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Rumba capitalina: es hora ya de acostarse

Ampliar su horario en Bogotá hasta las cinco de la mañana beneficiaría a bares y a discotecas, pero se corre el riesgo de que aumenten las muertes violentas y los accidentes de tránsito.

28 de abril de 2012

Para el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, "la parranda es pa' amanecé'", como dice la canción del Binomio de Oro, pues propuso ampliar hasta las cinco de la mañana el horario de la rumba capitalina. Así, el anhelo de que la capital imite a metrópolis como Nueva York, Londres o Ámsterdam, donde no hay restricción de los horarios en los establecimientos de entretenimiento nocturno, se convertiría en realidad. No obstante, la parranda sin límite entraña un riesgo enorme: que la ciudad que ostenta una de las tasas de homicidio urbano más baja del país (22 por cada 100.000 habitantes) retroceda en materia de seguridad.

El gobierno distrital anunció que la implementación de la medida arrancaba con un plan piloto cuyo primer paso es el monitoreo del comportamiento de los rumbeaderos, en la llamada zona rosa, entre las calles 82 y 85 y las carreras 11 y 15, al norte de la capital. El propósito es identificar las necesidades de seguridad durante la noche y así crear un protocolo y fijar compromisos entre los comerciantes y la Policía Metropolitana. Gradualmente se ampliarían los horarios y después se extendería el permiso para farrear hasta la madrugada a otras áreas de la ciudad. En términos prácticos, sería el fin de la restricción conocida como la Ley Zanahoria.

Más allá de las preferencias individuales, el debate de fondo que plantea la propuesta es si Bogotá ya alcanzó el grado de madurez social para que expendios de alcohol y establecimientos nocturnos funcionen toda la noche. Para responder a esa pregunta hay que tener en cuenta la historia y las estadísticas. Desde 1995, la Ley Zanahoria ha sido una de las medidas insignias de la seguridad en la ciudad con réplicas por todo el país. Ante el desbordado número de accidentes y de muertes violentas que se presentaban en las horas de la madrugada, el alcalde Antanas Mockus prohibió la venta y consumo de alcohol después de la medianoche.

En 1998, bajo la administración de Enrique Peñalosa, el Distrito amplió el horario de la rumba hasta la una de la mñana, pero dos meses después reversó la medida ante el aumento de los indicadores. A mediados de 2002 fue el mismo Mockus, durante su segundo mandato y en línea con su tradición pedagógica, quien decidió correr la restricción hasta las tres de la madrugada, después de que la ciudad pasó un periodo de prueba.

Los resultados de la Ley Zanahoria, junto al resto del paquete contra los homicidios, fueron exitosos. El número de muertes por accidentes de tránsito pasó de 1.387 en el año 1995, a 560 en el año 2011. Así mismo, la tasa de homicidios pasó de 80 personas por cada 100.000 habitantes, en el año 1993, a 22 en el último año. Si bien los avances no se deben única y exclusivamente a la restricción, su contribución no se puede desconocer.

Sin embargo, a pesar de la disminución en las estadísticas, la mezcla de alcohol con gasolina sigue produciendo víctimas fatales en la capital. En los últimos meses el país ha debatido acerca del endurecimiento de los castigos penales y la disminución de atenuantes a los conductores que, en estado de ebriedad, protagonicen incidentes trágicos. Las muertes violentas también continúan presentándose en la noche bogotana. Un ejemplo es el caso de Camilo López, un estudiante de Arquitectura de Los Andes, que perdió un ojo y parte de la movilidad de una pierna en una pelea en un conocido bar de la zona rosa de Bogotá. Precisamente, el área de la prueba piloto de la Alcaldía. La tarea no está completa.

Para quienes respaldan la rumba hasta el amanecer, la economía del entretenimiento se beneficiaría de una ciudad despierta toda la noche. Igualmente, un gobierno de izquierda como el de Petro se siente más cómodo ampliando horarios que limitándolos. La pregunta que deberían hacerse los bogotanos es si vale la pena arriesgar las ganancias incompletas en estos indicadores de convivencia ciudadana a cambio de dos horas adicionales de bares y discotecas abiertos. Una de las grandes lecciones que dejó la cultura ciudadana mockusiana en Bogotá es la del respeto por la vida como un objetivo primordial de la política pública. Es momento de recordarla.