructuosos intentos con Ernesto Samper y Álvaro Uribe Vélez, se sientan de nuevo en la isla en busca de una salida negociada.

Desde que se anunció que la Mesa intentará convenir un cese al fuego bilateral con más músculo, las críticas no han parado. No solo por las recientes denuncias de la Fiscalía que apuntan a que uno de sus brazos armados estaría adoctrinando menores de edad en un colegio del sur de Bogotá, sino por la disputa por el control territorial que los guerrilleros libran a sangre y fuego en zonas como el Catatumbo y Tumaco, donde difícilmente la fórmula surtirá efecto. Ahora bien, en regiones donde no se ha recrudecido tanto la violencia por culpa del narcotráfico, una tregua milimétricamente diseñada terminará por devolver la calma antes de la primera vuelta presidencial.

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La propuesta es clave si se tiene en cuenta que en la última contienda la participación política aumentó en los 10 departamentos históricamente afectados por el conflicto, donde votaron 817.045 electores más que en 2014. Se establecieron 9.709 puestos de votación adicionales y por fortuna ninguno tuvo que ser trasladado por motivos de seguridad. Contrario al mantra que durante seis años acompañó la negociación en la isla, lo que pasa en los territorios marca el ritmo y tiene serios efectos en la Mesa.

Hay preguntas inquietantes cuya respuesta depende de la decisión estratégica con la que las partes encaren este momento crucial. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar antes de las elecciones? ¿Entiende el ELN la importancia de los tiempos y las tensiones de la política? Y el gobierno, en sus afugias electorales, ¿tiene cómo jugarse unas últimas cartas por la paz?

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Todo esto, probablemente, se sabrá días antes de que se definan los nombres de los dos candidatos que pasan a segunda vuelta. En ese momento, se podrá medir hasta dónde el ELN entiende que a la paz le queda una ventana de oportunidad ligada a la política interna, y qué tan dispuesto está el gobierno a cambiar el reflejo proyectado en el espejo de la implementación del acuerdo con las Farc.