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¿Se entregará?

SEMANA estableció que Carlos Castaño no negoció con Estados Unidos. Por esto su entrega no es tan segura.

30 de septiembre de 2002

A Carlos Castaño la solicitud de extradición lo cogió por sorpresa. Cuando hace tres semanas esta revista publicó un 'Confidencial', en el cual anticipaba la noticia, ésta cayó como una bomba en el seno de las autodefensas. Por esos mismos días se efectuaba cerca de Mariquita (Tolima) una cumbre que buscaba la reunificación del movimiento paramilitar bajo la égida de Castaño. Este, entre indignado y desconcertado, sintió que la noticia podía poner en peligro este nuevo esfuerzo por sellar la unión de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que venían en un creciente proceso de resquebrajamiento. Dos días después de la publicación del 'Confidencial' el jefe de las AUC anunció, en una entrevista a la agencia Reuters, que de ser cierta la petición de extradición él se entregaría a la justicia de Estados Unidos. Desde entonces, y hasta que se hizo oficial el pedido, no han parado los chismes y las elucubraciones sobre lo que habría detrás de la movida de los gringos. Para la mayoría de los colombianos había gato encerrado. Y había razones para pensarlo.

Las sospechas crecieron a raíz de la rapidez con la que Castaño respondió en una carta abierta la petición de los norteamericanos. El lunes 23, en horas de la mañana, John Ashcroft, fiscal general estadounidense, anunció en una rueda de prensa en Washington que "Estados Unidos ha solicitado la extradición de estas tres personas (Castaño, Salvatore Mancuso y Juan Carlos Sierra Ramírez) de la República de Colombia, uno de nuestros socios más cercanos en el fortalecimiento de la ley". No pasaron cuatro horas cuando, desde las serranías de Córdoba, Castaño envió una carta pública a la embajadora de Estados Unidos en Bogotá, Anne Patterson, en la que anunció su próxima entrega a las autoridades de ese país. "Señora embajadora, haré los ajustes pertinentes dentro de mis obligaciones profesionales y mi vida familiar para proceder a tramitar ante usted mi sometimiento voluntario a la justicia de Estados Unidos. Ruego a Dios me ayude a demostrar mi más grande verdad en cuanto una vida limpia de vínculos con un narcotráfico que he combatido", escribió Castaño en uno de sus apartes.

¿Por qué esa súbita disposición a entregarse cuando su destino puede ser el de un Carlos Lehder, que está confinado por 55 años en una prisión federal estadounidense y sólo ve la luz del sol 45 minutos a la semana? No era entonces ilógico que la opinión pública pensara en que este era el epílogo de alguna negociación clandestina con los norteamericanos.

De hecho, desde comienzos de 2000, habían comenzado a salir notas de prensa que revelaban acercamientos entre paramilitares, narcotraficantes y la DEA. El 10 de agosto de ese mismo año, en entrevista con Claudia Gurisatti, de RCN Televisión, Castaño sugirió que lo mejor para los narcotraficantes era negociar con la DEA. El tema siguió cocinándose por debajo de cuerda y, en abril de 2001, el diario El Tiempo reveló que el jefe de las AUC estaba liderando la entrega de 70 narcotraficantes colombianos a la justicia de Estados Unidos a través de la DEA. Aunque las autoridades de ese país negaron la noticia oficialmente sí se estaban desarrollado conversaciones y Castaño había logrado convencer a varios capos de negociar delaciones a cambio de arreglar sus cuentas con la justicia estadounidense.

Todos estos antecedentes, y el hecho de que varios habitantes de Montería vieran una aeronave de la DEA estacionada en el aeropuerto de la capital cordobesa durante varios días de la semana pasada, terminaba de armar un cuadro perfecto que confirmaba que Castaño tenía todo arreglado con Washington. Pero no todo era como aparentaba.

Futuro negro

La primera puntada de que la cosa no iba a ser tan fácil la dio Ashcroft en Washington cuando sentenció: "Ellos enfrentarán sentencias de hasta cadena perpetua si son condenados por todos los cargos". Veinticuatro horas después el presidente George W. Bush -acompañado por Alvaro Uribe y sus ministros en la cálida Oficina Oval- lanzó otra frase que dejó en evidencia que la situación de Castaño era más complicada de lo que se especulaba en Bogotá: "Tomó la decisión de ser terrorista y nosotros tomamos la decisión de que pague por ello".

Es cierto que Bush les estaba hablando a sus opositores internos, cobrando un trofeo en su cruzada antiterrorista. También lo es que el anuncio de Ashcroft era una movida cuidadosamente calculada para que coincidiera con la visita de Uribe a Washington y le ayudara a despejar los fantasmas que aún lo persiguen por sus supuestas simpatías con el paramilitarismo. Pero más allá de la intención política de estas declaraciones lo realmente importante es el calibre de las acusaciones judiciales contra Castaño y sus lugartenientes.

