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Se presume inocente

Las investigaciones apuntan a que no hubo atentado contra el periodista Raúl Benoit y que el agente Molina no es un sicario.

26 de marzo de 2001

Los habitantes del barrio Terrón Colorado no salían de su asombro. En la mañana del 15 de febrero habían visto al agente de la Policía Carlos Emilio Molina visitando el Colegio José Holguín Garcés, ubicado en este mismo sector del occidente de Cali. Allí coordinaba con el profesor de educación física la organización de un campeonato de fútbol intercomunas. Durante el resto de la mañana se le vio subiendo por las empinadas calles del barrio en compañía de uno de los auxiliares bajo su mando. “Hacíamos lo de siempre: hablar con la gente y adelantar el trabajo comunitario que teníamos asignado. Quedamos de vernos después del almuerzo para proseguir con las labores pendientes”, dijo a SEMANA José Ricardo Buitrón, su compañero de jornada.

Sin embargo, unas horas más tarde circulaba la noticia de que el agente Molina era un sicario y que estaba involucrado en un atentado contra el periodista de Univisión, Raúl Benoit, en confusos hechos ocurridos frente a la casa de su suegro en el barrio La Merced. “No lo podíamos creer. Conocíamos las calidades humanas del agente Molina y nos parecía increíble que una persona tan querida estuviera metida en semejante lío”, dijo a SEMANA Ramiro Abella, presidente de la junta de acción comunal de uno de los barrios del sector donde trabajaba el agente Molina.

La sorpresa de los habitantes de Terrón Colorado aumentó cuando el director de la Policía Nacional, Luis Ernesto Gilibert, tomó la decisión de destituir fulminantemente al agente Molina, pues según él tenía serios indicios de que el policía había incurrido en conductas irregulares y estaba de por medio la moral de la institución.

No obstante el agente Molina decidió romper su silencio y contar su versión de los hechos. En su edición del pasado domingo, el noticiero NTC transmitió una entrevista suya en la que aseguraba haber sido baleado por estar “en el lugar equivocado y el día equivocado”.

La historia está a punto de llegar a su fin. Todo indica que la Fiscalía exonerará al agente de toda responsabilidad y que lo ocurrido ese jueves 15 de febrero había sido producto de la paranoia y la intolerancia ciudadanas.

Las investigaciones adelantadas por el ente acusador confirmarían que el agente Molina no había fraguado ninguna acción criminal contra el periodista y que era prácticamente imposible que hubiera intentado accionar un arma con la misma mano con la que aceleraba la moto en que se movilizaba.

Mientras se espera la última palabra del fiscal general de la Nación, Alfonso Gómez Méndez, el comunicador Raúl Benoit abordó el viernes pasado un avión rumbo a Estados Unidos junto con su familia.



Un hombre de paz

Carlos Molina llevaba ocho años en la Policía y había dedicado los últimos siete meses a sus labores como miembro de la Policía Comunitaria en Terrón Colorado. Nacido en Ibagué, casado y con tres hijos, es considerado por sus amigos y líderes comunales como un hombre de gran vocación al servicio de los demás. “Las mayores alegrías las he recibido de la gente. No me interesan tanto las condecoraciones como el cariño de los que reconocen mi labor”, señaló a SEMANA mientras se recupera de las heridas que recibió ese fatídico día en el que siete disparos por poco acaban con su vida.

Quienes lo conocen de tiempo atrás aseguran que es un líder nato dentro de la institución y destacan en él su gran facilidad de expresión. “En Terrón Colorado manejamos problemas de pandillas, drogas e inseguridad, pero siempre tuvimos en Molina a una persona dispuesta al diálogo con las partes en conflicto”, señaló Juan Carlos Narváez, un mecánico que lo conoce desde que llegó al barrio.

Por su parte, el superintendente Luis Alberto Londoño, su jefe en la Estación, lo define como “un hombre pacífico que solía tomar la iniciativa en las campañas para prevenir la drogadicción y la violencia en las calles y colegios del barrio”.

El caso de Molina todavía tiene varios interrogantes por resolver. El primero de ellos es que si se trató de un accidente de intolerancia ciudadana, no es común que se haya producido semejante balacera. Una fuente cercana a la investigación dijo a SEMANA que “hay dos disparos a quemarropa en el pavimento que comprometen seriamente a los escoltas del DAS. Hay que aclarar en qué circunstancias se produjeron y si hubo un exceso o error de procedimiento por parte de los escoltas Mauricio Ruiz y José López Mesa”.

Según Jenny Cerón, la abogada que ha asistido a Molina, tampoco se ha hecho claridad en torno a la versión de Benoit en la que asegura que el agente le apuntó directamente a él. “Las pruebas practicadas revelaron que ni su vehículo ni la casa a la que se dirigía recibieron un solo disparo. Creo que hay muchas cosas por explicar todavía”, aseguró.

Mientras que todos estos interrogantes se aclaran, Molina está muy asustado. Teme por la seguridad de su familia y le preocupa su futuro. No está seguro de querer volver a hacer parte de la institución que, según él, le dio la espalda cuando más lo necesitaba.

Su caso es un triste ejemplo de cómo la paranoia de quienes temen por su vida, sumada al manejo precipitado de versiones encontradas, puede ocasionar daños irreparables a la integridad de una persona que además de salvarse milagrosamente, hoy tiene por delante la difícil tarea de recuperar su buen nombre. “Si él hubiera muerto, hoy el país lo recordaría como el sicario que trató de quitarle la vida a un periodista”, enfatizó su hermano Raúl, quien lo ha acompaña en este difícil momento de su vida.