De comprobarse los cargos en su contra Castaño podría pasar el resto de sus días en la cárcel. Los tres acusados afrontan cinco cargos por traficar más de 17 toneladas de cocaína desde 1997. A Castaño lo acusan de controlar y proteger la producción y distribución de cocaína en las zonas controladas por las AUC, de proteger laboratorios y establecer la calidad y precios de la cocaína. Así mismo los acusan de usar la violencia, la fuerza y la intimidación para mantener el control sobre las actividades relacionadas con el tráfico de drogas (ver recuadro).

Para construir el acervo probatorio de estas acusaciones las autoridades estadounidenses investigaron durante año y medio y, en enero de este año, le entregaron los expedientes a un gran jurado, que los evaluó y produjo el famoso indictment, base para la solicitud de extradición. En esas investigaciones fueron clave los testimonios de dos personas: el piloto Carlos Nicolás González, que estuvo en el programa de protección de testigos de la Fiscalía y fue asesinado a comienzos de este año; y Nicolás Vergonzoli, reconocido por el propio Castaño como un narcotraficante que estaba sirviéndole de puente en sus negociaciones con el gobierno estadounidense y quien se entregó a la justicia de ese país el año pasado. El piloto aseguró haber trabajado con Castaño y dio a conocer detalles de reuniones en las que se coordinaban embarques, reveló algunas de sus rutas de tráfico y los nombres de algunos de sus socios. Vergonzoli también conocía los pormenores del negocio y su conexión con las autodefensas.

Con toda esta munición probatoria, y en una atmósfera maniqueísta en la que el Tío Sam persigue 'osamas' en todo el planeta, las perspectivas del jefe paramilitar bien pueden pasar de castaño a oscuro. En un eventual juicio en Estados Unidos, donde saldría a flote el modus operandi de los paramilitares, será muy difícil trazar la línea entre narcotráfico y terrorismo, aun si a Castaño sólo lo pueden juzgar por los delitos de narcotráfico que se le imputan en el indictment. No en vano Ashcroft dijo, refiriéndose al caso contra Castaño: "Cómo nos recuerda la acusación de hoy, la falta de ley que alimenta el terrorismo también es un terreno fértil para el narcotráfico que, a su vez, también alimenta el terrorismo".

¿Si el futuro de Castaño pinta tan negro, por qué entonces su anuncio precipitado de entregarse?

Las divisiones

Pocos colombianos se pueden imaginar que Castaño, quizás el hombre más protegido de Colombia, tema por su vida. Y sólo una cosa puede poner a temblar a un hombre que tiene un ejército de 8.000 hombres y que controla territorios enteros en el país: el narcotráfico. La gran paradoja es que el narcotráfico, el aliado que le permitió escalar hasta llegar a la cúspide del poder y del terror, se haya convertido hoy en su peor pesadilla.

Las investigaciones de la DEA contra Castaño se iniciaron hace dos años y puede no ser casualidad que por esa misma época el jefe de la AUC comenzara a tratar de ganar indulgencias con Estados Unidos. Quiso demostrar que con su aparato militar y su liderazgo podía llevar a los principales narcotraficantes colombianos a entregarse a ese país. Esa circunstancia le daba un enorme poder de interlocución con Washington, que nunca ha escondido el maquiavelismo en su política exterior con tal de lograr sus objetivos (basta ver su pacto con los paramilitares de la Alianza Norte en Afganistán para derrocar el régimen Talibán).

Después de muchos ires y venires, en Semana Santa de este año, Carlos Castaño logró que un grupo de narcotraficantes y lavadores de dólares firmaran un acuerdo conjunto con la intención de negociar una rebaja de penas con las cortes gringas a cambio de desmantelar laboratorios y reducir el tráfico de drogas. Pero la cosa no salió como Castaño quería.

Algunos de los más grandes capos del país, como Diego Montoya, los mellizos Mejía y 'Macaco', entre otros, no quisieron firmar porque no vieron las suficientes garantías. Castaño insistió, y no sólo por las buenas. Desde ese momento los narcos disidentes pusieron al jefe de las autodefensas entre ojos. Y cuando a Víctor Patiño -otro disidente del cartel del norte del Valle- lo pidieron en extradición, cosa que en el submundo de los narcos no se esperaba, cundió la desconfianza y se acabaron las relaciones entre Castaño y varios de los narcotraficantes.

Pero Castaño no sólo tiene una pelea casada con algunos poderosos narcos sino también con jefes de las mismas autodefensas que él lidera. En febrero se enfrentó a sangre y fuego contra el comandante paramilitar de la Sierra Nevada de Santa Marta, Hernán Giraldo, en una guerra que dejó 70 muertos. De un tiempo para acá Castaño ha 'echado al agua' a varios de sus integrantes, lo cual le ha generado muchas resistencias internas. En junio denunció públicamente que varios jefes paramilitares ('Rafa', del Putumayo; 'El Montañés', del sur de Bolívar, y 'Ernesto Báez', jefe nacional) tenían vínculos directos con narcotraficantes y se negaban a abandonar el negocio. El último episodio en esta cadena de denuncias fue cuando Castaño reveló que al empresario venezolano Richard Boulton lo tenía secuestrado el comandante '101' del Casanare. Si bien estas denuncias públicas posicionaban a Carlos Castaño ante la opinión como 'el rectificador' de su grupo armado, hacia adentro de las autodefensas era visto con más desconfianza en un mundo en el que todos tienen rabo de paja y mucho que esconder.

Estas y otras diferencias entre Castaño y algunos de sus antiguos aliados es justamente lo que hace que Castaño tema por su vida y la de su familia. Más aún cuando se sabe que en una eventual entrega a la justicia estadounidense sólo conseguirá una rebaja de penas considerable si entrega valiosa información que conduzca a la captura de grandes narcotraficantes o terroristas.

Castaño se encuentra en una encrucijada. A pesar de que todavía cuenta con un gran respaldo militar de las autodefensas de Córdoba y Urabá, quedarse en Colombia implica un gran riesgo, no sólo para su proyecto paramilitar nacional, que está debilitado, sino para su propia seguridad personal y la de su grupo. Si, por el contrario, decide entregarse a Estados Unidos, se enfrenta a una justicia norteamericana endurecida contra terroristas y narcotraficantes. Esto es algo de lo que están muy conscientes algunos de sus hombres más cercanos. Prueba de ello es que apenas se conoció el anuncio de la extradición, el inspector general de las AUC, 'don Berna,' el tercer hombre en importancia en esa organización, salió de la zona con sus hombres.

¿Y las AUC?

Si Carlos Castaño va a dar a la justicia de Estados Unidos la idea de un proyecto nacional paramilitar contra las Farc queda enterrado. "Se acabaría la estructura nacional de las AUC y cada grupo se enquistaría con las oligarquías locales para proteger sus intereses", dijo un analista.

Con una hábil estrategia mediática, que incluyó extensas entrevistas televisadas, un libro best seller, permanentes declaraciones radiales y una sofisticada página de Internet que publicaba sus editoriales casi a diario, Castaño les había dado a los diferentes grupos paramilitares del país una vocería nacional como proyecto político. Esta estrategia funcionó y les dio la impresión a los colombianos de que las AUC eran un sólido movimiento, tan estructurado y vertical como el de sus acérrimos enemigos, las Farc. Esta conquista de los medios le permitió a Castaño llegarles a las masas con un discurso que aparecía coherente, franco y directo que lo erigió como un defensor de una clase media desprotegida frente a los atropellos de la guerrilla y la inexistencia del Estado. Lo que muchos colombianos no querían ver detrás de esa equivocada imagen de Robin Hood posmorderno era la estela de sangre, terror y desplazamiento que acumulaba a medida que calaba su discurso mediático.

Dada esta proyección nacional, si Castaño sale de escena distintos jefes paramilitares quedarían mandando en sus regiones, con intereses más económicos y delincuenciales que políticos. "Serían pandillas grandes, cuya lucha contrainsurgente sería secundaria a la de mantener una buena relación hombre-fusil en la comisión de los delitos, sean éstos robo de gasolina, narcotráfico o secuestro", dijo una persona que ha sido cercana a las autodefensas. Es decir, que con menos discurso e igual barbarie, los paramilitares seguirían actuando en la medida en que el Estado no logre mayor eficacia en la lucha contra la guerrilla y la delincuencia.

Si Castaño no se entrega el cambio militar no sería muy grande. Las AUC están de todos modos resquebrajadas como grupo ilegal en armas debido a la penetración y corrupción del narcotráfico. No obstante, en el terreno político sí habría una gran diferencia. Castaño encarna la dimensión política del aparato militar de las autodefensas y ante una eventual negociación de paz que los incluya el único que simbólicamente tendría una vocería nacional sería él.

Es claro que cualquier tipo de proceso de paz está todavía muy lejano. Más aun cuando el gobierno ha anunciado que tiene entre sus planes implantar la extradición por la vía administrativa. Esto implicaría que si alguien es capturado y está pedido en extradición lo pueden poner en un avión en 24 horas rumbo a Miami sin ningún recurso ante la Corte Suprema o ante alguna otra instancia. Esto, por supuesto, no sólo cobijaría a Castaño sino a la cúpula de las Farc que, según el ministro del Interior y Justicia, Fernando Londoño, serán pedidas próximamente por Estados Unidos. ¿Castaño o 'Marulanda' o 'Jojoy' se van a sentar en una mesa de diálogo con la espada de la extradición sobre sus cabezas?

No deja de tener un sabor amargo que Colombia entregue a Carlos Castaño, acusado de ser el autor de decenas de masacres, condenado o acusado en Colombia de magnicidio, asesinatos, secuestros, entre otros delitos, para que sea juzgado en Estados Unidos por unos delitos menos graves. El mayor daño que ha hecho Castaño no es el narcotráfico, ni lo ha hecho en el exterior. Es en Colombia y a los colombianos.

En resumidas cuentas, Castaño está en una situación bastante delicada. Lo persiguen la justicia colombiana, las autoridades policiales, las Farc, facciones del narcotráfico e inclusive hasta algunos comandantes de las autodefensas. En Estados Unidos lo esperan cargos graves y una justicia severa. No le será fácil resolver el dilema.